Ionesco. Turbación y lugares comunes han saludado a un grande de nuestro siglo que se va. ¿Su culpa? No haber censurado el sentido del misterio.
Entrevista a Mario Guaraldi
«Yo, solo con el absurdo», campa a siete columnas la portada de las páginas culturales del Resto del Carlino del 24 de enero de 1994, con uno de los tres artículos de Eugene lonesco para Le Figaro. «No, ese título está equivocadísimo, el verdadero título debía ser "Yo, solo con el Misterio, con Dios"». Quien nos habla apasionadamente de lonesco, fallecido en París el lunes 28 de marzo, es Mario Guaraldi, editor, una de las últimas conciencias críticas y creadoras de esa ciudad paradójica que es Rímini. Nos vemos en su casa de San Fortunato, sobre una de las colinas que mira a los dos extremos: por una parte hacia el mar donde bulle la actividad playera y por la otra hacia Santa Aquilina y, más allá, San Marino.
Tú has sido el productor de ese Maximilian Kolbe, acto teatral con música sobre un libreto de Ionesco, que en 1988 ha constituido uno de los acontecimientos centrales en la historia del Meeting, y ha confirmado «públicamente», si se puede hablar así, la conversión del gran dramaturgo. ¿Por qué precisamente un santo? ¿Qué importancia tenían para él los santos?
Los santos son lo que él reconocía que no era capaz de ser: los que aceptan la relación con el Misterio y convierten tal adhesión en un comportamiento de vida. Son los que viven la dramaticidad y la aparente banalidad del «instante», de las minucias y de las miserias cotidianas en la apertura al Misterio. Y así producen el milagro de la coherencia, de las obras... Aquellos que, como Maximiliano Kolbe, en la ferocidad de nuestro tiempo han sido el signo de la suprema contradicción. El Kolbe de lonesco dice al final: «Ahora todo os parece absurdo, estáis muriendo... Pero tenéis la certeza de que dentro de poco todo estará claro, dentro de poco comprenderéis todo». Un fragmento que el padre espiritual de Ionesco ha leído en la oración fúnebre, el día de Viernes Santo. ¿Se comprende? El absurdo, el teatro del absurdo inventado por Ionesco no era un fin en sí mismo, sino una pregunta, y también una rebelión, destinadas a una respuesta.
¿Qué tipo de pregunta? ¿A qué nivel se situaba?
lonesco es uno de los pocos de nuestro siglo que ha tenido el coraje de mantener inalterable, sin modificar la pregunta, más aún, las preguntas típicas del adolescente frente al misterio, y las ha llevado consigo incluso hasta volverlas a plantear al filo de la muerte. Mientras que el bienpensar común tiene vergüenza de ellas, como si no se pudiese llegar a ser adulto sin liberarse de ellas, para lonesco son el contenido de la verdadera madurez. ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Y el dolor, el sufrimiento, la decadencia física? En los años de su fama, la pregunta asumía las características de lo absurdo, y de la rebelión: en su vejez, el absurdo coincide con el Misterio. El absurdo, es decir, el límite que humanamente provoca una rebelión: pero que implica el Misterio, porque en él se asoma. Y, en efecto, Ionesco siempre ha mirado de frente al Misterio, hasta el fondo. Y siempre ha tenido el sentido del enemigo, de la muerte como última enemiga, precisamente como cierto pensamiento medieval que se remonta a san Pablo, hoy olvidado.
Natalino Sapegno, el del Compendio de la literatura italiana, que la mayoría de los estudiantes todavía hoy memorizan, sostenía que las preguntas del Leopardi adolescente marcan su carácter menor, su punto de debilidad...
Y no por casualidad, por las mismas preguntas Ionesco es absolutamente indigesto para la cultura dominante de nuestro tiempo. Jamás lo han digerido, han buscado reducirlo a un gheto, han intentado reducirlo a un «poeta del absurdo», ¡pero él se enfurecía ante esta etiqueta! Porque la cultura «omnipotente» que nace de la Ilustración tiene un curioso modo de afrontar el problema del Misterio: ¡lo abole, lo margina! Al principio creían que era un revolucionario tipo Brecht -y, en efecto, ha sido un verdadero revolucionario- pero su revolución es algo mayor, realiza un recorrido que va hasta el fondo de las cosas. Y al final la petición de Ionesco se convierte en ésta: «Dios mío, haz que crea en ti». En el artículo publicado por el Carlino, el primero de los tres textos escritos en los últimos tiempos para Le Figaro, encontramos un testimonio extraordinario de lucidez, de honestidad, de coraje intelectual.
¿Pero no decían los periódicos que en los últimos tiempos era intelectualmente inestable? El órgano de los progresistas italianos, L 'Unità, ha publicado un pasaje a disgusto y embarazoso, en el que se decía que Ionesco era el representante de cierto pensamiento reaccionario, que en el caso de Italia había establecido «relaciones con la derecha de la Iglesia, Comunión y Liberación».
El artículo al que te refieres es la más clara demostración de la ceguera de una cultura totalmente preocupada de las «suertes y avances magníficos», pero privada del sentido de la realidad, y por tanto del Misterio. El coraje de Ionesco, en cambio, ha sido partir de las contradicciones cotidianas -en vez de negarlas-, de los aspectos irritantes de la vejez, que sólo quien es falso no está dispuesto a admitir: la dificultad de vivir, sobre todo en los últimos años, con la enfermedad, el apego a los gestos fundamentales de cada día, como un niño...
Pero tras la decadencia había un don, que también nos lo muestran de un modo impresionante los últimos breves escritos: «Además del café y de la leche, hay otras dos cosas adorables en mi vida: las dos comidas diarias. Son, con el desayuno, los grandes acontecimientos de mi jornada. Pienso que dentro de poco me levantaré, y no sé qué haré con el tiempo que me queda... Pienso que podría morir esta noche, o mañana, esperemos, o pasado mañana. Al fin y al cabo, cuando no pienso en lo peor, me aburro, me aburro». Es todo lo contrario al nihilismo, escucha esto: «A veces pienso que estoy pensando, que estoy rezando. Precisamente ahora, por fortuna, ha venido un amigo mío para interrumpir durante un tiempo el vacío, pero quién sabe si habrá quizás algo, algo. Quizás habrá alegría, después. ¿Qué forma tiene Dios? Estoy convencido de que la forma de Dios es ovalada... ». Con la bizarría que le caracteriza vuelve, sin embargo, al problema de fondo: el instante, el vacío que siempre tiende una emboscada, y la posibilidad de asomarse, de abrirse al Misterio.
Te has encontrado con lonesco tres días antes de su muerte, el viernes 25 de marzo. ¿Qué te dijo?
Tras la publicación de este artículo, le había escrito un telegrama para agradecerle su testimonio, su coraje. Quería reunir en un libro los tres artículos de Le Figaro junto con algunos cuadros que había pintado en los últimos años. Estaba lucidísimo -hasta el punto de demostrar su preocupación por las elecciones en Italia, de dos días después- y distraído. Como uno que mira el problema de fondo, y entonces de vez en cuando parece «elevarse» respecto a las cosas que tiene alrededor, y se distrae, al menos a nosotros nos parece una distracción. Después me ha propuesto publicar cosas antiguas inéditas, me las ha prometido... El Lunes Santo murió de una embolia pulmonar. Tenía sobre la mesilla de noche mi último regalo, las Piccole preghiere de Renata de Francia que he publicado en facsímil. Volví a París para su funeral, una ceremonia ecuménica realizada en la parroquia ortodoxa de Sainte-Anges, cercana a su casa y al cementerio de Montparnasse. Estaban el párroco, cristiano ortodoxo, y su último padre espiritual, un católico del santuario del Sacre-Coeur, que en la homilía ha leído el fragmento final del «Kolbe», que antes he citado.
¿Qué hará el Meeting para conmemorar a este gran amigo?
Se está pensando en un homenaje «real», no en una conmemoración, para Ionesco y a la vez para Fellini, dos grandes genios, mucho más cercanos de lo que a primera vista se pueda pensar. Queremos invitar a testigos importantes de nuestro tiempo, para hacer un gesto adecuado a lo que yo denomino el «tiempo del hombre». Es decir, el tiempo largo, el que prevé la siembra y la muerte, para que después se dé la cosecha; contrapuesto al tiempo breve de la fragmentación del pensamiento, de la fruición pasiva, del mando a distancia.
Quizás precisamente por este «gesto» el Meeting '94 se anuncia particularmente interesante. ¿Los nombres de los testigos invitados? Todavía están en secreto. Pero hay una pista: aquellos que son honestos frente a la pregunta del hombre y a su relación con el Misterio. Exactamente como Eugène Ionesco.
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