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Huellas N., Noviembre 1981

COLABORACIONES

El por qué de un nombre I

Francisco Javier Martínez

NUEVA TIERRA:
Un título debe, an­te todo, decir lo que quie­re decir. Pero no debe decirlo todo; de lo contrario, ya no haría falta la revista, bastaría con el título. Cuando un título lo dice todo, ya no es preciso seguir leyendo, se trata de un slogan, de una de esas frases cuyo éxito radi­ca precisamente en su economía. En tiempo de crisis energética, eso siempre es importante.
¡Lástima que la única energía que economiza­mos es aquella que só­lo se agota cuando no se explota, aquella cuya extracción no exige costosas instalaciones industriales, sino que sólo puede obtenerse por el procedimiento -artesanal - de estrujarse el cerebro! Los slogans abaratan el procedimiento, desde el momento en que ahorran a unos cuantos millones de im­béciles la penosa operación de pensar. En la sociedad industrial, los pensa­mientos se fabrican también en serie, como ciertas clases de cerámica que tuvieren un pasado glorioso, y que hoy se encuentran -idénticas, por mi­llares - en todos los grandes almace­nes. En uno y otro caso, lo que el cliente valora no es el producto -que casi nunca vale nada - , sino la eti­queta.
Puesto que nos hemos ido por la publicidad, hay que reconocer que pocos vocablos tienen un consumo tan grande como el adjetivo "nuevo" y sus derivados. Desde el detergente hasta las ideas, un producto que no puede apostillarse de "nuevo", es un producto ­fuera de combate. Es como si la pa­labra poseyese el poder mágico de estimular los jugos gástricos del hastiado hombre moderno. Y como la omnipotente máquina no tiene otro interés que el de desarrollar indefini­damente el aparato digestivo del
"homo economicus", el uso del estimulante digestivo se ha hecho im­prescindible. Si no fuera por él, el hombre no podría seguir "tragan­do", y la máquina tendría que dete­nerse, lo que desde un punto de vista financiero nunca es rentable. Solo que uno se pregunta qué pasará el día en que la droga no produzca su efecto y, literalmente, el hom­bre "no pueda más". ¿No se conver­tirá la tierra en una inmensa vomitona ?
Dios mío, esto no es broma. El mundo está explotado y abusando de la esperanza del hombre, es decir, de su pobreza. ¿En beneficio de quién? A lo peor de nadie. Pero gracias a ese procedimiento, la propaganda de todos los signos hace creer al hombre que existe una felicidad a bajo precio, que no exige asumir el terrible riesgo de la vocación hu­mana. Porque cuando el hombre co­rre tras un "nuevo" producto, tras un "nuevo" coche, tras una "nueva" ideología, o tras un "nuevo" periodo de la historia, corre, probablemente sin saberlo, tras su esperanza, esa señal imborrable que ha dejado en su corazón la imagen de Dios.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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