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Huellas N.4, Abril 1981

CARTAS

Carta desde Uganda

Fidel

Querido amigo Carras y todos los herma­nos de Comunión y Liberación: A todos Paz y Gracia en el Señor Jesús. Hace tiem­po que sentía necesidad de entrar en comu­nicación con vosotros, pero me faltaba el tiempo necesario para una conversación sosegada con los amigos.
(...)


Nuestra pequeña comunidad de C.L. ugandesa está viviendo una temporada de intensa experiencia espiritual en la que se suceden momentos de desierto con otros en los que la potencia de Dios se hace ver en nuestra debilidad de pequeños davides frente a los poderosos goliats del momento. Gozos, esperanzas y dolores: un mosaico agridulce. Esta es nuestra vida aquí en Kitgum.
Empiezo por los gozos. El día 15 de agosto tuvi­mos un momento de Sinaí poderoso. Cuatro de nuestros hermanos -dos europeos, uno de ellos Alfonso Poppi, y dos africanos-, tras seis años de ca­mino arduo en la fe y la esperanza eran ordenados sacerdotes ( ... ). Aquel 15 de agosto les rodeábamos prácticamente todos los sacerdotes de la diócesis, Iglesia de Dios en Gulu, en unión profunda eclesial con nuestro obispo Cipriano Kihangire que exulta­ba de gozo visible, del obispo César, nuestro vecino y de la comunidad cristiana de Kitgum. Quince miembros de comunidades de C.L. de Italia vinie­ron a acompañarnos en este día memorable. Uno de los momentos más emocionantes fue cuando un viejo sacerdote acholi (el primero), ordenado hace 40 años y que había abandonado el sacerdocio des­pués de dos o tres años de su ordenación, subió al altar (al aire libre), se arrodilló ante nuestro obispo y le suplicó perdón y gracia a él y a la iglesia de Dios por su "apostasía". Luego el viejo John On­gom, este es su nombre, se levantó y de cara al pueblo de Dios, hizo confesión pública y detallada de su vida de infidelidad durante casi 40 años. El silencio en la gran plaza era impresionante. Yo per­sonalmente no pude sino esconder el rostro entre mis manos y llorar a lágrima viva. Toda mi aparen­te dureza fue más débil que mi emoción. Cuando el viejo sacerdote acabó su confesión pública el obispo se levantó, le dio un enorme abrazo y dán­dole la absolución de la Iglesia lo aceptó plenamen­te en la comunión eclesial y presbiteral. En este momento la gente, la Iglesia de Dios allí presente, corroboró el gesto del obispo con un inmenso aplauso y gritos de aleluya.
Luego todos los sacer­dotes pasamos uno a uno a darle el abrazo de paz, pero el abrazo más largo, el más coreado con aplau­sos y gritos de aleluya, fue el del nuevo sacerdote Remigío Obol. Era su sobrino. El P. Ongom volvió a la Iglesia cuando vio la persecución de Amín contra ésta. El obispo Cipriano le impuso entonces tres años de prueba y penitencia, y ahora llegaba el momento de la comunión plena. "Hermanos en la fe, nos dijo aquel día, en mi largo camino de ausen­cia y lejanía de Dios y su Iglesia, el único recuerdo vivo que nunca se borró en mí fue el amor a la Madre de Dios, y ella me trajo de nuevo a la Iglesia de la que también es madre".

Allí, aparte, estábamos unos cuantos sacerdotes que en cierto sentido teníamos parte en lo que allí estaba aconteciendo ( ... ) Los frutos de ocho años de trabajo se veían ahora: de esta comunidad ya han salido 12 sacerdotes de este estilo ( europeos y africanos). La experiencia es sencilla y de una pobreza extrema: vida de oración intensa, personal y comunitaria, un confrontarse diario y semanal a nivel comunitario con la palabra de Dios, estudio teológico del grupo bajo la guía de estos cuatro (ahora tres) sacerdotes que trabajamos al mismo tiempo como pastores (misioneros), trabajo ma­nual diario (los seminaristas tienen que hacerse to­do: aquí no hay sirvientes, llevan la casa, la parro­quia, etc ... ) y trabajo pastoral misionero con las comunidades de la misión, en las cárceles de la ciudad, en el hospital... Una vida a veces dura: co­mida a la africana, sentido de austeridad, franqueza en las relaciones, la lengua acholi o inglesa como lengua comunitaria ( os confieso que a veces la re­nuncia a la propia expresión cultural es el punto más difícil). Esto es lo que constituye esta singular experiencia de formación sacerdotal para gente adulta, pero llena de juventud.
Estos son los gozos y las esperanzas. Pero luego están los dolores, los viernes santos continuos, donde te toca vivir la fe desnuda en momentos a veces reflejos de la agonía del Salvador en el Huer­to. ( ... ) Uganda es hoy día un país descuartizado por los odios tribales y una semiencubierta guerra civil de partidos. Nuestro lobo ya va mostrando las orejas. Las tiene rojas. Pero nuestras comunidades no le tienen miedo. ( ... ) En la región vecina ha habido una revuelta. Las víctimas se cuentan por mi­llares. La gente ha escapado (unos 300.000 se dice) al Zaire. Aquello es ahora la desolación. También las misiones han sufrido. Muchos compañeros nues­tros han visto en peligro sus vidas; varias misiones han sido arrasadas. Y esto nos puede pasar a noso­tros en cualquier momento. Estas son nuestras angustias. ( ... )
Creedme, cuando cada sábado nos reunimos pa­ra la escuela de comunidad a la noche, con frecuen­cia cansados y angustiados por los mil problemas de cada día: falta de medicinas, dificultades en el funcionamiento del hospital, falta de agua, el transformador de la luz que falla, que si han mata­do a dos madis, el hambre, que si el grupo cristiano hoy te ha fallado, etc ... , entonces quedas desnudo ante ti mismo y ante Dios, y lo único fuerte que sientes es la Comunión que se convierte en desafío liberador y posibilidad única para una transforma­ción de esta hoguera de injusticias y odios. Nos reunimos casi a diario y esta compañía te va for­jando para la madurez cristiana a través de no po­cos fuegos que te consumen. Creo que de esta ex­periencia, -pienso que casi única dentro del movi­miento de Comunión y Liberación- y me refiero a nuestra convivencia comunitaria en Kitgum: tres matrimonios de médicos jóvenes, dos recién casa­dos y uno con hijos, dos solteros consagrados a Dios, y varios sacerdotes (tres combonianos y uno no), ya os hablaré otro día. Lo que sí repito, es que hemos sentido con claridad que el Señor, en este preciso momento, nos está haciendo una clara llamada a la santidad. Tenemos problemas, cómo no, pero todos ellos no se pueden resolver más que al baño maría de la santidad ...
Hay un punto sobre el que estamos insistiendo en nuestra escuela de comunidad y sobre todo en nuestra vida diaria: es el tema de la vivencia de la presencia del Señor, vivido en cada circunstancia y en cada persona que encuentras ...
(Aquí Fidel se extiende densamente sobre el te­ma de la ''presencia"; de modo que es difícil resu­mir. Todo ello serviría para la meditación; por eso, si alguno está interesado en tener el texto íntegro de la carta, os la podemos enviar fotocopiado). Termina así:
Queridos Carras y amigos de C.L.: estos pensa­mientos son algunos puntos que en esta comuni­dad de Kitgum hemos meditado a lo largo de este curso en nuestra escuela de comunidad, una escue­la celebrada en medio de tragedias terribles de un pueblo zarandeado, en medio de acontecimien­tos que han hecho con frecuencia estremecer de emoción o de angustia nuestras vidas; pero preci­samente aquí, en medio de todo este mundo de pecado y de gracia a la vez, hemos sentido más fuerte que nunca una llamada: la llamada clara de cada una de las personas y de la comunidad a la santidad, a una santidad cuyo sentido te he inten­tado explicar. De todo esto he querido haceros partícipes. Un abrazo muy fuerte y hasta la tuya, las vuestras.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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