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Huellas N., Marzo 1982

IGLESIA HOY

En la diocesis. Los cristianos ante el paro

Fernando Gallardo Olmedo*

La diócesis de Madrid está realizando durante este año una campaña de lucha contra el paro. Quiero aprovechar esta ocasión para realizar una serie de reflexiones ante este grave problema y sobre la postura que los cristianos debemos adoptar.
Pienso que para comenzar sería interesante mostrar una serie de datos que nos revelasen la magnitud del problema.

Evolución de la tasa de paro
1974: 2,9%
1975: 4,7%
1976: 5,3%
1977: 6,3%
1978: 8.2%
1979: 10,1%
1980: 12,6%
1981: 13,6%

Fuente: EPA
Los datos están referidos al 4° trimestre de cada año, excepto 1981 que se refiere al 1°.

El cuadro expresa claramente la evolución acelerada de la tasa de desempleo. Según la Encuesta de Población Activa, los parados a junio del 81 eran de 1.783.500. Y un último dato: en los últimos seis años el número de puestos de trabajo ha descendido vertiginosamente. Se han perdido dos millones de puestos de trabajo en el periodo 1975 - 1981.

Vemos, pues, que es un problema real, dramáticamente real. Lo primero que surge es la obligación de hacer todo lo posible para luchar contra el paro; y no sólo por parte. de los responsables de la política económica, sino por parte de todos los ciudadanos. Y ello es así porque es una cuestión que atañe de una manera muy directa a la consecución de dos de los objetivos situados en la cúspide de toda la sociedad: igualdad y justicia, y que deben ser asumidos por cristianos y por no cristianos.
Por los cristianos con más razón porque sabemos que el precepto evangélico del amor a Dios se manifiesta en el amor efectivo a los demás y luchar por la justicia e igualdad de los demás (en el paro hay un importante elemento de injusticia y desigualdad) es amar al prójimo.
Juan Pablo II, en Laboren Exercens, hace una importante distinción entre el trabajo en sentido objetivo y el trabajo en sentido subjetivo, llegando a la conclu­sión de que el hombre como sujeto prioritario del trabajo (sentido subjetivo) debe privar sobre los avances técnicos (sentido objetivo). Pues bien, ­con el fenómeno del paro, el elemento prioritario del trabajo tiene cerrado el acceso a uno de sus derechos fundamentales. No podemos permanecer indiferentes ante tan grave problema.
Antes de pasar a estudiar algunos puntos sobre las actitudes y posibles salidas al problema, quiero dejar constancia de la inadmisibilidad de ciertas posturas gratuitas presentadas por personas, incluso cristianos, pa­ra tranquilizar la conciencia o, en el mejor de los casos, por ignorancia. Hemos oído con frecuencia afirmaciones de este estilo: "El que no trabaja es porque no quiere", "El que no trabaja es porque no busca empleo", etc. Estas son generalizaciones que no coinciden con la realidad. Cierto es que existe una parte sustancial de fraude y de culpa de algunos "parados"; pero lo que no es admisible en modo alguno es hacer de la parte el todo.
En cuanto a las soluciones al proble­ma del paro hay que decir que, dados los actuales presupuestos económicos y de valores, no se puede resolver técnicamente el problema al completo. Voy a intentar exponer en el resto del artículo las posturas que el cristiano (el político, el trabajador...) y no sólo el cristiano, debe de adoptar para atacar el problema a corto plazo. La esencia de estas medidas es la solidaridad y el amor. Es preciso reconocer que no se trata de que de­ba crecer la tarta para que tomen más los que menos tienen, sino que hay que repartir la tarta mejor sin esperar a que crezca. Las medidas necesa­rias serían:

1. Solidaridad de los que tienen un puesto de trabajo con los que no lo tienen. Está claro que aquí se evidencia el amor al prójimo. Pero, ¿qué aspectos concretos podría abarcar este punto?
- Renunciar a las horas extraordi­narias.
- Supresión del pluriempleo en la medida en que las retribuciones del primer empleo sean suficientes y dignas.
- Adherirse a cierta moderación salarial con objeto de favorecer el empleo de los parados.
- Ciertas aportaciones directas, pecuniarias sobre todo, que in­tenten aliviar algún caso concreto. En Andalucía, un lugar especialmente castigado por el paro, se publicó en la Navidad pasada una pastoral de los obispos andaluces en la que una medida de solidaridad era la de renunciar, íntegra o parcialmente, a la pa­ga extraordinaria en favor de los parados.

2. Actitud de los empresarios. Si a los trabajadores les exigimos cola­boración, a los empresarios también habrá que pedírsela. Además el po­der y la solvencia de éstos es superior a la de aquellos. Para ello pienso que el empresario debería:
- Comprometerse a invertir más, pero no inversiones especulativas sino productivas. Posiblemente con esto se quiebra en algo el principio de la maximización de beneficios, pero una estrategia de solidaridad lo re­quiere.
- Desterrar el fraude que en ciertas ocasiones provocan, junto con algu­nos trabajadores. Por ejemplo, con­tratando subterráneamente a trabajadores que perciben el subsidio de desempleo.

3. Postura del Estado. El Papa, en la encíclica Laboren Exercens, distingue entre empresario directo e indirecto. El empresario directo es la persona o institución con la que el trabajador negocia directamente su contrato de trabajo. Por empresario indirecto po­demos entender todos aquellos factores que atañen de alguna forma la relación laboral. Pues bien, el Estado es, o debe ser, la parte central de esa figura del empresario directo. El papel del Estado es, pues, fundamental.
- Debe establecer programas para favo­recer a determinados colectivos en inferioridad de condiciones. Por ej. las personas con cargas familiares.
- Favorecer la inversión pública redu­ciendo lo menos posible las prestaciones para subsidios.
- Luchar enérgicamente contra el fraude.
- Adecuación del sistema educativo al mercado de trabajo.
- Medidas de política económica tendentes a dar prioridad al factor­ trabajo sobre el factor capital. Esta idea también es reflejada par el Papa en la citada encíclica.

4. Y algo que quizá sea lo más impor­tante: la unión entre trabajadores, empresarios y Estado para atacar juntos y lo más desinteresadamente posible al problema. Los cristianos, estén en el colectivo que estén, deben colaborar ilusionadamente con cristianos y no cristianos. Pienso que es una obligación moral acorde con la doctrina que profesamos. Creo que el ANE, en este terreno, puede ser una semilla. En su texto recoge varias de las propuestas anteriores.
Por supuesto que con esto no se conse­guiría erradicar el problema de una ma­nera total, pues hay que tener en cuen­ta además otra serie de variables económicas; pero estaríamos en camino.
Esto es, en rasgos generales y sin pro­fundidades técnicas, las reflexiones que un cristiano se plantea sobre el problema del paro. En cuanto a las se­cuelas que arrastra el paro hay que decir que son bastante graves, pero esto sería cuestión de otro artículo.

*Parroquia San Miguel

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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