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Huellas N., Junio 1983

NUESTRA PRESENCIA

La CLAT: un sindalicalismo a la medida del hombre

EMILIO MASPERO es un militante obrero de origen argentino, casado con una hija de españoles emigrados a Venezuela. Ha sido miembro del Comité Ejecutivo de la CLATC (Confederación Lati­noamericana de Trabajadores Cristianos), convertida en CLAT (Confedera­ción Latinoamericana de Trabajadores) desde 1968, pasando a ser su Secreta­rio General. Es también miembro del Comité Ejecutivo de la Confederación Mundial del Trabajo (antigua Confede­ración Internacional de Sindicatos Cristianos, fundada en 1920)

¿Qué es La CLAT? Haznos una breve historia de este Sindicato.
La CLAT (Confederación Lati­no Americana de Trabajadores) nace en 1954 con un grupo de hombres de formación cristiana, y ha permane­cido coherente hasta nuestros días a esta inspiración inicial. Ha traba­jado desde el comienzo con los campe­sinos y sectores más desvalidos de la clase trabajadora industrial y ur­bana. Eso marca a la CLAT y le da una característica propia. Hoy la CLAT es una realidad a lo largo de toda América Latina, continente de enorme variedad política y nacional. Tiene 9 millones de trabajadores afi­liados. En el conjunto de Latinoaméri­ca es una fuerza obrera, sindical, campesina, social que ni EE.UU. ni los comunistas pueden igualar. Por el contrario, hoy, en algunos países, los socialdemócratas (pro-norteameri­canos) y los comunistas se alían para derrotar a la CLAT porque han visto que ésta no es una utopía.
En América Latina la CLAT ha implantado un sindicalismo distin­to del que venían propiciando los socialdemócratas apoyados por los EE.UU. por un lado, y los comunistas por otro.
Aunque la inspiración de la CLAT es cristiana, de ninguna forma esto se manifiesta en sus siglas, puesto que un movimiento sindical debe aspirar a representar a toda la clase trabajadora. La CLAT es hoy una cen­tral abierta que asume la defensa del trabajador como trabajador.
Nosotros tenemos nuestra de­claración de principios, nuestros pro­gramas, formamos a los cuadros sindi­cales dentro de una determinada orien­tación que sigue siendo en lo funda­mental los valores del pensamiento social cristiano. Nuestra formación es fruto de la confluencia de los valores cristianos enriquecidos y pro­fundizados por 30 años de lucha de los trabajadores.
La CLAT tiene una composi­ción bastante pluralista, no en sus planteamientos fundamentales pero sí en las circunstancias concretas de cada país. Hoy la CLAT es un sindica­to consolidado y reconocido como fuerza obrera americana, con perspectivas de ir creciendo y desarrollándose ca­da vez más.

¿Qué perspectivas de futuro hay para la ciase obrera y en general para la sociedad Latinoamericana?
Posiblemente la década de los 80 sea para hispanoamérica una de las más complicadas, violentas y de confrontación muy radical. Lo que está pasando ahora en América Central no es casual, sino que es la expre­sión de una confrontación de fondo que se está dando en toda América Latina.
La CLAT entra en confronta­ción con otras posibilidades de orga­nizar la sociedad latinoamericana. Por un lado claramente hay una con­cepción totalitaria que tiene dos variantes: una por el lado de la extre­ma derecha que se inspira en la "doc­trina de la seguridad nacional" (Chi­le, Argentina, Brasil, Uruguay, Para­guay... ) y otra por el lado del tota­litarismo marxista-leninista (Cuba, Nicaragua... ).
La variante laxista, en la práctica, valoriza la Nación y el Estado fundamentalmente, como únicas realidades políticas y las Fuerzas Armadas como el único factor históri­co capaz de garantizar la seguridad del Estado. El pueblo como realidad política no existe, no se tiene en cuenta. En este esquema político, no sólo se elimina la sociedad civil de un plumazo, sino que se generalizan todos los sistemas de persecución, de tortura...
Esto no es una teoría, es una realidad que está encarnada en regímenes concretos, en los cuales la clase trabajadora está pagando un precio muy duro: intervención de los sindicatos, abolición de los derechos y libertades sindicales, una economía super liberal, las condiciones de tra­bajo se han degradado como nunca. Yo diría que en estos regímenes las con­diciones de la clase trabajadora son las peores que ha conocido. La otra opción totalitaria, menos masiva por el momento, es la marxista-leninista que con el triunfo de la revolución en Nicaragua ha vuel­to a reactualizar la confrontación con la primera concepción que hemos visto. Sin embargo, el régimen cubano lleva 20 años y ya podemos hacer un juicio sobre él...
Hoy parece que únicamente estas dos opciones son viables en América Latina.

¿No queda lugar para otra salida que no sea totalitaria?
Pienso que hay otra posibi­lidad de concepción democrática con sus múltiples variantes y matices. Sería la opción de las fuerzas políti­cas, sociales e intelectuales que as­piran a una organización demo­crática, plural, ciertamente progre­sista y con capacidad de introducir un proceso dinámico de justicia so­cial.
Esta confrontación hoy al­canza ribetes violentos en América Central, como por ejemplo la pugna entre los sectores democráticos y mar­xista-leninista del sandinismo en Ni­caragua. Por su parte la CLAT en Nicaragua es la única fuerza sindical histórica de lucha contra el somozis­mo y tiene en su haber cientos de muertos. Pero la CLAT quiere que sea el pueblo mismo el que elija su forma de organización social y por eso sus dirigentes se han enfrentado al régi­men actual nicaragüense, teniéndose que refugiar en Costa Rica porque eran buscados para ser asesinados. La actitud de los hombres de la CLAT es no aceptar que si hemos salido de una dictadura, entremos en otra nueva dictadura.
Como ya he dicho, lo que se está debatiendo en el fondo son concepciones fundamentales para orde­nar la sociedad americana. ¿La vamos a ordenar con un criterio totalitario de derechas o marxista-leninista? o ¿la vamos a ordenar dentro de un cauce democrático, con los cambios profundos que hacen falta, pero con un respeto serio, sólido a los dere­chos humanos, a las libertades, a los derechos de los trabajadores, abriendo un cauce verdadero a la par­ticipación de la gente? Porque el pueblo quiere participar; la reivindi­cación fundamental del pueblo america­no hoy es participar, y esa es una reivindicación profundamente revolu­cionaria.

¿Cómo se vive dentro del movimiento sindical esta diferencia de opciones, totalitarias y democráticas?
En el caso de América Cen­tral la CLAT yo diría que es la única central que está en pie confron­tándose con los marxista-leninistas y los socialdemócratas (pro-norteame­ricanos). Por ejemplo en Nicaragua los socialdemócratas han desaparecido (porque apoyaron hasta el último momento a Somoza) y la CLAT se ha quedado sola en la confrontación con los marxista-leninistas.
El único punto de referen­cia que tienen los trabajadores en América Latina de un movimiento sindi­cal democrático, autónomo, indepen­diente, con respuestas y planteamien­tos claros es la CLAT. La otra opción es la marxista-leninista. Esto hace que la confrontación en que nos encon­tramos sea violentísima, y esto nos cuesta muchas vidas (hemos perdido ya en El Salvador 1.500 hombres y mujeres y en Guatemala ya vamos por los 750).
Lo que se está impulsando en esta parte de América Latina es la violencia como único camino y qui­en apunta a la violencia son los esquemas totalitarios. Nosotros aspi­ramos a soluciones políticas y demo­cráticas. Eso nos va a costar en el futuro cada vez más vidas. Pero yo quisiera decirte que nuestra gente más allá de todo esto tiene mística y mucho coraje, porque a pesar de todo sigue trabajando, sigue confrontando y actuando, organizándose, to­mando posiciones y esto para la CLAT es una prueba fuerte, definitiva. Si nosotros logramos superar esta situa­ción, seremos en toda la región cen­troamericana la primera fuerza sindi­cal. Pero hay que pagar un precio, y hay que dar un testimonio que no es fácil. A veces es más fácil ceder al camino de la violencia.
Mantener los principios, los valores, la política, la estrate­gia, porque tenemos confianza en que por este camino vamos a prevalecer. Esto hay que tomarlo como un testimo­nio de hombres y mujeres cristianos que están en esta pelea; una pelea social difícil en la que la CLAT está con mucho heroísmo, con mucha mística y con mucha confianza en los valores y principios que se están defendiendo.

La CLAT es independiente y autónoma, pero ¿respecto de qué?
Frente al gobierno, a los partidos políticos, a los patronos y al Estado. Autonomía e independencia no significan neutralidad. Nosotros no somos neutrales: frente a los comu­nistas somos democráticos y también frente a los fascistas defendemos la democracia que es un valor pero no un valor partidista. Es un valor uni­versal que la clase trabajadora asume porque cree que dentro de la democra­cia se pueden resolver sus problemas mejor que en una dictadura.
Además de otros valores que defendemos como los Derechos Humanos, la participación del pueblo, formas de organización económica (somos partidarios de la autogestión). Pero eso no quiere decir que tengamos que de­pender de un partido, del Estado, del gobierno, porque la clase trabaja­dora tiene su propia personalidad y su propia identidad.

¿Cuáles son las fuentes de donde se nutre la formación de los cuadros de la CLAT?
De la doctrina social cris­tiana, de la filosofía social cristia­na. Porque hay una filosofía social cristiana, que se nutre por un lado de las enseñanzas sociales de la Igle­sia y por otro lado de muchas aporta­ciones del pensamiento cristiano en general. Ese es el punto de referen­cia central. Para eso tú no tienes necesidad de ser confesional, porque fíjate que nosotros en América Latina tenemos sindicatos en zonas donde a­bundan los musulmanes (las Guayanas). Nosotros somos un movimiento sindi­cal, no clerical, ni eclesiástico o confesional. El sindicato tiene que ser una institución abierta a todos los trabajadores; eso sí, con una orientación clara de dónde quiere lle­gar, que es lo que la diferencia de otros sindicatos.
Pero cuando tiene ese compa­ñero musulmán, por ejemplo, y tú le explicas todo esto, los valores y principios los acepta porque son valo­res del propio hombre, capaces de interpretarlo tal como es, no importa cuál sea su religión.
Cuando un trabajador viene a nosotros sabe que somos cristianos, católicos y no ocultamos que los valo­res y principios que nos inspiran en la lucha social son inspirados en el pensamiento cristiano.

¿No hay peligro de una penetración marxista como ha ocurrido en otras experiencias españolas que comenzaron con esta misma inspiración?
Es un problema muy serio, y es bueno que lo hayas planteado. Es un problema de fondo que nosotros no hemos esquivado.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que el marxismo en América Latina tiene una praxis leninista. Esto es muy claro. Lo que ocurre es que las fuerzas democrá­ticas, y los cristianos hemos descui­dado en el continente todo el campo sociocultural: familia, escuela, me­dios de comunicación social, litera­tura, arte, folklore, teatro, cine, música. El campo sociocultural ha ve­nido siendo privilegio y predominio de los marxistas-leninistas, que sa­ben la importancia que esto tiene. Los marxistas han creado en toda Amé­rica, incluida la Iglesia, una cultu­ra paralela a la tradicional, una cultura muy difusa pero finalmente muy efectiva y contaminante: cierto marxismo diluido que se ha metido por todas partes (partidos, universi­dades, iglesias... ). Ustedes saben que es en América Latina donde nace el movimiento de "Cristianos para el Socialismo".
Para evitar la infiltración marxista es fundamental la formación y organización de cuadros. Esto es una lucha de todos los días; no hay ninguna receta mágica: la lucha por mantener la propia identidad.
Se trata de no tener ningún complejo de inferioridad; porque lo que yo he visto muchas veces en Euro­pa es que tiene la gente como vergüen­za de decir que soy cristiano, o de defender sus propios principios y su planteamiento. Una especie de comple­jo de inferioridad frente a los comu­nistas. La CLAT no tiene ningún complejo de inferioridad: donde quieran pelearnos, al nivel que quieran pelea­rnos, el tema que quieran discutir lo discutimos, y si ellos tienen respues­ta, nosotros también la tenemos.

Pero ¿en qué se manifiesta la identi­dad de La CLAT?
Si algo es cristiano por excelencia es la solidaridad. La soli­daridad es el nombre del amor cristia­no en la vida social. En este sentido la CLAT es la que más ejercita la solidaridad en América Latina. La so­lidaridad nuestra no tiene fronteras: es un comunista, le ayudamos; es un trostkista, lo ayudamos. Si es traba­jador lo ayudamos. Entonces los traba­jadores dicen: "Ah, pero este es un sindicato distinto, porque realmente se preocupa por los trabajadores".
El ejercicio de la virtud de la solidaridad, eso gana a los trabajadores y marca una neta diferen­cia entre los sindicatos.

¿Cuáles son las relaciones de la Igle­sia americana con la CLAT?
La relación CLAT-Iglesia no se puede definir de una sola pincela­da. Habría que analizar la realidad de esa relación en cada uno de los países. Y ésta es muy variada. Depen­de de cómo se ha ido desarrollando el propio movimiento sindical y de cómo ha ido evolucionando también la propia Iglesia.
Por ejemplo en el caso de Chile y de Brasil, no todos sino el promedio de los obispos son abier­tos, son progresistas, defienden los derechos humanos, defienden los dere­chos de los trabajadores; frente a la dictadura, en la práctica se han convertido en los únicos portavoces de los derechos de los trabajadores y del ser humano. Ahí las relaciones son más fáciles nos encontramos en la práctica defendiendo los mismos valores y los mismos principios. Las relaciones son muy buenas y de hecho convergemos en acciones comunes, cada uno desde su especificidad.
Hay otros países como Colom­bia donde ha ido cuesta arriba, por­que una parte importante de la Igle­sia está como en la Edad Media. Exage­ro un poco, pero no es mucha exagera­ción. Allí, cuando la CLAT empezó a funcionar, los obispos sacaron inclu­so cartas pastorales contra nosotros, diciendo que éramos elementos subver­sivos, que veníamos a organizar a los trabajadores con ideas raras. Cla­ro, tuvimos muchos encontronazos con la Iglesia en Colombia al comienzo. Hoy las relaciones son mucho mejores.
A nivel general, la CLAT hoy tiene una clara política de acer­camiento y colaboración con la igle­sia, sobre todo en el campo de la promoción humana.
La Iglesia tiene la labor específica de la evangelización donde el sindicato no puede suplantar a la Iglesia, pero en el campo de la ac­ción social sí podemos trabajar jun­tos cada uno desde su propia naturale­za, porque ahí convergemos en el mis­mo beneficiario que es el obrero, el campesino, la gente pobre.
Nosotros ya hemos realizado dos coloquios a nivel latinoamerica­no, que son únicos: juntar 15, 20, 25 obispos de América Latina con 15, 20 dirigentes sindicales y obli­garles a convivir durante una semana y a discutir en un mismo plano de igualdad los problemas que le intere­san a los trabajadores y a la Igle­sia, todo eso lo ha logrado la CLAT, porque es iniciativa suya.
Por ejemplo, esta experien­cia la hicimos antes y después de Puebla, para elaborar los documentos y ver las posibilidades de aplicación de ellos y no quedaron en papel mojado. Este año tenemos otro coloquio para discutir con los obispos la apli­cación en América Latina de la "Labo­rem Exercens" del Papa, que es una Encíclica que ha caído muy bien, pero que muy bien, entre todos los trabaja­dores en América Latina. Nos interesa saber qué vamos a hacer desde el punto de vista sindical y qué va a hacer la Iglesia para aplicar concre­tamente la Encíclica.
Por esto, cada vez nuestras relaciones son mejores. Además esta­mos convencidos que la Iglesia es un factor fundamental en América Latina, pues más allá de su significación espiritual, religiosa, evangeli­zadora, la Iglesia tiene peso en la vida civil, y lo importante es que nos movamos tanto la Iglesia con su peso e influencia y el movimiento obrero con su peso e influencia, para defender los mismos valores, princi­pios y modelo de sociedad.

¿Qué ha significado para el movimien­to obrero americano el hecho de Polo­nia?
El hecho de Polonia tiene el apoyo total de la clase trabajado­ra americana. Lo que pasa es que el caso de Polonia se presta a toda clase de manipulaciones y cada uno trata de interpretarlo a su manera. La CLAT tiene definida ya una políti­ca y un programa de actividades para presentar el caso de Polonia en Améri­ca Latina en su verdadera dimensión y significado original.
Los comunistas prosoviéti­cos (tengamos en cuenta que el comu­nismo latino es descaradamente, cíni­camente, prosoviético) en la práctica son verdaderos agentes de la URSS. Por eso, los comunistas han defendido en América Latina con toda clase de argumentos el golpe de Jaruzelsky, inclusive pidiendo que entraran los rusos.
Los socialdemócratas en la línea política y sindical han guarda­do un silencio bastante vergonzoso y criminal, y lo han guardado porque entonces se les caían sus posiciones en Nicaragua y El Salvador.
Hay lugares donde la patro­nal utiliza el caso de Polonia en el sentido de decir: "¿ven?, ¡qué malo es el comunismo!; ¿ven qué bueno es el capitalismo?", para reforzar su propia posición capitalista, y eso es también un peligro porque no tiene nada que ver con lo que está pasando en Polonia.
Los americanos, y sobre todo la Administración Reagan, también lo han utilizado, pero ¿cómo tú pien­sas que los trabajadores en América Latina pueden creerse que Reagan de repente se haya convertido en un entu­siasta defensor y protector de los derechos y libertades de los trabaja­dores, cuando dentro de su propio país está atropellando al propio movi­miento obrero americano y le importa tres pepinos lo que pasa en América Latina? y claro esto sirve a los rusos para hacernos creer que lo que ocurre en Polonia es una penetración de los americanos.
En este panorama la CLAT se ha convertido en el portavoz, el informante de lo que pasa realmente en Polonia a través de Solidarnosc. Para eso vamos a hacer un coloquio internacional en Caracas , donde vamos a invitar a compañeros de Solidarnosc, de aquí de Europa y de América Latina, sindicalistas, gente de Igle­sia, porque queremos discutir y ver qué lecciones tiene para América Lati­na lo que está ocurriendo en Polonia.
Este caso va a ayudar a poner en claro las posturas sindica­les o políticas en América Latina. Nosotros invitamos a compañeros de Solidarnosc a que visitaran los paí­ses de América Latina y los coman­dantes prosoviéticos dijeron que ni muertos entraba esa gente. Eso es normal, porque en Nicaragua la lucha que mantiene la CLAT con los comandan­tes es similar a la que mantiene Solidarnosc con Jaruzelsky. Queremos mantener vivo en América Latina este proceso de Polonia, no sólo a nivel de simpatía sino de acción concreta.

Tocaste antes la teología de la liberación: ¿no ha favorecido ésta, o ha sido camino al menos que ha llevado a muchos al "otro bando"?
Bueno, cuando uno habla de la teología de la liberación, hay que distinguir dentro de la Iglesia y del mismo movimiento obrero dos maneras de aproximarse a este proble­ma. Dentro de la teología de la libe­ración hay toda una tendencia que ha terminado ideologizando la teología, comenzó adoptando el marxismo como método de análisis de la realidad social, pero por la vía de este primer paso han ido asumiendo las premi­sas ideológicas y filosóficas del mar­xismo. De hecho hay toda una tenden­cia de teología de la liberación de que para leerla es preciso hacerlo en clave marxista y en algunos aspec­tos hasta leninista. Esto es una des­viación ciertamente. Cuando la teolo­gía se convierte en ideología se va­cía de todo su contenido.
Pero no todo lo que puede llamarse teología de la liberación está en esta tendencia. Hay otros sectores dentro de la iglesia que no se sienten desvinculados del tema principal de América Latina que se centra en la palabra "liberación" , y que para apoyar esto, pretenden mante­ner una lectura religiosa, evangéli­ca, actualizada y yo diría, "encarna­da", de la teología, sin reducirla a pura ideología. En esta línea está gente como Helder Cámara y buena par­te de los obispos de Brasil. En gene­ral todo los obispos que se reúnen con la CLAT están en esta línea.
La Iglesia no tiene por qué perder la identidad para vincularse y animar a los cristianos a la lucha social y política.





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Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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