Así se dirigía el Papa a mil franciscanos que iban a realizar una misión popular en la diócesis de Roma. Se acercaron a la gente no sólo en las iglesias, sino en las plazas de los pueblos y en las mismas casas.
"Una cosa debe quedar clara en el esfuerzo catequético, no es cuestión de adaptar el Evangelio a la Sabiduría del mundo".
También les recordó la importancia insustituible de la acción catequética de la familia, y les explicó cómo el lugar más idóneo a la psicología del hombre moderno es la casa familiar, como cuando los apóstoles cada día en el templo y en la casa no cesaban de enseñar y llevar el anuncio de Jesús.
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