Ultimamente parece estar de moda discutir acaloradamente sobre la ley del divorcio, criticar no ya lo que los obispos han dicho sino el mismo hecho de hablar. Parece han lógico que El País mismo se manifieste en una línea pro-divorcio y, en cambio, muchos atacan que los obispos hagan una declaración en contra, olvidando que son tan ciudadanos como ellos y que además son pastores de una comunidad bastante más numerosa -a pesar de la flojedad de nuestro catolicismo - que los lectores no sólo de un periódico sino de todas los periódicos de este país juntos.
La inteligencia de muchos de nuestros intelectuales y políticos de postín no llega a comprender que nuestros obispos hablen además en el momento oportuno, es decir, cuando mayor influencia y trascendencia pueden tener sus palabras, lo que pone al descubierto la obtusidad de esos intelectuales y políticos y sus dificultades para comprender tal cual es la realidad. ¡Cuánta tinta gastada sobre la ley del divorcio! Y cuántos tinteros aguardan todavía para el aborto, los anticonceptivos, la liberalización de la droga, la justificación de la homosexualidad o el lesbianismo.
Sin embargo, no pienso que esos sean los temas y los problemas de que hablan por la mañana el millón y medio de parados cuando salen a buscar trabajo o cuando permanecen en casa porque ya no albergan ninguna esperanza de encontrarlo; como tampoco de los millones de trabajadores que acuden sí al trabajo, pero que nos las tienen todas consigo respecto a la seguridad de su empleo porque su empresa está en peligro de quiebra; ni de quienes van cobrando a goteo cuando y como pueden.
-La gravedad del problema.
Estas navidades, hablando con algunos de mi barrio, me comentaban que en Palomeras (Vallecas) comenzaba a haber hambre. Recientemente el obispo de Jerez a de la Frontera en una carta pastoral, comunicaba que el fantasma del hambre era una realidad en aquella diócesis y advertía a los cristianos de su responsabilidad ante el problema.
No se trata, por desgracia, de afirmaciones alarmistas sino de la realidad de los números. Las estadísticas oficiales -nada sospechosas de exageración-dan un 12,5 % lo que corresponde a casi un millón y medio de parados para el conjunto de nuestro país. Pero la estadística necesita ser interpretada, porque la geografía del paro, como sabemos, es desigual: en Cádiz, por ejemplo, tienen un 24% de parados, es decir, que de cada 100 gaditanos 24 no tienen trabajo. Si esto es así y lo es porque los datos son verídicos, aunque no exhaustivos, es seguro que el hambre es ya una realidad en nuestro país.
Y, ¡ojo!, que esas estadísticas no contabilizan el drama de nuestro sector agrícola agravado en la presente campaña por la sequía, ni la decadencia de nuestro sector pesquero castigado cada día más duramente con la falta de licencias.
El problema es grave, en primer lugar, porque son personas quienes lo padecen y, en segundo lugar, porque constituye una amenaza para la paz social de nuestra nación. Sin la solución de este problema la democracia es un sueño.
-Un camino sin salida
Pienso que nadie duda de la importancia de las causas económicas de nuestra crisis. Todo el mundo habla de crisis económica internacional, crisis energética, inflación, recesión y, en el caso concreto español, agravado por la fuga de capitales y la falta de inversión ante la inseguridad política y la incertidumbre a la hora de los beneficios.
Pero además existe una crisis moral y de valores que ahora queda al descubierto después del mito consumista venido abajo. El Estado eficientista fac totum que ahorraba la iniciativa del individuo, de la familia y de los grupos intermedios, hace agua por todas partes, hasta en su sala de máquinas donde los partidos políticos y los sindicatos también se sienten desbordados. Es la crisis del modelo de sociedad del "bienestar" a expensas del "bienser". Es la crisis de la sociedad basada en el motor del egoísmo humano organizado. Es la crisis de la ley cuando olvida la importancia de la ética. Es la ineficacia de los derechos humanos, cuando se olvida la dignidad fundamental del hombre en cuanto hijo de Dios. Es la crisis de los sistemas perfectos que ahorraban al hombre -como decía Eliot-el plantearse ser bueno. Es la crisis de la sociedad de la duda y la incertidumbre, del individualismo, de la instintividad, del prometeísmo. Esta es la verdadera crisis que hace muy difícil afrontar el problema del paro porque los lazos de la solidaridad en la sociedad del egoísmo, han quedado sumamente debilitados.
El problema no es sólo la crisis económica sino fundamentalmente moral. Decía Walesa -el gran líder sindical polaco-que "hasta el pan duro puede ser bueno con tal que se reparta de manera justa y se esté contento dentro de uno mismo". La crisis económica siempre es costosa, pero hasta el pan duro puede saber a gloria cuando es repartido solidariamente, porque la pobreza siempre es un término relativo; lo que hiere es la desigualdad y la injusticia. Mas para ver estas cosas hace falta estar contento por dentro y esto es difícil en la sociedad del individualismo, la inmediatez y el sinsentido.
-Pero existen otros caminos
Es claro que el problema del paro no hay quien lo resuelva de un golpe. No depende de que gobiernen la derecha o la izquierda, porque sus causas son demasiado profundas y complejas. Sin embargo, sí sería posible suplir la incapacidad del Estado si los ciudadanos tuvieran un más alto grado de solidaridad.
Todavía cabe repartir no sólo el pan duro, sino también parte del pan blando en el que algunos todavía abundan. Me refiero a la mejor redistribución del empleo. Concretamente hay muchas persona y familias que tienen dos o tres trabajos, mientras otras no tienen ninguno o están subempleadas.
Cabe plantear a nivel estatal el que funcionarios, trabajadores de la banca, compañías de seguros, etc, que tienen jornada continuada trabajen en jornada partida, para de ese modo impedir que puedan trabajar por la tarde en otro sitio.
Es posible, por ejemplo, legislar que las familias en que uno de los miembros tenga un salario que alcanza la renta per capita multiplicada ésta por el número de miembros de la familia, no puedan ingresar ningún otro salario. (1) Sería posible que los sindicatos se planteasen, independientemente de las medidas legislativas que el Estado pueda tomar, una redistribución de la renta mediante la aportación de dos o tres horas de trabajo-salario de aquellos que tenemos un trabajo para quienes no lo tienen. Cabría también a nivel sindical plantear la solidaridad del Norte (donde siempre la crisis es menor) con el Sur (donde siempre la crisis es mayor). Sin embargo, estos planteamientos que suponen sacrificio son impensables a nivel sindical. (2)
Por desgracia, creo que la mayoría de las cosas que he indicado, hoy por hoy son inaceptables para políticos y sindicalistas, de derechas y de izquierdas.
Es claro que el camino de la solidaridad y de la caridad sigue abierto.
- Responsabilidad de los cristianos
Una vez más la religión del egoísmo que ha intentado arrinconar a la religión del amor está fracasando. Es claro también que los cristianos hemos perdido terreno en la historia y sobre todo en el presente. El progresismo, parodiando el famoso dicho de Lenin, es la enfermedad infantil del cristianismo. Muchos cristianos han reducido su fe al terreno privado e intimista de la conciencia y han puesto su compromiso al servicio de las ideologías sean de derechas o de izquierdas -tanto monta-, perdiendo de vista la dimensión fundamental de la comunión liberadora.
Hoy por hoy no está en nuestra mano hacer planteamientos excesivamente amplios, y esto no por falta de perspectiva y de deseo de eficacia en aquello que hacemos, sino porque somos minoritarios a nivel social. Es por eso que nuestro modo de afrontar el problema del paro lo debamos plantear fundamentalmente a nivel comunitario. Las diversas comunidades parroquiales y diocesanas pueden plantearse en primer lugar el problema de sus parados: ¿por qué quien tiene dos empleos no comienza ya por ofrecer uno a un miembro de la comunidad que no tiene ninguno?, o, si nadie tuviera capacidad profesional para cubrir mi segundo empleo, ¿por qué no paso ese segundo salario para los parados de la comunidad? ¿Por qué a través de Cáritas no se hace un fondo común para la creación de trabajo comunitario?
No es el momento de concretar cómo podría funcionar a nivel práctico todo esto porque, sin la condición previa de saber si los católicos estamos dispuestos a vivir el amor fraterno a este nivel, huelga toda concreción.
Urge reorientar la batalla cultural del campo de la individualidad y el radicalismo egoísta que no me compromete a terreno de la solidaridad comprometida. El pueblo, que sigue teniendo más sentido común que muchos ilustres intelectuales, también tiene como criterio el juzgar los árboles por sus frutos.
(1) pero estos planteamientos escandalizarían a los electorales del centro, la derecha. ¿Dónde iría a parar la "libertad"?
(2) Porque los dirigentes piensan que esto es "testimonialismo" ineficaz.
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