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Huellas N.04, Abril 1994

VIDA DE CL

Banco de pruebas

Arcangelo Berra

Nueva solidaridad. El Banco de alimentos se ha convertido en una gran ocasión de ayuda a los más pobres. En tiempos de prueba

Debido a muchos motivos la crisis económica en Italia es más grave de lo que parece y crea una nueva forma de pobreza que afecta a personas hasta hace poco tiempo sin problemas económicos. Más de un párroco confirma el drama de padres de familia que están sin trabajo y a los que se les han aca­bado sus ahorros. En las entrevistas que se hacen en los Centros de Soli­daridad para buscar un trabajo se ha puesto de manifiesto de un modo dramático el problema del hambre.
Las historias son infinitas y sin­gulares, como singular es el corazón de cada hombre, y el encuentro acontece siempre porque una mano guía cada cosa a su Destino. «Se tra­taba claramente de un vagabundo, uno de los que se encuentran fácil­mente en la Estación Central de Milán» cuenta Carla que trabaja con una sonrisa que desarma en el Banco de Solidaridad del barrio de Derga­no. «Pero lo extraño es que se ha presentado con un nombre claramente falso, Rossi Guido. Después de algunas discusiones le digo sin con­templaciones: o me dices tu nombre o no comes. El se siente desenmas­carado, pero no ofendido y me ense­ña el carnet de identidad: el nombre es otro». Se convierte en un asiduo del Banco de Solidaridad y también de la caritativa parroquial que le da la ropa. Pide también libros y revistas que después revende generalmente con mucha rapidez. El llama­do Rossi Guido conocía ya los cen­tros de Solidaridad que lo habían ayudado a obtener la pensión social y ahora ha descubierto que allí pue­de encontrar también comida, además de personas que lo escuchan y lo tratan como un hombre. «A veces bromeábamos con aquel nombre fic­ticio», continúa Carla.
Un día se presenta otro vagabun­do: «Estoy aquí para la comida», afirma decidido. Nosotros no lo habí­amos visto jamás y le preguntamos como se había enterado de la distri­bución de las comidas. «Es mi amigo Rossi Guido quien me manda... ». Silvana tiene ahora 20 años y hace poco se ha trasladado a Florencia a un centro de religiosas para poder estar cerca de su hija. El primer encuentro tuvo lugar en los locales de la caritati­va. Se trata de una chica de 7 años. Está extremadamente sucia y malo­liente. Pide ropa. «La miré a los ojos» cuenta una amiga de la comunidad de Dergano, «no tenía un aspecto muy listo pero por la limpieza de su mira­da comprendí que podíamos decirle: ven con nosotros». Dormía en la Estación Central para no estar con el padre que bebía. La madre, según nos ha dicho, había sido asesinada. Tenía un hermana y un número infinito de hermanos. Silvana se sentía una privilegiada porque durante la noche con­fiaba sus cosas a un señor que tenía un quiosco en la Estación que se las guardaba y así no corría el riesgo de que le robaran durante la noche. «Antes de comenzar el trabajo de la caritativa nosotros rezamos juntos», prosigue la narración, «diciendo también las intenciones. Una mañana rezamos por Silvana con ella presen­te. La chica se sintió querida, impor­tante, acogida. Y así empezó a venir dos veces por semana con nosotros. La hemos convencido para que se lave y ella ha aceptado». La vida de Silvana sigue siendo complicada puesto que ha tenido una niña con un hombre 30 años mayor que ella. Silvana intenta evitarlo porque «quería convertirla en una prostituta». Da a luz una niña en un centro religioso de Florencia sin reconocerla y, cuando después huye con la pequeña, la poli­cía la vuelve a coger y confían la niña al centro donde, a pesar de no estar clara su situación legal, ahora Silvana ha vuelto. El Banco en estos momen­tos además de los vestidos para la madre y la hija les busca también ali­mentos.
Historias menos complicadas, de una pobreza más común. Él, mecáni­co, pierde el trabajo; ella, portera, es sustituida por porteros automáticos. Es despedida y deben dejar también la casa. Tienen dos hijos a los que dar de comer. El encuentro es en el Centro de Solidaridad y luego en el Banco de Solidaridad. Pasado el momento de emergencia, no pocos vuelven, para decir que renuncian a las bolsas de alimentos que pueden servir a otros que tienen más necesi­dad que ellos. «A nosotras», nos cuenta una madre que ya no quiere nuestros alimentos porque puede prescindir de ellos, «nos basta poco para cocinar». También viene gente mentirosa que busca aprovecharse de la generosidad de los demás.
Los Bancos de Solidaridad son una obra reciente, no el resultado de una sentada, de una imagen bella o del proyecto de alguien, sino que son el fruto de una atención a la realidad cotidiana. De éstos son promotores el Banco de Alimentos, los Centros de Solidaridad y el Sindicato de las Familias que se preocupan de reco­ger alimentos, de distribuirlos direc­ta y discretamente a las familias necesitadas, a los ancianos que viven solos, a las madres solteras.
Esta obra está presente, actual­mente, en Milán (donde existen 8 bancos) y en la provincia: Monza, Saronno y Melegnano, pero se están abriendo bancos también en otras regiones. Cada mes, entre Milán y provincia, se distribuyen mil paque­tes (cerca de 15 toneladas de comi­da) a 800 asistidos. Los voluntarios que trabajan en esto son cien.
Los Bancos de Solidaridad se han encontrado con personas que desde siempre trabajan con esta forma particular de caritativa: Caritas y las Conferencias parroquiales de San Vincenzo que frecuentemente están sostenidas sólo por personas ancia­nas. Los Bancos de Solidaridad no han surgido como una alternativa a su trabajo, sino que se ponen a su lado como una ayuda, que introduce fuerzas nuevas.
Una secretaría (en el Centro de Solidaridad de Dergano, via Ciaia 12 - tel. 68.84.106. abierta todos los días de 9,30 a 13h.) es el punto de referencia central.
«La caridad primero, el primer éxito de este gesto», dice Emilio Roda, el coordinador de los Bancos de Solidaridad « es que todos los que participan de esto puedan crecer en la imitación real del método de nues­tra compañía, que es la unidad y que es siempre más grande de lo que nosotros podemos pensar».

BANCO DE BANCO
El Banco de Solidaridad nace del Banco de Alimentos
La idea y la organización del Banco son conceptualmente sencillas: recoger de las empresas productoras los excedentes comestibles y distribuirlos gratuitamente a asociaciones y realidades asistenciales que se ocupan de los pobres. No se compra nada, no se vende nada: se ayuda a los más necesitados con lo superfluo más superfluo. El objetivo, por tanto, de los Bancos de Alimentos es combatir el derroche, estructural, el más escandaloso, de una sociedad opulenta, con estos alimentos combatir el hambre.
En Europa los Bancos de Alimentos son 87 y en Italia están presentes, por ahora como fundaciones autónomas que esperan un reconocimiento del Gobierno como un único ente central, en Milán, Turín, Verona, Bolonia, Florencia, Pésaro, Ravenna, Roma y Caserta. En 1993 los Bancos de Alimentos han recogido más de 2200 toneladas de géneros alimenticios, por un valor de más de 10 mil millones de liras, y los han distribuido a 123 asociaciones que dan de comer cada día a 15 mil personas. La mayor parte del trabajo lo realizan voluntarios bajo la dirección de Marco Lucchini que es el responsable del Banco de Alimentos de Milán y coordinador nacional. Lo hemos hecho algunas preguntas sobre su experiencia:

¿Cómo encontraste el Banco de Alimentos?
Trabajaba en una pequeña cadena de distribución de alimentos, cuando un día Giorgio Vittadini me pidió que fuera a Barcelona a ver qué era y cómo funcionaba el Banco de Alimentos de aquella ciudad. Así comencé mi trabajo.

Los periódicos han hablado de Danilo Fossati como promotor. ¿Qué papel ha desempeñado?
Importante, decisivo. Ha puesto a disposición energías, experiencia y medios económicos.

¿El Banco tiene sólo volunta­rios o también personas fijas?
Los voluntarios, cerca de 100, desarrollan la gran parte del trabajo, pero actualmente hay tres personas pagadas, dos a tiempo pleno y una a part-time.

Para ti, Marco, ¿es una profe­sión o algo más?
Es evidente que algo más. Es el ideal que ha llegado a ser un trabajo. Antes también yo era un voluntario. Ahora debo tratar todo el trabajo como si fuese una empresa, pero es necesario junto a esto el empeño ideal. Es una experiencia profesio­nal bellísima porque no deja fuera nada del ideal.

¿Quieres decir algo sobre tu trabajo para concluir?
Quisiera concluir con una llama­da, porque el Banco se basa en una solidaridad activa. Todos los que trabajan en el campo alimenticio, en la logística y en los transportes y quieran recuperar una relación entre trabajo e ideal pónganse en contacto con nosotros para colaborar como voluntarios. Coordinadora Nacional de Bancos de Alimentos

Plaza Carducci, 3-20052 Monza (Milán)
Telf. 039/320337 - Fax 039/320617



 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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