El día 29 de mayo a las 9.30 salimos con los autocares camino de El
Escorial. Íbamos con media hora de retraso sobre el horario previsto, pero no importaba, pues ese es el tiempo necesario para saludar a la gente, reencontrarse con caras conocidas, presentarse a los que vienen por primera vez e ir creando ese "climilla" que nos acompañaría el resto del día.
El objetivo de la Marcha Mariana era simple y sencillo y a la vez todo lo trascendente que cada uno quisiera: Todos juntos, en comunidad, dedicar un día del mes de mayo a María, la Madre de Dios, ofreciéndole nuestro esfuerzo, alegría y oración, haciéndole partícipe de todos nuestros actos.
Como otros años, Íbamos a llegar andando a una ermita. Pero este año quisimos dar a este hecho un matiz especial y escogimos la ermita de Ntra, Sra. de Gracia de El Escorial, un sitio lleno de "domingueros" (en el mejor sentido de la palabra) con su tortilla, su casera, su balón y su transistor.
No se trataba solamente de rezar y pasarlo bien nosotros con nosotros, sino de presentar gratuitamente esa oración y esa alegría a todos aquellos con los que casualmente coincidiéramos; sin obligarles a nada, sin exigirles, sin comprometerles, y sin esperar nada a cambio, sólo la satisfacción de mostrar como se puede vivir un día en presencia de Dios y dejar nuestro testimonio a quien quisiera recogerlo.
Así pues, como decía al principio, salimos a las 9,30 h. de la Parroquia de Los Dolores. Unos kms. más allá de El Escorial dejamos los autocares y empezamos a subir monte arriba. En seguida pararnos a rezar Laudes y se nos ofreció los puntos de reflexión para la siguiente etapa de la marcha: descubrir lo que de esencial tiene la Virgen, gracias a lo cual su figura sigue teniendo vigencia después de 20 siglos, y que no se trata solamente de una acumulación de virtudes, sino de - como - más tarde veríamos - ser la portadora de una nueva humanidad.
Y con estas ideas nos pusimos en marcha por grupos charlando y reflexionando... siempre que nos dejaban los abejorros, las dudas ante las bifurcaciones, los matorrales... y demás amenizantes del camino.
En un punto previamente determinado hicimos otra parada. Allí repusimos fuerzas (el bocata, la brisilla... ) y rezamos el Rosario.
Desde aquí ya todo seguido hasta la ermita; cuesta abajo y sin dificultad (salvo irnos abriendo camino entre zarzas, ramas en los ojos, espinos, etc... ).
Y una vez en la ermita comer, puesta en común de lo trabajado en los grupos, la Misa y una fiestecilla improvisada.
Casi sin caravana regresamos a Madrid hacia las 9 de la noche.
Así transcurrió nuestro día mariano. Los resultados, más o menos trascendentales, ya los veremos, o incluso no los veamos, pero ahí estarán.
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