Va al contenido

Huellas N.04, Abril 1993

VIAJES DEL PAPA

En adoración con Mañara

Renato Farina

Subraya la presencia de Cristo aquí y ahora. Recuerda la historia del caballero andaluz. Por nuestro enviado junto a Juan Pablo II al Congreso Eucarístico

En la catedral de Sevilla reina el silencio entre las miles de estatuas de colores. La belleza exagerada de los oros y de los Cristos crucifica­dos rodea un cuerpo fresco y puro. Aquí yace el rey san Fernando, que llevó a cabo y fue el héroe de la reconquista.
Como un viento de calor llega el estruendo de la multitud, el grito cada vez se distingue más: «¡Papa campeón! ¡Papa campeón!» Y llega el Papa a la puerta, sudado, lento.
Durante estos dos días de Sevilla, el 12 y 13 de junio, junto a la clau­sura del 45º Congreso eucarístico internacional, hay muchos preguntas para las que se espera una respuesta. Veámos un elenco. ¿Qué tiene en la mente el papa Wojtyla cuando pro­clama de norte a sur, de este a oeste, entre unos muros que caen y otros que se mantienen en pie, más alto que nunca, la «nueva evangelización»? ¿De qué clase de tropas quie­re disponer y qué gloria ambiciona para los cristianos? Y podríamos seguir así. Ya avanza, cubierto en una capa pluvial. Primero se arrodi­lla. Después se acercan los niños vestidos de pajes que bailan ligeros pasos de adoración.

Palabras antiquísimas
Se levanta y habla. Las primeras palabras son éstas, antiquísimas: « ¡Adoremus in aeternum Sanctissi­mum Sacramentum! » El Papa habla y hablará durante estos dos días de esta realidad física y misteriosa. Dirá y repetirá con delicadeza, con piedad estas palabras de muy distin­tas formas. Los problemas de nues­tro tiempo, el de la guerra y el paga­nismo, la desesperación y la sole­dad, la fragmentación de los pueblos provienen del hecho de que no se reconoce y no se ama la gran pre­sencia que se ofrece bajo la especie de pan, pero no sólo. También bajo la especie de estos pobres hombres necesitados que han sido reunidos en la Iglesia. Sí, «el misterio de la Iglesia, en el que Jesús está presente y operante para la salvación del mundo» (homilía de la ordenación sacerdotal. 12 de junio).
Entretanto, el Papa está allí delante del tabernáculo. En esta época, afirmar con toda la fuerza la presencia real de Cristo en la Euca­ristía no es un gesto cualquiera. La famosa cuestión de la modernidad, la crisis dentro de la Iglesia, se con­densan en aquellas palabras que el Cura de Ars decía sin cultura a sus campesinos: « Il est là! ». Señalaba el sagrario.

Recuerdo de Bolsena
En las palabras del Papa se perci­be como la petición sin ansia de un nuevo milagro de Bolsena, cuando el corporal fue bañado, por un prodi­gio, por la sangre derramada de la hostia consagrada y partida. Algo que afirme el aquí y el ahora de Jesu­cristo en este tiempo de indiferencia y de escepticismo: he aquí el sentido del viaje del Papa a España. Días decisivos. Juan Pablo II ha querido dar la forma de su amor por Jesús sacramentado a todo su pontificado.
Se reunieron en torno a las ocho­cientas mil personas para la Misa de clausura del Congreso eucarístico internacional. Técnicamente se denomina statio orbis y significa lugar donde está el universo convo­cado. Había obispos de todos los continentes. Nueva evangelización. Y a la multitud se acercó un Papa conmovido, como Cristo que lloró delante de las turbas sin pastor. ¿Qué debe ser el cristiano, unido a sus hermanos en la eucaristía y entregado a este «pobre pueblo»? No debe tomar el estado, ni dominar la cultura, ni proyectar maravillas sociales. ¿Qué entonces? El Papa ha enunciado la ley de la «profunda misericordia». Ella con­lleva el hecho de que la nueva evan­gelización es reconocer, ver, amar a Cristo en cada instante. Cita, en la homilía difundida el domingo 13 por mundovisión, a «don Miguel Mañara. que dio todo su esplendor al hospital de la Santa Caridad». ¿Miguel Mañara? Sí, precisamente aquel caballero andaluz que no se convirtió por la fuerza guerrera del cruzado, sino por la ternura bella de doña Elvira, como relata el drama de Milosz. Enamorarse de ella cam­bió su disoluta vida. También el cristiano, sobre todo el sacerdote, «debe ser transparencia del rostro misericordioso de Jesús. el único que salva». Explica el Papa: «¡Qué hicn dcscrihía don Miguel ht actitud cristiana !"rente al pobre' Ordentí a los hermanos: cuando encontréis un enfermo por la calle «recordad que bajo esos andrajos está Cristo pobre, su Dios y Señor».

Estrategia: una vida nueva
Las mismas palabras de Teresa de Calcuta que respondía así a quien le preguntaba por qué sus hermanas ayudaban de tal modo a los pobres: «ellas aman a Jesús». Pero he aquí la nueva evangelización, su estrate­gia. Una vida nueva. Se repite a menudo otra palabra: «Afecto, afec­tuoso». Y además: «Perdón». El objeto de la nueva evangelización es enunciado así: l) «Hacer presente la obra de redención de Cristo en todas las realidades humanas» (homilía del 13 de junio). 2) «Promoved una acción pastoral que conduzca a los fieles a la conversión personal, para lo cual debéis dedicar al ministerio del perdón todo el tiempo necesario, con generosidad, con paciencia, como auténticos "pescadores de hombres''» (a los sacerdotes, el 12). Pescadores de hombres, no de esta­dos, de civilizaciones.
El Papa Wojtyla jamás ha perdi­do de vista aquella extraña realidad que el mundo ha relegado a las vie­jas vías del oficio de cura o de san­turrón, pero que es el único milagro capaz de salvarlo: Jesús sacramenta­do, ha repetido el Papa con dulzura, ante la hostia blanca y grande depo­sitada sobre el altar. «El Verbo se ha hecho carne» ha repetido frente a la «maravillosa multitud de Sevi­lla». Los periódicos locales han iro­nizado un poco sobre el espectáculo de la multitud. Escribe «El Correo»: «El Papa denuncia el neopaganismo. ¿ Y qué es este espectáculo del Papa y de la gente?» Los chicos han recortado centenares de guías tele­fónicas, y los pedacitos blancos y amarillos caían volando sobre el papamóvil desde los balcones.
Algún residuo de este triunfo de papel ha entrado con el Papa en la catedral. A primera hora de la tarde ordenó a 37 sacerdotes en el palacio de deportes. Ha hablado de «la inti­midad con Cristo eucarístico». Ha explicado cómo el método de la nueva evangelización consiste en «el testimonio de una inmensa cari­dad pastoral». Tenía delante a los futuros sacerdotes. En el momento de la ordenación, el Papa ha impuesto las manos sobre aquellas cabezas. ¿Acaso es esta fuerza tre­menda de la relación personal, de la «inmensa caridad trasparente del rostro de Cristo», la clave secreta de la nueva evangelización? No impor­ta si se vence: la gloria se marchita. El Papa ha citado a san Pablo: «Pasa la figura de este mundo, pero Cristo, Lumen gentium, es el sacerdote de una alianza que no pasa, que no se marchita porque es eterna».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página