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Huellas N.04, Abril 1993

PALABRA ENTRE NOSOTROS

La escuela de comunidad y la presencia

Síntesis de una reunión de responsables del CLE con don Luigi Giussani

1. La Escuela de comuni­dad es el desarrollo de una experiencia que comienza antes, de un acontecimiento que es siempre anterior a la misma Escuela de comunidad: se da antes de la primera pági­na, antes de cualquier página y antes de cualquier frase de cualquier página.
Hay algo que se da antes de la Escuela de comunidad, si vives eso que se da antes, si estas en ello, si vives inserto, inmerso en ello, entonces la Escuela de comuni­dad vibra y, cuando hablas de ella, comunicas a los demás una experien­cia viva, comunicas una vida; en caso contrario técnicamente utilizas palabras, vuelcas encima de los muchachos sola­mente palabras tuyas.

2. El problema, que todavía no está suficientemente cla­ro, es la necesidad de que toda nuestra expresividad enraíce más profundamente en la conciencia de pertenencia a una realidad totalmente nueva.
Si pretendemos encontrar el fundamento y los criterios de nuestras acciones fuera de la energía que consagra la presen­cia de Cristo y de su Iglesia, nos volveremos en última ins­tancia como hojas agitadas por el viento, y nuestro obrar se caracterizará entonces por la inestabilidad, el resentimiento y, en el fondo, la impotencia.
La observación es totalizan­te para un cristiano. No se pue­de, por ello, hablar de educa­ción del hombre o de creáción de un instrumento estable para la educación (la escuela) sin que el fundamento del cual sacar los criterios y las perspectivas de desarrollo, y el lugar del que esperamos la energía suficiente para ponerlos en práctica, sea otro que la Iglesia de Dios, tal y como vive "por gracia del Espíritu- en nosotros y alrededor de nosotros, en la compañía a la que nos ha con­fiado el Señor; como ha dicho el cardenal Ratzin­ger con una frase bellísima comen­tando la carta de San Pablo a los Romanos (Rm 6)-: «La compañía a la que nos ha confia­do el Señor». El fundamento de partida, la fuente de los criterios y, por consiguiente, de la fuerza que se desarrolla en ellos, la misma forma de construir, debe arrancar de aquí. El principio for­mal, la forma del fundamento de los criterios debe par­tir de la conciencia de pertenencia a esa realidad. Perte­nencia a la reali­dad de Cristo, tal como nos impacta en la compañía a la que hemos sido confiados. Es un principio que hay que tener bien presente cuando se habla de algún modo de cultura, construcción de la socie­dad o educación del hombre; es un punto de partida sin posibilidad de retorno o de equívocos.

3. La regla para profundizar en el acontecimiento que nos ha impresionado de forma persua­siva es el seguimiento. Seguir quiere decir comprometer nues­tra personalidad con aquello que nos ha salido al encuentro.
Hay muchas maneras de vivir la vida de Cristo; la historia de la Iglesia es ejemplo de ello. El encuentro con una rea­lidad diferente, mas imponentemente persuasiva y prometedo­ra, es una ayuda particular que nos ha sido dada para amar y atestiguar lo que ha sucedido en el mundo: que Dios se ha hecho hombre.
¿Qué hacer para vivir eso que ha sucedido? Seguir lo que hemos encontrado, con todo nuestro yo, con toda la persona­lidad, con la inteli­gencia, el afecto, la energía decisiva de nuestra libertad. Se trata de no confun­dir aun más la ya frágil capacidad de resistencia que tene­mos, yendo detrás de múltiples maes­tros. La obediencia puede dilatarse y traducirse en hecho histórico solamente si seguimos al maestro que el Señor me ha hecho conocer. De otro modo no habría en la Iglesia la riqueza que hay, moriría la singularidad de nuestro rostro. Es necesario no con­fundir a nuestra fragilidad esco­giendo nosotros nuestros maes­tros, como dice san Pablo en su carta a los Tesalonicenses: «Escogiendo nosotros a los maestros según el prurito de nuestros oídos o el placer que nos causan». Con lo que nos hemos topado es con algo obje­tivo.

4. Factores fundamentales de la experiencia.
a) El método del testimonio. El método del testimonio es la presencia en el ambiente de un sujeto humano nuevo con su
vida: la pregunta nace de la curiosidad que suscita el ver a dos o a veinticinco que viven de manera diferente. La mayor ayuda para la presencia dentro del ambiente viene del uso de la Escuela de comuni­dad. Pero ¿cómo puede jacerse Escuela de comunidad sin pedir a Dios, sin oración? ¿Cómo pue­de hacerse Escuela de comunidad sin tratar de entender, sin empezar a comprender su correspondencia con nuestra experiencia personal? ¿ Cómo se puede hacer Escuela de comunidad sin advertir la lógica interna del texto? ¿Y cómo se puede hacer Escuela de comunidad sin que nos ven­gan ganas de decirle a nuestro compañe­ro: ¡vente tú tam­bién!?
Por esto, la ora­ción, la compren­sión que debe llegar a tocar hasta la afec­tividad del corazón y la pasión por comunicar, son par­tes integrantes de la Escuela de comuni­dad. No hay Escuela de comunidad si faltan estos factores.
b) La verificación
La verificación es una palabra que no se debe usar en vano porque está cargada de peso, «peso», igual que «pesa» la razón; es el metro con el que la razón camina hacia sus certezas, hace su camino. La verifi­cación es una trabajo: la com­paración de la propuesta con las exigencias que constituyen el corazón.
¿De qué modo se produce esta comparación?
Lo que engendra una rela­ción, lo que produce un fenóme­no nuevo dentro del cual se se siente metido el muchacho y por el cual se siente penetrado, es un sujeto. Por eso el primer factor de respuesta es que lo que pro­pones, sea vida para ti, que tú seas responsable de lo que dices, consciente de por qué lo dices, que te resulte bien claro que la verdad es adequatio rei et inte­llectus, esto es, que lo verdadero es lo que corresponde a las exi­gencias fundamentales del corazón y a la conciencia de uno mismo. Tienes que haber tenido experiencia de esto, tienes que tratar de experimen­tar esto y pedir al Espíritu la capacidad de comunicarlo a los muchachos, porque hay una despropor­ción entre lo que sientes, lo que ves y aquello a lo que te estás adheriendo y el misterio de la liber­tad y el alma de esos muchachos. Hay una desproporción entre ti y este misterio que te hace temblar, que te hace percibir tu incapacidad. Por eso tienes que rezar. Si lo haces, entonces la respuesta a la expe­riencia que propo­nes emerge, como Dios quiere, de acuerdo con la disponibilidad que tenga la libertad del alumno, y de acuerdo también con su capacidad men­tal.
Tú propones algo que es cla­ra expresión del contenido de tu vida y le pides al muchacho que reflexione, que piense, que se confronte bien con lo que le dices y que vea si corresponde no con aquello a lo que está destinado su corazón. Es él quien tiene que percibir esa adecuación, esa corresponden­cia de la propuesta con la vida; tiene que percibirla, o sea, reco­nocerla él. Para ayudarle a reconocerla es muy importante sugerirle que se confronte tam­bién con lo contrario. Es decir, fuera de esta propuesta, ¿cómo puede satisfacer los impulsos de su corazón? ¿Cómo puede dar respuesta a esta naturaleza suya? Tiene que ser el propio muchacho quien perciba que fuera de esta propuesta sólo va a encontrar cenizas, sólo la nada. Tiene que ser él quien comprenda que fuera de aquí no encontrará respuesta, sino únicamente intentos de explotarle, poseerle, utilizarle, sentimentalmente y políticamente.
La responsabilidad es la respuesta que da el muchacho. Es importante una relación dialéctica, una solicitud continua para aclarar el significado y las razones de la propuesta, pues ayuda a que la responsabilidad se haga consciente.
Todo este movimiento en la relación es esencial para que el muchacho pueda decir que sí, o que no, o permanecer en la duda sin culpa. Porque no es obligatorio que el calor o la claridad de la propuesta encuentren una respuesta positiva. Siempre hemos llamado a la educación un «riesgo educativo» porque es la confrontación con una libertad que tiene que mover su razón y su afectividad.
c) Una compañía educativa.
Hay muchas compañías. No sigo «escoged», sino: adherios a la compañía que Cristo os ha puesto, que Cristo os ha hecho conocer; adheriros a aquella compañía que primariamente os ha impresionado de forma persuasiva.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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