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Huellas N., Marzo 1982

IGLESIA HOY

En la diocesis. Misiones

¡Va de festivales de la canción!

El domingo 14 de febrero me invitaron a uno de estos festivales en la parroquia de los Dolores. Varios grupos y coros se reunieron bajo el lema "Seamos Misioneros Cantando". Todos con un objetivo ­digno de gritarle no sólo un iviva!, si no un ¡que se repita! Se trataba de conseguir fondos para un sencillo centro antituberculoso en la mitad de una sel­va en Chocó (Colombia). Pero es más bonito todavía: el festival lo habían organizado los jóvenes de la parroquia porque se sentían comprometidos con una ­gente pobre y enferma a la que no cono­cían; vamos, no la conocían de vista, pero sí de oídas; porque Pilar Malina, una misionera de la Parroquia de los Dolores vive con ellos, y les había contado tanto de estos hermanos, que los jóvenes sintieron que lo eran de verdad y tenían que hacer algo por ellos. Me imagino muy fácilmente a Pilar, no solo agradecida, sino emocionada de sentir que allí donde ella está anunciando el Evangelio y sanando enfermedades, entre los más pobres, está también presente su parroquia.

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Y como decía que va de festivales mi­sioneros de la canción, pues os voy a informar de otro que es a nivel de diócesis. Todos los años se celebra antes de Semana Santa con el fin de recaudar fondos para beces de jóvenes del Ter­cer Mundo. Es festival-concurso. Se presentan canciones originales en letra y música entorno a un tema misionero. El de este año ha querido unir el tema de la evangelización con Sta. Teresa, como homenaje en su centenario. Por eso, la letra deberá expresar de una u otra manera aquello que decía la Santa: ha­cen falta AMIGOS FUERTES DE DIOS. Se admiten canciones hasta el 13 de marzo. Hay que presentar la letra por tripli­cado y acompañar un casette con la canción grabada, antes de esa fecha, en el consejo Diocesano de Misiones, Mo­desto Lafuente, nº 11, Madrid-3.
También podéis enviarla por correo in­dicando: Festival de la Canción Joven Misionera y Teresiana.
Bueno, eso para los que queráis presentar canciones, pero para todos: actores y espectadores, es la invitación: el domingo día 28 de marzo a las 10,30 de la mañana en el salón de actos de las Es­cuelas del P. Piquer, C/ cañaveral, 96, (Metro Pl. de Castilla). Las entradas, así como los carteles anunciadores del festival, podéis retirarlos en el Consejo Diocesano de Misiones.


Día de la hispanidad
El día 7 de marzo, la Iglesia española celebró el "Día de Hispanoamérica". La jornada pretende sensibilizar a los católicos españoles sobre los problemas de las Iglesias hermanas, sus logros, sus actividades, sus necesidades. Quiere suscitar una actitud y una realidad de comunión, una toma de conciencia y un compromiso serio. Muchas de estas iglesias solicitan ayuda pastoral de España: mi­sioneros laicos, religiosas, sacerdotes. Ciertamente hay una presencia signifi­cativa de la Iglesia española en Latinoamérica, pero hace falta más. Actualmen­te hay más de 17.000 religiosos españoles, 681 sacerdotes diocesanos'! algunos grupos de laicos misioneros, pero HACEN FALTA MAS. Más de 50 diócesis solicitan urgentemente personal colaborador apostólico: sacerdotes para labor parroquial, catequistas, seglares para trabajos de promoción humana y capacitación técnica.
El "Día de Hispanoamérica" tiene como fin, no simplemente realizar una colecta, sino suscitar vocaciones misioneras (1) para poder cubrir, al menos, algunas de las numerosas solicitudes de zonas verdaderamente necesitadas de colaboración.

(1) El subrayado es de N.T.


19 de Marzo. Día del Seminario
Este año nos haces falta tú
Con esta frase el Centro Pastoral Vocacional de la Diócesis de Madrid quiere llamar nuestra atención sobre una de las realidades más claras y preocupantes de los tiempos actuales: la carencia de sacerdotes. Un repaso a las estadísticas muestran este hecho: en 1969 se ordenaron 520 sacerdotes en toda España. En 1980 la cifra descendió a 194. Por otra parte de 22.627 sacerdotes con cargo dio­cesano en 1968, hemos pasado a 20.272 en 1980. También llama poderosamente la atención que la edad del 53% de los sacerdotes diocesanos oscile entre 45-65 años, y que la media nacional sea de 53 años.

Como es natural el Seminario de Madrid ha sufrido esta cri­sis. Desde hace dos años está experimentando un crecimiento de vocaciones. Hoy día cuenta, aproximadamente, con un centenar de seminaristas. Sin embargo, este ascenso resulta completamente insuficiente para la diócesis.

La realidad es preocupante porque la Iglesia sin sacerdotes no puede mantenerse. La comunidad eclesial necesita hombres que la instruyan, santifiquen y presidan; hombres que respondan generosamente al Señor.

Por esto, queremos hacer un llamamiento a todos los jóvenes para que tomen conciencia del problema y se planteen con seriedad la vocación a la que están llamados por Jesús. No se trata de ser todos sacerdotes (entre otras cosas porque el Señor sólo elige a unos cuantos), sino de descubrir nuestra vocación. Estamos seguros de ello: si pu­siéramos todo nuestro empeño en averiguar cuál es la llamada de Dios para­ cada uno de nosotros y fuéramos fieles a ella, habría más sacerdotes. La claridad de vocación implicaría también ­más religiosos, matrimonios y comunidades donde se viviría con mayor profundidad el plan de salvación de Dios para todos los hombres.
El 19 de Marzo celebramos el Día del Seminario, la jornada de oración por las ­vocaciones sacerdotales. Su finalidad es evidente: pedir a Dios que mande obreros a su mies. Recemos, por tanto, uni­dos a la Iglesia en este día para que haya jóvenes dispuestos a dar un sí ra­dical al Señor; para que los sacerdotes con su testimonio den ejemplo a todos los cristianos y promuevan vocaciones sacerdotales.


Universitarios. Ser religioso o ser cristiano
Resumen de la conferencia del 13 de Febrero
Dos malentendidos desfiguran el senti­do de lo religioso hoy en día. Uno de ellos, aportado por nuestra cultura contemporánea, es la indiferencia, la insensibilidad: "religiosamente hablando no tenía oído", decía Max Weber. El otro lo aportamos nosotros, los que nos decimos religiosos. Adaptamos tan­to lo religioso a lo secular, que lo secularizamos hasta hacerlo desaparecer (en esta línea nació la "teología de la muerte de Dios", contradictoria ya en el nombre).
De todo ello surge una actitud de sospecha ante lo religioso: la sociolo­gía dirá que la religión es el opio del pueblo, la antropología social y cultural ve en ella un producto que sustituye a la falta de desarrollo, y la psicología la reduce a fruto de la mera ilusión. Ante este contexto hostil ¿cabe acomplejarse? Evidente­mente no, pero muchas veces lo esta­mos. Quizás no nos hemos parado a pensar que el cristianismo es una religión; y que sólo si asumimos serena­mente su componente religioso podremos vivirlo con naturalidad. Así planteó, magistralmente, D. Juan de Dios Martín Velasco el tema de nuestra reunión.
A partir de aquí dos pasos: el primero aclarar qué es religión y describir qué es la actitud religiosa; para en el se­gundo "mostrar lo peculiar de ser cris­tiano", no hubo tiempo. El mismo Juan de Dios nos ha completado su ponencia.
En su concisa, profunda y excepcional presentación del hecho religioso partió de la reflexión sobre los datos aporta­dos por las diversas religiones, y vimos cómo valores propios del cristianismo sólo se descubren al conocer otras re­ligiones. El término religión es amplio y complejo, comporta una serie de elementos exteriores, que incluyen tanto expresiones objetivas como subjetivas, que se dan siguiendo las distintas di­mensiones - racionalidad, sentimiento, temporalidad, sentido comunitario - del sujeto humano. Pero de nada sirven todos estos actos externos si no son reflejo de una auténtica actitud interna. El centro de esta actitud religiosa es la adhesión del sujeto a Dios. Pero el término insustituible que designa la realidad suprema ha sido desgastado, ­envilecido y mutilado; el único camino para llenarlo de contenido ­será la experiencia de Dios; la relación vivida con Él.
Una serie de rasgos definen la auténtica experiencia de ­Dios:

- Dios es una pregunta última, un vacío, una inquietud, una nostalgia, una espera y todo ello junto. Es algo que en este mundo no se llega a experimentar plenamente.

- Dios es una presencia original: es tan radical que no entre en relación conmigo después de que soy, sino que me convoca; me da el ser. Una presencia que no deja ninguna zona de soledad; no experimenta el fracaso de la infidelidad y la muerte. Otras presencias hastían; la presencia de Dios es "mayor que nuestro corazón", está siem­pre abierto a otras formas de plenitud; no es quieta y está urgiendo a nuevas búsquedas. En esta relación con Dios está implicado el hombre total.
A Dios no se le descubre ni se le imagina; se le "padece". Si no se le ha sufrido no se puede hablar de Él.

- En la relación con Dios descubrimos la seriedad y profundidad de lo filosófico... , pero lo fundamental de la actitud religiosa es que el hombre reco­nozca a Dios; "para ello es necesario pasar del espíritu de posesión al espíritu de pobreza", es decir, dejar de ser yo el centro del mundo y ponerme a girar en torno a Dios; trascenderme. Esta idea es la que desarrolla la Parábola del Hijo Pródigo: El hijo quiere apropiarse algo para tenerlo él exclusivamente, poseerlo él y desde el mismo. Lo que quería tener se le disipa; porque lo ha querido tener en soledad. Decide ser padre lo acepta como hijo. Ser hijo es tenerlo todo en la comunión con el Padre; sin reservas. He ahí la auténtica religiosidad: la comunión con Dios, la caridad.

De entre los distintos puntos del enriquecedor coloquio, resaltó el que se refiere a la idolatría: ésta puede ser una ­perversión de la relación con Dios, así ocurre cuando aten­demos más a los bienes de Dios (consuelos, seguridades, etc) que a Dios mismo. Esto es poner a Dios en función del hom­bre y en definitiva perder la gratuidad del amor de Dios. Sin comentarios.

Próxima conferencias
3 abril
JOSE MIGUEL ORIOL
"Responsabilidad de los laicos en la tarea eclesial"

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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