Huellas N.1, Enero 1985

RESEÑA

La caída

José Gabriel Clavería Ibáñez

Albert Camus
Alianza Editorial Madrid 1982, 132 pag.

Esta novela es una de las últimas es­critas por Camus, cuya evolución de pensamiento mantuvo una cons­tante y una guía: la honradez atormentada y casi desesperada.
La misma obra narra una evolución vi­tal. Clamence es un abogado de la burgue­sía francesa con una trayectoria vital bri­llante. Tiene gran mentalidad crítica, que le hace juez de todo y de todos. Defiende y trabaja por las causas de los pobres y viu­das con aparente desinterés, pero en reali­dad no busca más que su propia satisfac­ción y tranquilidad de conciencia; no se mancha las manos. Vive por tanto en ab­soluta contradicción: merece el mismo jui­cio que emite.
Los acontecimientos vitales hacen que vaya apareciendo algo íntimo a sí mismo que se ríe de su contradicción. La risa se acerca hasta invadirle un sentimiento de ri­dículo. Tropieza con la realidad y cae. Aquí está el núcleo de la obra, que explica cómo desparecen los asideros en que se ba­sa un modo de vivir.
Al ver su vida como una mentira, se arroja violentamente a otros modos de vi­da. Pero siempre vuelve a caer. De Jesús llega a decir: «le amo porque murió sin sa­ber». Pero no ve en los cristianos un refle­jo de esta vida, sino algo tibio y acomoda­ticio. Y vuelve a caer...
Al fin encuentra un sentido a su vida, que le lleva a elegir un nuevo oficio, el de juez-penitente. Consiste en condenarse a sí mismo, reconocer su verdad, que es su mi­seria, para luego poder jugar a los demás. Más aún, que los demás, con su ayuda se juzguen a sí mismos y conozcan su mise­ria.
Creo que Camus en esta obra, gracias a su honradez, recorre un difícil camino ha­cia la verdad. Quizás a pocos pasos de esta situación está el encuentro con Dios. No lo sabemos porque murió en un accidente po­co después de escribir esta novela. Puede parecer que él mismo intuye que su evolu­ción aún tenía que seguir. Gracias otra vez a su honradez nos cuenta mediante Cla­mance, el juez-penitente, que todavía oye de vez en cuando esa risa lejana...