Militante de PCI hasta el final del 67. Entra en las filas de la extrema izquierda «obrera». Pasa a la clandestinidad y forma parte del ejecutivo de las Brigadas Rojas. hasta el 78, año en el que es capturado. En 1981 se sale de las Brigadas Rojas y en el 86 abandona la lucha armada. Se ocupa desde la cárcel de iniciativas sociales. Desde el 90 está en régimen de libertad condicional
Para uno como yo que había asistido en los 50 a las luchas de obreros y jornaleros y, en el 7 de julio de 1960 había luchado en las plazas contra el gobierno de la Democracia Cristiana de Tambroni y que había visto cómo las fuerzas del «orden» mataban a cinco compañeros míos de lucha en Reggio Emilia, los años Sesenta no podían ser otra cosa que un preludio de liberación. Liberación de totalitarismos, libertad de palabra, posibilidad de volver a discutir el propio futuro fuera de los esquemas que ya mediaban cualquier respiro de autosugestión directa. El acumularse de las conciencias civiles en una comparación cotidiana con las necesidades reales en las fábricas, en las barriadas, en las escuelas, con una dialéctica de luchas obreras y proletarias que crecían en intensidad y movilidad, no podían generar otra cosa que la «explosión» del «queremos todo ahora mismo». Hombres y mujeres se convirtieron en protagonistas de lo «distinto». Romper con las mentalidades, con la cultura, las ideologías, la religión que no daban ya respuestas a las preguntas que se cuestionaban, se convirtió en una necesidad casi fisiológica.
Fue un movimiento real, militante, que tenía como referentes la resistencia de los pueblos que querían liberarse de los vínculos coloniales e imperialistas. Era solidario con las luchas por las liberaciones nacionales; las guerrillas de la América Latina; las luchas por los derechos civiles en los EEUU y en otros países africanos y del este.
La partida estaba abierta. Contra nosotros teníamos, una vez más, aquellas ideologías a las que nos referíamos para descifrar cómo y con qué medios podíamos imponer nuestra enemistad total, para el redescubrimiento de una nueva humanidad. Fue un deseo de revolución social que permaneció, tal vez, reverberado en la memoria de alguien que allí participó, pero que, a causa del estado presente de las cosas, definitivamente se equivocó a todos los niveles y se hundió.
Yo continué con las rupturas. Vencí; pero es aquella victoria la derrota que hoy más me pesa.
Volver a partir del hombre, de sus sentimientos de amor, de la idea central de que juntos podemos ser más que las panaceas de un progreso pagado al precio de la lobotización de las conciencias. Todo dentro de un proyecto de vida que utilice el desarrollo de la esfera económica como resultado de las necesidades que deben ser socializadas. Por estos objetivos y con estas esperanzas estoy todavía dispuesto a batirme.
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