Hace dos años usted habló en muchas Universidades italianas de la «crisis de la conciencia religiosa del hombre moderno». ¿ Cuáles eran los puntos centrales de su discurso?
Quería provocar una torna de conciencia que en mi opinión tiene dos polos. El primero es el pesimismo originario de la antropología cristiana, es decir, la conciencia del pecado original. Es la abolición de tal noción la que ha hecho posible toda la ubris del hombre moderno. Pero se trata de una mentira evidente, porque corno quiera que concibamos la idea cristiana de pecado original, no hay una hipótesis de explicación más plausible de la dolorosa condición humana que esta ruptura originaria, esta contradicción originaría en el corazón de la persona. El otro polo es, por el contrario, el optimismo profundo frente a la existencia y a la historia que le viene al cristiano por la conciencia de la Resurrección de Cristo. Por consiguiente invitaba a los cristianos a revisar su esperanza en el Progreso, en la Evolución, en los «Valores Comunes». Y a fundarla, por el contrario, en la «prenda» de la Resurrección final que puede hacer su acción humana capaz del «ciento por uno aquí abajo» del cual se habla en el Santo Evangelio.
Lo que significa un gusto y un amor por el compromiso con el tiempo y el espacio que, aun en su brevedad y pobreza, no serían encontrables en ninguna otra posición humana. Si el primer polo, en realidad, es causa de dolor, el segundo polo produce una alegría invencible ante las circunstancias, desconocida para el mundo. Y también una paz profunda porque, como decía Claudel, «la paz está hecha de dolor y de alegría a partes iguales».
Por el contrario, su propuesta pedagógica parte del sentido religioso del hombre, ¿es así?
El corazón de nuestra propuesta es más bien el anuncio de un acontecimiento sucedido, que sorprende a los hombres del mismo modo en que, hace dos mil años, el anuncio de los ángeles en Belén sorprendió a los pobres pastores. Un acontecimiento que acaece, antes de toda consideración, en el hombre religioso o no religioso. Es la percepción de este acontecimiento lo que resucita o potencia el sentido elemental de dependencia y el núcleo de evidencias originarias a las que darnos el nombre de «sentido religioso».
entrevista a Don Luigi Giussani publicada en el número de Agosto-Septiembre 1987 de la revista 30 Días
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