Quisiera presentaros la experiencia de Solidarnosc, la experiencia polaca no según una categoría política, como hace la prensa; sino como una categoría moral. Creo que sería necesario partir desde este punto de vista, porque el origen de nuestro movimiento es la experiencia de una moral selecta.
Para comprender el contenido real, el contenido humano de la experiencia de Solidarnosc, es necesario conocer la situación en la que se encuentra Polonia desde hace muchos años, labor precisa es poder imaginarnos la condición del hombre en general, del hombre que trabaja y también de la sociedad de un país de régimen totalitario.
HOMBRE Y SOCIEDAD EN EL REGIMEN TOTALITARIO
En Polonia todos trabajamos para un mismo amo: el Estado. El Estado es el amo omnipotente que puede decidir en todo: tiene derechos propios, de él emanan órdenes y decretos, utiliza un departamento de justicia, una policía y un servicio de seguridad que le mantienen. Hasta el año 1980 los trabajadores no tuvimos un sindicato auténtico, pues los sindicatos que habíamos tenido hasta entonces dependían totalmente de la autoridad del partido, y del Estado. El mercado de trabajo estaba subordinado a la ideología comunista del partido. Esto significaba que la posibilidad de trabajar, los salarios, la probabilidad de avanzar en la carrera profesional de cada ciudadano dependía de la situación que gozases cerca del poder. Existía el fenómeno de la nomenclatura, que consistía en el hecho de que todo cargo de cierta importancia sólo se podía obtener a través de un nombramiento directo desde el partido. El trabajador se queda entonces sin la posibilidad de hacer una oposición eficaz y legal. O la oposición era legal, pero no daba resultado, o debió de ser ilegal. Tal condición del trabajo está coligada a la situación de toda la vida pública de la sociedad.
A este sistema se le denomina totalitario. Para Polonia esto significa, en primer lugar, que el poder es absolutamente independiente de la voluntad de la sociedad, ya que las elecciones están falseadas, en segundo lugar, prácticamente no están reconocidas las leyes y derechos de los ciudadanos. De esto resulta, que toda la libertad está regulada: el poder decide a quién y en qué medida se debe de conceder. Del mismo modo no hay libertad de información, pues la censura limita la verdadera información. Esto hace que cambie la realidad de la cultura, la instrucción, la enseñanza, que están basadas en su ideología.
Esencialmente falta la veracidad. Y todos estos aspectos están ligados a la omnipotencia de la policía, que no da cuenta de lo que hace ante ningún tribunal, y hace lo que quiere. Un sistema político tal puede funcionar mientras la sociedad esté pasiva frente a las órdenes impartidas, del mismo modo la economía y la vida política pueden funcionar, siempre que la sociedad sea obediente.
¿Cuál es la posición que debe de adoptar el hombre ante este hecho? El hombre no es el autor de la acción misma, pero sí es el objeto de la acción del poder. Sabe que debe ser obediente y que no es responsable de nada, sólo debe acatar las órdenes del partido. Como es obvio, el hombre en tales condiciones está alejado de la vida pública y se vuelve asocial. De este modo se llega a la privación de objetivos individuales: nada me interesa, sólo aquello, que me concierne a mí o a mi familia. Os ruego que prestéis atención en cuanto a que este estado de hechos está ya lejos de todos los slogans del socialismo.
El hombre en este sistema no está bien informado de lo que ocurre en torno a él y vive con un continuo miedo: tiene miedo de perder el trabajo, de perder (si es estudiante) la posibilidad de estudiar, de perder la posibilidad de tener un pasaporte para salir al exterior, y por último, teme todo contacto con la policía. En este sistema el hombre se encuentra solo, aislado, sabe que es débil y que su amo, el Estado es potente, tan potente como el Kremlin. Además este hombre sabe que nada podrá hacer para cambiar. Semejante vida genera un proceso de destrucción de la persona.
ELECCIÓN PERSONAL Y CAMINO EN COMÚN
Veíamos que la situación política tiene efectos sobre la moralidad pública y sobre la privada. Pero permanece la pregunta ¿Quién es el responsable de esto? Cada uno de nosotros, el hombre de la calle, ¿es quizás responsable de un sistema que nosotros no hemos elegido? La respuesta obvia es que este sistema se nos ha impuesto y ya lleva tantos años, que no podemos cambiarlo mientras no seamos responsables.
No obstante, esta pregunta dio lugar en el pasado a algunas tentativas de cambio. Los años 1956, 1968, 1970, 1976 representaron continuas tentativas de hacer algo, pero sin éxito. Y la pregunta permanece, era la pregunta que nada de una necesidad moral de protesta, afectaba a muchos polacos y exigía una elección personal. Esta protesta era demasiado costosa: para unos significaba la pérdida de trabajo, para otros hasta el arresto.
Esta situación dio lugar al momento en que los trabajadores se declararon en huelga en agosto de 1980 en la ciudad de Danzica. La huelga era considerada entonces como una acción ilegal, sin embargo este grupo de personas deciden iniciar algo. Yo todavía no estaba en Danzica, pero sé que se trataba de la suma de una serie de elecciones personales. No pensábamos cambiar la situación, intentábamos protestar, decir un gran NO, y así defendíamos de algún modo la propia dignidad. Era una huelga contra el miedo y contra el propio sentido del realismo, nadie esperaba que fuese a tener éxito.
Pasados unos días, los trabajadores invitaron a un grupo de activistas de la oposición para que colaboraran y decidieran con ellos, en este grupo me encontraba yo. Seguramente esta ha sido la experiencia más importante de toda mi vida pública. Nos encontrábamos ante una situación inesperada: hasta entonces habíamos estado privados de libertad, más tarde comprobamos que la elección a participar en la huelga nos hizo sentirnos de improviso libres. Cada uno de nosotros habíamos creído siempre que estábamos solos, al unirnos en la huelga, descubrimos la presencia de amigos alrededor nuestro, a otros que eran iguales que nosotros. Todos nosotros, unos más otros menos, estábamos inmersos en nuestro egoísmo, en nuestros problemas personales, repentinamente, sin haber hecho nada, nace el sentimiento de solidaridad. Llevábamos sobre nuestras espaldas años de miedo al poder, en aquel momento nos sentíamos valientes. Y por último la experiencia más inesperada: hasta entonces nos habíamos creído débiles, no podíamos hacer nada, pero en ese momento comprendimos que éramos una gran fuerza.
Cuando empezó la huelga, nuestra única fuerza era la fuerza de una moral selecta, pero después de dos semanas al terminar la huelga estábamos de acuerdo en que éramos una gran fuerza política, que podía hacer cambiar la situación del país. Lo que parecía algo extraño se convirtió en algo claro: que la fuerza moral puede tener consecuencias políticas. Ahora el movimiento que nacía se encontraba en una situación completamente nueva e imprevista: si somos fuertes, podemos cambiar la situación, y debemos empezar a cambiarla. Pero no estábamos preparados, no teníamos programas. Habíamos emprendido esta acción para protestar moralmente y nadie preveía, ni siquiera los huelguistas, que más tarde, fundamos Solidarnosc, que en el transcurso de uno o dos meses tendríamos con nosotros a más de diez millones de personas.
DAR PRECISIONES CONCRETAS PARA LA AFIRMACIÓN DE VALORES
Sucedió cuando preparábamos demasiado deprisa, un programa de renovación para la vida pública. Este programa debía estar ligado a la vida. No queríamos cargar con una teoría, somos partidarios de dar precisiones concretas a la gente.
Cuando terminó la huelga nadie pensó en volver a tener miedo en la vida, así descubríamos el valor que tiene la justicia. Ninguno queríamos saber qué era lo que realmente sucedía en esta sociedad, es así como estando juntos afirmábamos el sentido de la verdad. Todos queríamos organizar algo, construir un sindicato con las leyes propias del trabajador, fundar cooperativas y asociaciones, y para esto se necesitaba el respeto de todos hacia los derechos del hombre. Por último ninguno quería volver a objeto de las decisiones de la autoridad, queríamos acercar la posibilidad de la autogestión, lo cual nos llevaba a reconocer que nosotros debemos ser los sujetos, se nos mostraba el valor de la dignidad humana.
Bajo el fundamento de esta necesidad, que nos llevaba a afirmar los valores, habíamos intentado construir nuestro programa social, económico y cultural. No queríamos llegar a un programa político, pero a pesar de todo, en este sistema a cada propuesta nuestra ya fuese económica, social o cultural, se transformaba de súbito en una propuesta política. En un principio no imaginamos que íbamos a ser una fuerza política, pero era en lo que se estaba convirtiendo. También tratamos de hacer un gran programa social pero de igual modo, se revelaba con una carga de significado político.
Nace así el sindicato Solidarnosc: Ahora se nos podría preguntar, en qué medida Solidarnosc es un sindicato y en qué medida es un grupo que abarca a toda la sociedad. Deseábamos inscribir y hacer parte de Solidarnosc, no sólo a los trabajadores, sino también a los jóvenes y ancianos. A la pregunta: ¿Qué es lo que constituye la fuerza de Solidarnosc el sindicato o la nación? Yo respondería que Solidarnosc es sobre todo un sindicato, entendido como un lugar de encuentro de toda la sociedad, y que se ocupa de cuestiones que abarcan a gran número de situaciones, que normalmente un sindicato no se interesa. En nuestro país hay que poner muchas cosas en orden y somos la única fuerza auténticamente social capaz de hacerlo. La sociedad nos ha dado un apoyo tal, que no podemos imaginarnos la posibilidad de sostener a otra fuerza más.
ENGRANAJE VIEJO, SOCIEDAD NUEVA
Como único antagonista nuestro, ha permanecido el poder, el gobierno, el partido.
Como sabéis desde hace un año, es decir, desde que existe Solidarnosc, la prensa habla de conflictos en Polonia entre el partido y el sindicato. Naturalmente no os contaré la historia de estos conflictos, pues requeriría muchas horas, pero quiero expresar su significado fundamental, que gira en torno a esta cuestión: ¿quién tiene derecho a representar a la nación, el partido comunista o Solidarnosc? La sociedad ha cambiado, mientras que hasta ahora el partido y el poder no han cambiado, o ha cambiado muy lentamente y se encuentra en la actualidad frente a la pregunta: ¿Es realmente necesario hacer una transformación en la vida pública o basta cambiar los slogans? Dicho de otro modo: ¿se puede gobernar de una manera diferente que no sea la de impartir órdenes a una sociedad obediente?
Polonia en este momento da la impresión de que es un mecanismo compuesto de dos partes; una de las cuales, la sociedad, se ha rehecho de nuevo, mientras que la otra ha permanecido vieja, no hay entonces que maravillarse si este mecanismo no funciona. Es necesario sustituir esta parte vieja por una nueva, sólo así el mecanismo podrá volver a funcionar. No soy un economista, pero me parece que existe esta necesidad para que la economía pueda volver a su cauce normal.
La historia se hace día tras día, hace dos meses que estoy fuera de casa, de mi país, y todavía no estoy en condiciones de hacer un balance diciendo lo que hemos o no hemos obtenido y que cosas pasarán en el futuro. Con seguridad, nuestra situación es muy incierta: existe el problema de nuestros vecinos; el problema del aparato del partido, que al fin comprende que la sociedad no tiene miedo; el problema de la sociedad que en las actuales condiciones económicas puede no, ser capaz de resistir esta situación a un mismo tiempo activa y paciente. No sabemos cómo terminará todo esto, pero si puedo decir que: la nación polaca después de más de 30 años, renace como sujeto independiente y una gran parte de la sociedad ha tomado conciencia de lo que significa la dignidad humana.
LAS FUENTES DE RENOVACIÓN
En Occidente a menudo nos preguntamos dónde ha tenido origen esta transformación y en particular cuál ha sido la influencia del Cristianismo sobre lo sucedido en Polonia. Deseo aclarar el problema, ya que concurren opiniones que dan una imagen falsa de esta realidad. Hay cuatro puntos para comprender:
I. La religiosidad polaca.
A propósito de la religiosidad lo que todo el mundo cree es que la religiosidad polaca está masificada, es tradicional, sentimental. Los sociólogos han sentenciado hasta hace poco que se trataba de una costumbre social, la cual se transmitía de generación en generación, como una costumbre. Y es justo aquí donde se equivocan porque es necesario recordar que desde hace 30 años en Polonia ser cristiano quiere decir, ir al encuentro de una serie de dificultades de orden político: dificultad en los estudios universitarios, dificultad en el lugar de trabajo y en la carrera profesional, en cuanto al calificativo "clerical", hoy desprestigiado, tiene un sentido de gran significado político. En tales condiciones, si alguno decide tomar parte activa de la vida de la Iglesia lo hace responsablemente, no cumple una elección dictada por el oportunismo, así pues se trata de una religiosidad auténtica. En efecto, ninguno arriesgaría su carrera por una costumbre.
II. El papel de la Iglesia polaca.
En cuanto al papel de la Iglesia polaca, dejemos aparte todas las consideraciones históricas pues podría ser tema para un curso entero. Si nos referimos, por el contrario, a este último periodo, podemos señalar que la Iglesia ha tenido tres momentos fundamentales: en primer lugar, en nuestro país la Iglesia ha sido la única institución verdaderamente independiente del partido. En segundo lugar, ha sido la única institución pública que no mentía (es necesario vivir en un país totalitario donde toda la vida pública está llena de mentiras para poder comprender la grandeza de este valor. En fin que en nuestra Iglesia no ha existido, ni existe, el oportunismo político) la situación es tal que esto parece imposible. Creo que una Iglesia que vive en condiciones difíciles, y no está de ningún modo ligada al poder, es más simpática a los ojos de la gente de cuanto pueda ser una Iglesia fuerte y rica. En Polonia se ha verificado un extraño fenómeno: personas que no creen en Cristo, tienen confianza en la Iglesia como fuerza ideológica, como institución que no miente que está de parte del pueblo.
En tales condiciones la Iglesia ha podido claramente desarrollar un papel significativo y sólo en esta atmósfera se puede comprender lo que para nosotros ha querido decir la elección de un Papa polaco.
III. La presencia del Papa
La elección del Papa polaco ha sido para nosotros un shock, nos ha dado una inmensa alegría a la vez que un gran sentimiento de satisfacción. El siguiente gran acontecimiento, ha sido su visita a Polonia, durante la cual hemos sentido una llamada a la renovación a través de las numerosas homilías y discursos pronunciados. Cuando volvamos hoy la mirada hacia atrás, a aquel momento vemos el nacimiento de Solidarnosc el momento de hacer operativa aquella llamada. Naturalmente contribuyeron otros factores, pero la influencia del Papa seguramente aceleró este proceso.
IV. Los valores cristianos
Nos referimos a los valores típicamente cristianos que se nos han hecho visibles en esta solidaridad. Ante todo la capacidad de vivir: muchísimas personas han sido capaces de vencer al propio egoísmo, dar un significado al propio tiempo y a los propios intereses, por el trabajo en el sindicato. En segundo lugar el coraje o más bien la capacidad de vivirla el propio miedo. Un tercer valor, quizá el más cristiano, es la esperanza, en fin la capacidad de abstenerse del uso de la violencia, y la paciencia que maravilla a aquellos que nos observan.
Hay alguien que ha dicho: ¿Pero qué revolución es ésta, si ni siquiera se ha roto un cristal? Creo que todo esto está unido a la inspiración cristiana.
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