Si agudizáis el olfato, os daréis cuenta de que ya empieza a oler a Navidad...
Frío en las orejas, nieve en la sierra, anuncios de juguetes, escaparates con estrellitas y la familia hablando de turrón y vacaciones. Indicativos pobres los que enumero pero significativos para todos.
¿Os podéis imaginar; acaso, el nacimiento del Niño Dios a 402 de temperatura, sin anuncios, sin decorados y sin familia? Difícil ¿eh? Si, y triste, os lo aseguro. En un país extranjero y demasiado lejano, incomunicados a causa del lenguaje... porque ¿a ver quién sabe tailandés? y, lo peor de todo, sin cristianos con los que poder celebrar la venida de Dios a los hombres.
Así que os podéis imaginar lo que me acordé de la convivencia de Navidad, de las reuniones preparatorias de Adviento, del "rollete" de los curas... todo lo peor se me hacía como lo más delicioso y deseado del mundo.
La tarde de nochebuena estaba comprando los últimos regalos para mi familia en una de las céntricas calles comerciales de Bangkok
era de noche, hacía muchísimo calor, la ropa se pegaba al cuerpo, entré en un local y sobre una de las estanterías y, entre otras figuras representativas de todos los dioses orientales, me encontré la imagen de la Sagrada Familia adornada al estilo de allí: guirnaldas de flores, y velas.
Me quedé mirándola (no sé cómo explicarlo) con ternura, admiración... no sé... recé un Ave María...
Se me acercó una thailandesa que me preguntó, en un inglés tan malo como el mío, que si era cristiana, me quedé un poco cortada y le dije que sí. Entonces se puso muy contenta y comenzó a contarme qué se yo... Porque sólo comprendí que ella y su familia también eran cristianos... Yo le sonreía y le decía a todo que sí... , estuve tentada a pedirle que me invitara a su casa pero al final solo le di un beso y le desee una feliz Navidad.
No sé si era católica o protestante, pero la alegría de aquella mujer thailandesa me ayudó a sentir la presencia de la Iglesia y... aquella noche, en uno de los mil chiringitos callejeros de Bangkok, Charo no cenó sola.
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