"Quien canta, reza dos veces" (S. Agustín)
Quizás una de las actividades a la que dediquemos más tiempo sea todo lo relacionado con el canto, o si queréis con el coro. Actividad, por una parte, que nos identifica y nos hace presentes en los barrios donde vi vimos. Pero, ¿qué función debe desempeñar el coro?¿qué misión tiene dentro de la liturgia?¿qué ha cambiado en el canto después del Concilio Vaticano II?
El Concilio Vaticano II en el ámbito de la liturgia, como en tantas otras realidades de la Iglesia, ha querido volver hacia las fuentes, hacia la comunidad primitiva, buscando, en esa época de oro, el modo de la participación del pueblo, para lograr una liturgia cada vez más viva y transparente. Redescubre el papel del canto en la asamblea (que de este modo alaba a Dios) y sitúa al coro como representante y animador de tal asamblea.
El coro es, sin duda, uno de los elementos más importantes para la dignificación de los misterios que celebramos. Pero no se trata nunca de suplir el canto del pueblo asumiendo funciones que correspondan a toda la asamblea, sino enriquecer el canto del pueblo y fomentar la participación activa de los fieles que tan abandonada está en algunas comunidades. Otra tarea importante del coro, sería la creación de espacios de descanso dentro de la celebración que posibilitaran la contemplación, creando una atmósfera propicia para entrar en el misterio que se celebra. El coro tendría que resaltar más, con sus intervenciones, cada una de las etapas del año litúrgico, dándole un contenido propio. Todo lo cual se entiende dentro de la función ministerial que el coro desarrolla, es decir, que el coro es un servicio más en la celebración. Servicio que va creando en nosotros una mentalidad comunitaria (superando el protagonismo), compartiendo esfuerzo e ilusión con el deseo intenso de descubrir el universo de la música y del canto.
Nunca debemos olvidar, como señalaba S. Agustín, que el canto, debidamente realizado, intensifica la oración tanto para los que cantan como para los que escuchan.
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