En 1962 Mons. J.B. Gahamanyi fue nombrado Obispo de la antigua diócesis de Astrida que, después de la independencia de Bélgica, pasó a denominarse Butare. Durante más de 30 años permaneció al servicio de la Iglesia en un continente roto por la violencia
Marzo del 1994: Sede de AIN (Ayuda a la Iglesia Necesitada) en Italia. En su visita a nuestra oficina en Roma, poco antes de comenzar el Sínodo africano, Mons. Gahamanyi respondió a algunas preguntas de nuestra colaboradora.
Excelencia, primero una pregunta general: ¿cómo está la situación?
No puedo explicaros la situación actual sin dar un paso largo atrás al año 1959. Entonces había una especie de «diáspora ruandesa» como consecuencia de las luchas por la independencia y la democracia: miles de personas huyeron a Uganda, Tanzania y al Zaire y no podían volver a su país por la situación política. Fue esta gente la que fundó el «Frente Patriótico de Ruanda», que desde 1990 está actuando como movimiento de resistencia dentro del país. Ya hace mucho tiempo que empezaron las negociaciones de paz, pero los partidos litigantes no consiguen crear un gobierno de coalición, como está previsto por los proyectos de acuerdo entre los representantes de los políticos gobernantes y el Frente Patriótico. La consecuencia es que todos se quedan aguardando y el poder busca prolongarse, porque tiene la consciencia de que no puede contar con el apoyo del pueblo. Después de los miles de muertos, nuestra vida diaria sigue estando marcada por la violencia cruda. La guerra va continuando.
¿Quién aporta a la reconciliación nacional?
Los católicos que, muchas veces juntos con los protestantes, reclaman de los políticos buscar, en primer lugar, el bien del pueblo. También las organizaciones humanitarias tienen un papel importante, luchando contra los malos tratos y la tortura. Por último, existe la prensa. Pero tengo que decir que no todos los periódicos promueven la paz, porque muy a menudo representan tendencias políticas. Sin embargo, tengo que reconocer que la prensa que no se ha dejado acaparar, va trabajando muy bien y contribuye a la reconciliación nacional.
¿Qué tipo de paz es más probable: la paz entre los grupos étnicos Hutu y Tutsi, o la paz política entre el gobierno y el Frente Patriótico de Ruanda?
Le extrañará que yo diga que el problema étnico es un seudoproblema. Sin embargo, los políticos gobernantes quieren que aquello parezca tan importante como si fuera la causa del alboroto. No se puede hablar de verdad de un problema racista, porque la minoría de los Tutsi es tan pequeña que no puede rebelarse seriamente contra los Hutu. El problema real de Ruanda es de naturaleza política, lo cual se muestra en que los dos grupos conviven tranquilamente en el Frente Patriótico, porque tienen como meta común la renovación de la situación política.
¿Por qué África, que se ha liberado del colonialismo, no consigue acabar también con los partidos unitarios?
Porque el fin de la colonización nos dio sólo la independencia política, pero económicamente seguimos dependiendo del extranjero. Los líderes de los partidos unitarios cuentan con el apoyo desde fuera y son instrumentos para controlar y frenar a toda costa nuestro desarrollo.
También en Ruanda la Iglesia católica es la autoridad moral que va induciendo a un comportamiento democrático. ¿Ser obispo en el Continente Negro significa a la vez trabajar en la política?
Yo no lo diría así, porque un obispo solamente tiene una autoridad moral. Siempre la Iglesia aspira a un objetivo totalmente distinto, aunque sus objetivos coincidan con los de un partido político. Ella se dirige exclusivamente a la conciencia de los hombres, da testimonio del sentido del bien y del valor absoluto de la dignidad humana; nunca rebaja sus principios a causa de la consideración popular.
¿Cuál es el número de los expulsados y de los refugiados de la guerra? y ¿de qué manera les ayuda la Iglesia?
En Ruanda este problema se encuentra en dos niveles. Uno es el problema de nuestros ciudadanos que buscan refugio en algún sitio para escaparse de la violencia. Lo segundo es el problema de los refugiados que vienen del país vecino Burundi que también sufre violencia trágica. Sólo en mi diócesis su número ha llegado a 60.000, mientras en todo el país hay 240.000 refugiados. Todos, sin diferencia, necesitan ayuda. La Iglesia se lo escribió en sus banderas, pero sin el apoyo de organizaciones internacionales de ayuda no podemos hacer mucho. Recibimos grandes ayudas económicas por parte de Ayuda a la Iglesia Necesitada, la organización fundada por P. Werenfried van Straaten, que nos ayuda con una solidaridad concreta, para que los campos de refugiados puedan funcionar.
¿Cuáles son los grupos que trabajan por el catolicismo de base en Ruanda? ¿Hay desacuerdos con la jerarquía eclesiástica?
Nuestra Iglesia tiene una estructura pastoral sana. Hay parroquias que fundan otras parroquias que durante un tiempo se llaman «filiales», pero pronto llegan a ser autónomas. Existen numerosos grupos que trabajan de acuerdo con los párrocos y los Obispos avivan la Iglesia. El catolicismo de asociaciones está bien visto, porque acogemos muy cordialmente a cada persona que quiere trabajar por el Reino de Dios.
¿Cuál es el logro más grande para la Iglesia en los treinta años de independencia?
Es, sin duda, el aumento del número de creyentes. Esto se ve también en mi diócesis, donde más de la mitad de los 900.000 habitantes son católicos. El segundo plus son las vocaciones que hacen posible, que con el tiempo muchos misioneros pueden trabajar en otros países, que todavía necesitan una evangelización inicial. El aumento del clero nativo tiene también otro aspecto positivo. La liturgia se va «africanizando». Se celebra en la lengua nativa, a la que hemos traducido también el Nuevo Catecismo.
Estamos a las puertas del Sínodo de África. ¿Cómo es el rostro africano de Cristo?
Es el de un Cristo que vive y cambia el odio en apertura para el prójimo, que no vende nuestro catolicismo a cambio de ventajas materiales o ciertos compromisos. Pero también tiene que ser un rostro que recoge nuestra cultura y se deja iluminar por ella. Esperamos todo esto del Sínodo. Estoy seguro de que no quedaremos defraudados
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