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Huellas N., Marzo 1982

COLABORACIONES

Entrar en Cuaresma

Félix Castedo

Al llegar la cuaresma, cada año, es muy posible que a muchos cristianos se les ponga un poco la "cara larga". Cuaresma suena a algo así como privación ­de las cosas buenas de la vida: ayuno, penitencia, pecado, conversión... Hasta el litúrgico color morado parece querer poner su nota de tristeza o "quasi" luto. Buena prueba de esta concepción triste y angustiosa de la Cuaresma es el hecho del nacimiento de u­na fiesta no muy cristiana, precisamente: el Carnaval. Surge el Carnaval, justamente en vísperas de la Cuaresma, como un querer dar rienda suelta a los
placeres antes de verse sometidos a los rigores de la penitencia.

¿Es, realmente, algo tan triste y negativo la Cuaresma? ¿consiste en unos meros ejercicios de privación porque en­ este tiempo "toca" hacer penitencia?

Digamos, ante todo, que la Cuaresma es la preparación de la Pascua. Y la Pas­cua nos habla de Vida, de Resurrección, de plenitud. La meta es la Pascua, no
la Cuaresma; exactamente igual que la meta de Cristo es la Resurrección, no la Cruz. Pero la muerte en cruz es el paso obligado para Jesús para llegar a la glorificación. Los entrenamientos y privaciones de un atleta no son su meta: son el camino para llegar al anhelado triunfo. Todo lo da por bueno, por muy duro que seam el que desea alcanzar la corona de la victoria (y "una corona que se marchita", que diría San Pablo). No­sotros aguardamos una corona que no se marchita. Y cuando en ella ponemos nuestra ilusión, nuestra meta, nada puede - parecernos poco con tal de alcanzarla.
Históricamente, surge la cuaresma en la Iglesia, con toda probabilidad, como una continuidad o imitación de la preparación de la Pascua judía. En un principio, se limitaba al ayuno del sábado santo, extendiéndose después este ayuno a va­rios días, y, posteriormente, a varias semanas. Al mismo tiempo, se fueron asociando a este tiempo dos prácticas fundamentales de la Iglesia:
- la reconciliación de los penitentes
- la preparación inmediata de los catecúmenos al bautismo.

Pedro de Alejandría (s. IV) fija en cuarenta días los ejercicios de peni­tencia y el ayuno que deben imponerse a los penitentes entre el momento de su admisión a la penitencia y el de su reconciliación (casi con toda certeza, a imitación de la cuarentena de Jesús en el desierto). Así llegó a adquirirse la costumbre de reconciliar a los peni­tentes el Jueves Santo, exactamente cuarenta días después del domingo primero de cuaresma.
Siendo la Pascua de Jesús el paso a u­na Nueva Vida, a la Resurrección, casi inmediatamente comienza la Iglesia a celebrar en esta fecha el sacramento del Bautismo, el renacer a una vida también nueva. Ya San Pablo había establecido este paralelismo en su carta a los Romanos: ser bautizado es ser sepultado con Cristo para resucitar, con Él, a una vida nueva. La Cuaresma sería así también el tiempo de preparación de los catecúmenos para llegar a su bautismo
en la Pascua. En este tiempo se realizaban los escrutinios para examinar su grado de fe y conocimientos, y se les entregaba el símbolo de la fe, el Credo. Todavía hoy podemos ver, en las lectu­ras propias del tiempo de Cuaresma, es­pecialmente en los últimos días, constantes alusiones a la fe y al Bautismo.
La generalidad del pueblo se asoció a estos dos grupos de cristianos a fin de ayudarlos mejor, y también para poder participar toda la Iglesia en esta pro­fundización en la vida cristiana. En Roma, la institución de la cuaresma, así comprendida, existe ciertamente el año 384.
Entremos, pues, en la Cuaresma.
Siendo todos pecadores, todos debemos entrar en el "ordo poenitentium" el miércoles de ceniza para realizar, du­rante toda la Cuaresma, obras de conversión. Podremos así ser reconciliados con Dios para celebrar dignamente la Pascua.
Recordemos también la obligación, generada por el Bautismo, de crecer en la fe y en nuestra filiación divina para poder celebrar, en la noche de la Pascua, el hecho de nuestro propio paso a una vida nueva. La Pascua, fiesta de la luz, de Vida, de alegría, de triunfo, será así un auténtico anticipo de la Pascua Eterna que todos esperamos celebrar unidos para siempre con el Señor.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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