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Huellas N.06, Junio 1994

EDITORIAL

El testimonio del Papa

Entre los muchos asuntos que Juan Pablo II aborda en el libro-entrevista Cruzar el umbral de la esperanza, querríamos detenernos en el juicio sobre la exigencia religiosa del hombre contemporáneo. El Papa escribe que el «hombre contemporáneo redescubre lo Sacro aunque no siempre sepa llamarlo por su nombre». Y después, hablando del fenómeno New Age, dice: «No podemos hacernos la ilusión de que ello lleve a una renovación de la religión. Es sólo un modo de practicar la gnosis». Esta herejía, continúa Juan Pablo II, «nunca se ha retirado del terreno del cristianismo, en claro, aunque no explícito, contraste con aquello que es esencialmente cristia­no», presagio de un futuro en el que la espiritualidad que hoy es exaltada como moda espiritualista será una nube suspendida en un mundo obsesionado por la violencia y el dinero. Basta con echar una ojeada al cine.

Son muchos los facto­res históricos y culturales que han contribuido a este ­vaciamiento de la conciencia religiosa en el hombre moderno. Afirma el Papa: «El proceso de alejamiento del Dios de los Padres, del Dios de Jesucristo no comportaba la ruptura con un Dios existente por encima del mundo. Este Dios, sin embargo, es claramente un Dios fuera del mundo. Un Dios presente en el mundo aparecía como inútil a una mentalidad formada en el conocimiento natu­ralista del mundo. ¿Qué comportaba esto? Que el hombre tenía que vivir como si Dios no existiese».
Seguramente, también ha contribuido a este alejamien­to una conciencia deformada que los cristianos han tenido de la Iglesia: con un Jesucristo reducido a una fábula pía, a Palabra o a un modelo ético, en el fondo, ¿qué papel puede asumir la Iglesia en el mundo y cómo puede presen­tarse al hombre de hoy en día? Una noble institución, una estructura de poder, una asociación pintoresca a la que uno se adhiere por motivos irracionales... En su libro, el Papa corrige todas estas «reducciones», reafirmando lo que la Iglesia es y cuál es su tarea en el mundo: «Pedro, los apóstoles y sus sucesores son testigos de Dios crucifi­cado y resucitado en Cristo. De este modo, son testigos de la vida que es más fuerte que la muerte... Son testigos, porque han visto, sentido y tocado con las manos, los ojos y los oídos de Pedro, de Juan y de tantos otros».
El investigador protestante Carsten Peter Thiede -en un artículo publicado en Il Nuovo Aeropago- ha aportado nuevas luces sobre la verdad histórica de los Evangelios, confirmando que se trata de textos que hablan de Jesús como de un acontecimiento contemporáneo a ellos. Sólo una Iglesia que recupere la conciencia de ser permanencia en la historia de ese Acon­tecimiento puede ser com­pañía para el hombre de todos los tiempos y pro­puesta clara del destino y del valor de la persona, siempre en lucha contra toda mentira.

Deteniéndose en la naturalezade la Iglesia, el Papa de la Redemptor Hominis recuerda lo que dijo a los representantes de los movimientos: «Dije que la Iglesia es, por enci­ma de todo, un "movi­miento", una misión». Según Juan Pablo II, «hubo un período de la his­toria en el que la renova­ción de la Iglesia pasaba a través de las órdenes religiosas». Ahora, el encuentro con el «Dios que opera» sucede a menudo en movimientos «que, si bien cuentan con personas consagradas, comprenden particularmente laicos que viven en el matrimonio y ejer­cen diversas profesiones. El ideal de la renovación del mundo en Cristo nace directamente del compromiso funda­mental del bautismo».
Es, por lo tanto, del Bautismo, es decir, de ese gesto misterioso -del que poco comprende un hombre con un mes o con cien años de vida- de donde surge un protago­nista nuevo sobre la escena del mundo: toda la experien­cia cristiana es una profundización en ese gesto. Como ha escrito el Papa: «la utilidad de la fe no es comparable con ningún bien, ni siquiera con los bienes de naturaleza moral. La utilidad esencial de la fe consiste en el hecho de que, a través de ella, el hombre lleva a su realización el bien de su naturaleza racional». Racional.

Una vez más, las palabras de Juan Pablo II muestran que la pertenencia a Cristo encierra una racionabilidad y una conveniencia humanamente fascinante. ¿Cuántos sabrán escuchar y obedecer su testimonio?

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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