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Huellas N.03, Marzo 1993

CARTA DE ESCRUTOPO

Objeciones «ad hoc»

¿La concreción? es demasiado...

Mi querido Orugario, en tu última carta me preguntas qué podías hacer a propósito de cier­tas obras de espíritualidad que has encontrado mien­tras hurgabas en la casa de tu hombre. Alabo la dili­gencia con la que has ano­tado los títulos, autores y editoriales en tu libreta de notas; puesto que en el tra­bajo hay que ser muy pre­cisos y porque aquí abajo existe una oficina dedica­da a contrarrestar ad hoc cada obra y cada autor.
Al final de tu informe, si he entendido bien, me pedías que resolviera un dilema: o bien quemar esos libros, haciéndolos desaparecer sin detenerte en demasiadas considera­ciones, o bien refutar su contenido convenciendo a tu hombre de su incosis­tencia.
Sin dilación te respon­do que ni una cosa ni la otra. Respecto a la inopor­tunidad de la primera hipótesis, no es necesario hablar, pues tú mismo lo dices al final de tu carta. Pero, también la labor de refutarlas me parece, en este momento histórico, una pérdida de tiempo. Déjale que lea, que medi­te, que se sienta convenci­do; déjale hacer todas las reflexiones que quiera. No importa. Si sus reflexiones son mero parto de su cabe­za, va bien así; no te dejes llevar por la hiperactivi­dad. Si se es demasiado activo, se termina por hacer algo bueno, por arre­glar sin darse cuenta algo que estaba estropeado.
Por tanto, ¿que quiere meditar, reflexionar? ... pues que reflexione.
Por cómo me hablas de él, he entendido perfecta­mente de qué tipo de hom­bre se trata. Es de los que teorizan la concreción a cada momento: «lo con­creto» de ésto, «lo concre­to» de aquello... Es decir, la gente más abstracta que se pueda encontrar. Bien, con esta gente no hay que hacer mucho, basta con cuidar de que los aconteci­mientos sigan lo que los diablos llamamos el curso natural. Según nuestro parecer, cada hombre ha sido puesto, naturalmente, en el mal camino. Tipos como tu hombre son los mejores sujetos, los más dóciles (a nosotros), por estar convencidos de saber ya qué es lo mejor y resen­tirse íntimamente si alguien les indica un paso más que dar.
¿Sabes qué es la con­creción para tu honbre ?
Es el intento de traducir los principios, leídos en estos libros, en situaciones de las que él ya se siente dueño: la familia, el traba­jo, etc... Quiere aplicar esos principios a lo con­creto (y con ello sobreen­tiende que esos principios son abstractos - ¿ ves como está en el buen camino?).
Si es así, va bien: menos intervienes y más consigues.
Pero la concreción es la voluntad de Dios y basta. Es la circunstancia en la que Dios se impone como criterio para la acción que se va a realizar, que se está realizando. Por cómo se realizan cier­tas acciones se entiende el valor de las demás. Yo he visto cómo tu hombre ha torcido la nariz cuando se le ha propuesto inscribirse a un determina­do partido. Las objeciones que ha planteado no reve­laban ninguna profundidad de pensamiento, parecían confeccionadas por mero amor a la controversia y su contenido era exactamente el de la mentalidad común - ya hace tiempo bajo nuestro control.
La razón es simple: para tener profundidad de pensamiento hay que disentir sobre las premi­sas, sobre los presupues­tos. ¡Habría que pensar verdaderamente de un modo distinto, pero distin­to en todo!
Sin embargo, tu hom­bre dice que está de acuer­do en las premisas y es tan presuntuoso que cree conocer mejor que nadie las consecuencias.
Esta es la concreción.
Este es el motivo por el que hoy lo primero que hay que hacer no es refutar sus libros (esto puede irri­tarlos), sino mantenerlos tranquilos respecto de aquellas «cosillas» en las que la voluntad de Dios se hace más evidente, justifi­cándolos y haciendo que no aprendan de sus pro­pios errores. Hasta el pun­to en el que ya no los con­sideren errores. Un juego excitante.
Afectuosamente tuyo, Escrutopo

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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