Va al contenido

Huellas N., Junio 1983

IGLESIA

La Iglesia sufre con Chile

Raul Marigorta

Debido a unos recientes sucesos (la expulsión de unos sacerdotes extranjeros de Chile) se ha desa­tado en la prensa internacional una ola de informes y críticas hacia este país. Cada cual (prensa, radio, televisión) apoyando su ideología o sus intereses. Y acciones sociales, hechos de política interna, o direc­trices específicas dentro de un con­texto, eran manipuladas y usadas en beneficio propio. Y así hemos recibi­do -como suele pasar en países autocráticos- las más contradictorias ver­siones sobre un mismo tema. Pero poli­tizar una realidad no contribuye mu­cho a resolver las dificultades crecientes que se presentan. Y pudiera ser, que por llenarnos de juicios superficiales, estemos contribuyendo a que se produzca una catástrofe so­cial, política, económica o simplemen­te humana de la que los propios hom­bres a los que se pretende salvar sean las primeras víctimas.
De todas formas hay hechos innegables y objetivos. Uno de éstos es el descontento de los chilenos.
Ahí están las jornadas de protesta nacional (todos los días 11 de cada mes), las huelgas (que no están auto­rizadas), los ayunos, atrasos masi­vos, el trabajo lento, etc... típicas acciones obreras contra una situa­ción que no consideran justa. Las sentadas de los estudiantes de Dere­cho y de los propios abogados en el edificio de la Corte suprema (descontento de otra clase social, más pro­pia de países europeos)... y otras acciones de protesta típicamente "au­tóctonas", como son las célebres "vi­andazas" (acciones concertadas para no ir a comer a los comedores de empresa) o las "cacerolas vacías" (que hacen sonar todas la mujeres a la vez, con un objetivo común) que no son sino la expresión diaria de un malestar general.
No tenemos aquí sitio ni tiempo para hacer un análisis exhaus­tivo de las causas de este desconten­to, pero si podemos resumirlos, sin perder por ello exactitud, en dos concretos: por una parte las aspira­ciones sociales y afán de libertad (entendida por cada grupo a su mane­ra) y por otra la estructura socioeconómica que, dentro de la crisis hispa­noamericana, no parece tener un futu­ro próspero. Y en este sentido no se habla ya solo de bancarrota, o de deuda exterior, sino que el pueblo comienza a padecer ese estado de nece­sidad que tan buen caldo de cultivo para acciones violentas es. Grupos políticos, asociaciones internaciona­les, partidos de solidaridad... todos parecen denunciar situaciones injus­tas o hechos execrables.
De todas maneras el peligro de la manipulación del propio beneficio ya está apuntado y no hemos de perderlo de vista. Y aquí es donde aparece un sector social, con gran influencia en el pueblo y en relación con el poder, que libre de objetivos oscuros o afa­nes personalistas, también ha hecho oír su voz: la Iglesia chilena. Y la iglesia chilena no sólo denuncia, si­no que alienta. Y a la vez sufre. Pero sus objetivos son los que Juan Pablo II está llevando por el mundo. Y por eso critica lo criticable y es "voz de aquellos que no tienen voz". Pero sin complejos. A pesar de que al exterior la palabra de los obispos puede aparecer también manipulada o, al menos, sacada de contexto. De to­das formas ellos son claros, y en una reciente carta pastoral escrita por los obispos chilenos leíamos: " ... Junto a los heridos que tradicio­nalmente ha atendido la Iglesia, apa­recieron ahora otros heridos producto de un modelo económico inhumano que ocasionó grandes tasas de paro, espe­cialmente entre los pobres, provocan­do angustias y graves heridas en sus hogares a la vez que concentraba la riqueza en manos de unos pocos... "
Naturalmente, este inconfor­mismo es rechazado por la clase diri­gente. Y las tan dificultosas relacio­nes Iglesia-Estado en todos los paí­ses del mundo, toman en Chile un especial tono: de crispación. Y se suceden hechos como la expulsión de los sacerdotes o la negativa dada al Cardenal Silva Manríquez, gran canci­ller de la Universidad Católica de Chile, de aparecer en un espacio del canal de TV de esta casa de estudios superiores para tomar posición frente a éstos y otros hechos.
La próxima designación de 3 nuevos obispos para las tres dióce­sis más populosas del país es tema que igualmente enfrenta Iglesia-Esta­do.
De todas formas no pretende­mos indicar criterios ni dogmatizar, sólo informar y saber recibir esa información. Chile es una iglesia más en este mundo. Con unas caracte­rísticas propias y algunos detalles que, quizá, hemos esbozado insuficien­temente. Pero desde esta sección de Iglesia queremos hacernos eco de las vicisitudes de unas iglesias locales, que no gozan de una situación de libertad exterior reconocida. Y pedi­mos tu oración. Por la Iglesia en el
mundo y por la Iglesia de Chile.

GANDHI: cuando leo el Evangelio me siento cristiano; pero cuando veo a los cristianos hacer la guerra, oprimir a los pue­blos colonizados, enriquecerse, beber alcohol y fumar opio, me doy cuenta de que ellos no viven según el Evan­gelio. El Sermón de la Montaña me ha reconciliado con el cristianismo.
NAPOLEÓN: sólo se puede gobernar bien a un pueblo cuando son tan­tas las leyes que nadie está seguro de no ser ahorcado. La mejor política es hacer creer a los hombres que son libres.
SAN JERONIMO: Por imbécil que sea un autor siempre encontrará un lector que se le parezca.
CLARASO: El cuerpo, si se le trata bien, puede durar toda la vida.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página