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Huellas N., Febrero 1983

CULTURA

¿A tí cuantas te han cargado?

J. Prades

- A mí, 3; - Jo, pues a mi 4. Lo que pasa es que la monja me tiene manía porque hablo mucho en clase. - Anda, que la guarrada que me ha hecho a mí la de tracas...
¿No habéis oído nunca una con­versación de este tipo? Pues entonces es que no pertenecéis a ninguno de nuestros grupos, porque en cualquier reunión de jóvenes, o de Confirma­ción, siempre hay dos cuchicheando cosas parecidas y distrayendo de paso al esforzado catequista.
Nuestras conversaciones so­bre el estudio rara vez pasan de esto y, cuando hacemos propósitos en la reunión, a lo más que llegamos es a jurar sobre los Evangelios que va­mos a estudiar "más". Lo triste del asunto es que dada nuestra pollinez a veces habría que darse con un canto en los dientes si al menos eso se lograra. Pero no basta; a estas altu­ras ya no tendríamos que estar pensan­do en estudiar "más" sino en estudiar "mejor".
¿No habéis sentido nunca la ilusión de estudiar? No hablo de empo­llar ni de saberse la lección, sino de descubrir, de acercarse a la Ver­dad, de ser capaz de hacer una críti­ca seria a lo que nos dan en clase, de entusiasmarse con un tema y seguir­lo estudiando aunque no sea para "no­ta". Es desalentador que nuestros planteamientos sobre el estudio sean absolutamente idénticos a los de cual­quiera. Y, sin embargo, nos sentiría­mos heridos en nuestra dignidad cris­tiana si se comparase nuestra fe y nuestra vida espiritual con la de esos infelices que sólo van a Misa el domingo y encima no comulgan.
- Pero, ¿qué pasa con la for­ma de entender el estudio? Aunque nos resulte sorprendente nuestro estu­dio no tiene sentido (igual que cual­quier otra actividad que emprendamos) si no lo entendemos como un servicio a la Iglesia. ¡Si!, a la Iglesia.
Llevamos algunos años ha­ciendo fastuosos planes-conferencias para universitarios, cursillos de formación en verano, ciclos espe­cializados, presencia en los ambien­tes donde nos movemos... y no sé qué más grandilocuencias, y quizá por mirar demasiado lejos no somos capa­ces de ver lo que tenemos debajo de las narices: el estudio de todos los días, eso que parece que no tiene ninguna relación con nuestro compromi­so apostólico.
En casi todas las asignatu­ras se nos plantean, antes o después, problemas respecto a nuestra fe, o nuestra forma de entender el mundo. Y, sin embargo, nos hacemos los lo­cos, adoptando un punto de vista "téc­nico". Siempre hemos criticado a las personas que dicen: "¿Cómo quiere que le responda, como cristiano o como ciudadano, persona, abogado, etc ... ?" Lo que nosotros hacemos en el estudio no es muy distinto. La responsabili­dad es grande porque no podemos permi­tirnos el lujo de seguir siendo una Iglesia de medianillos acomodados. El campo que tenemos por delante es in­menso, en todas las materias¡ y si empezamos a entrar por ahí quizá se nos caiga la cara de vergüenza al oír las conversaciones habituales so­bre suspensos y fobias profesoriles.
Y no se acaba aquí, no es sólo asumir nuestro estudio como lo más precioso que podemos aportar a la Iglesia sino que esa tarea no puede realizarse más que en común. Nuestro estudio no sólo lo tenemos que concebir como un servicio a la Iglesia sino que debemos realizarlo comunitariamente. Una vez más no se trata sólo de que los listos ayuden a los torpes (que también) sino de desarrollar la sensibilidad. ¿La sen­sibilidad, para qué? Simplemente para comentar entre nosotros esos proble­mas que hablamos antes. Y que las preguntas a nuestra fe no nos resba­len y que las respuestas que demos sean más ricas y más profundas (es un axioma de la Astrofísica nuclear que varias cabezas piensan mejor que una sola).
Para los que somos estudian­tes el estudio es (debe ser) un marco fecundo de relación entre nosotros, y de relación cristiana. Pocas veces se siente uno más a gusto con lo que estudia que cuando le surgen dificul­tades y las pone en común buscando criterios de fe. La diferencia es abismal. Probadlo (suena a Tónica Schweppes, pero me da igual).
Y si a algún universitario de altos vuelos le molesta el tono escolar del artículo porque "eso no pasa en la Universidad", entonces es que todavía le queda grande. Ser uni­versitario por supuesto.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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