"Hoy día el poeta tiene un cargo parecido al de un cura protestante: está en una iglesia vacía y predica; y cuando llega gente a la iglesia, se sientan y escuchan, entonces se asusta, porque ya no está acostumbrado a ello. Pero naturalmente le causa alegría".
Hermann Hesse
¿Implica el hecho de ser cristiano una actitud específica frente a la poesía?
Vamos a ver que sí, porque una de las características propias del hombre cristiano es que sea un hombre abierto a la palabra. Por palabra entendemos en primer lugar la palabra humana poética - no la frase intranscendente - y en segundo lugar la Palabra de Dios, que exige como supuesto previo para ser entendida realmente una aptitud para
oír la palabra poética.
Esta apertura a la palabra la podemos concretar en cuatro puntos:
- El hombre debe tener los oídos abiertos a la palabra mediante la cual el misterio, Dios, se hace presente. Es pues necesario aprender a escuchar. Las palabras temporales tienen un sentido eterno y quieren evocar lo innombrable. Se puede ser sordo al sonido espiritual, y si es así en nosotros, es posible que aun no hayamos entendido lo que es el cristianismo.
- El cristiano tiene que saber oír palabras que tocan el corazón en su centro. La Palabra de Dios busca el corazón del hombre, la totalidad humana. No es un discurso meramente racional, pues las palabras sagradas son creadoras en el corazón.
- Debe ser también capaz de oír la palabra que une, porque la palabra auténtica une, lo mismo que el amor. La palabra hace que en cada ser esté presente el todo. Es pues necesario aprender a captar en las palabras cristianas el timbre oculto del amor aunador.
- Por último, debe poseer la capacidad de descubrir el misterio inefable encarnado en la palabra, porque no podemos olvidar que la Palabra por excelencia es Cristo, el Logos del Padre, que con su encarnación dice todo lo que hay que decir y asume nuestra palabra llenándola de verdad y gracia.
Esto no quiere decir, desde luego, que las palabras nos manifiestan plenamente a Dios. La poesía corno el arte en general, apunta y se abre al infinito, pero no nos da el Infinito. Al final las palabras serán palabras de adoración ante el misterio o en último término el silencio cuando ya las palabras no son necesarias para acercarnos a Dios.
La poesía es necesaria y como cristianos hemos de amarla y luchar por ella, pues así defenderemos lo verdaderamente humano que Dios ha asumido. Tenemos la obligación de defender la poesía eterna, la de todos los tiempos y salir al encuentro de la poesía grande, aunque a veces nos parezca equivocada o no coincida con la plenitud cristiana, pues siempre tendrá el sello de un espíritu que anhela trascendencia.
Prediquemos aunque la iglesia esté vacía que ya se irá llenando, pues este mundo necesita y anhela belleza, verdad y vida.
(Este artículo expone ideas del teólogo Karl Rahner, especialmente de su artículo "La Palabra Poética y el cristiano" Escritos de Teología IV. Taurus Ed.S.A, Madrid, 1963)
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