Comenzamos, desde este número, la publicación de dos textos comparados; uno tomado de la Escuela de Comunidad (Por qué la Iglesia), el otro del Catecismo de la Iglesia Católica
DEL CATECISMO
II.- La Iglesia-Cuerpo de Cristo
La Iglesia es comunión con Jesús
787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida; les reveló el Misterio del Reino; les dió parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: «Permaneced en mí, como yo en vosotros... Yo soy la vid y vosotros los sarmientos» (Jn 15,4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su cuerpo y el nuestro: «Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Jn 6, 56).
788 Cuando fueron privados los discípulos de su presencia visible, Jesús no los dejó huérfanos. Les prometió quedarse con ellos hasta el fin de los tiempos, les envió su Espíritu. Por eso la comunión con Jesús se hizo en cierto modo más intensa: «Por la comunicación de su Espíritu a sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye místicamente en su cuerpo».
789 La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación íntima entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a Él; siempre está unificada en Él, en su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia-Cuerpo de Cristo se han de resaltar más específicamente: la unidad de todos los miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo cabeza del Cuerpo; la Iglesia, Esposa de Cristo.
Cristo, Cabeza de este cuerpo
792 Cristo «es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia» ( Col 1, 18). Es el principio de la creación y de la redención. Elevado a la gloria del Padre, «él es el primero en todo» ( Col l, 18), principalmente en la Iglesia por cuyo medio extiende su reino sobre todas las cosas.
793 Él nos une a su Pascua: Todos los miembros tienen que esforzarse en asemejarse a Él «hasta que Cristo esté formado en ellos» (Gal 4,19). «Por esos somos integrados en los misterios de su vida... nos unimos a sus sufrimientos como el cuerpo a su cabeza. Sufrimos con él para ser glorificados con él».
794 Él provee a nuestro crecimiento: Para hacernos crecer hacia Él, nuestra Cabeza, Cristo distribuye en su Cuerpo, la Iglesia, los dones y los servicios mediante los cuales nos ayudamos mutuamente en el camino de la salvación.
795 Cristo y la Iglesia son, por tanto, el «Cristo total» [«Christus totus» ]. La Iglesia es una con Cristo. Los santos tienen conciencia muy viva de esta unidad...
DE PORQUÉ LA IGLESIA
de mons. Luigi Giussani págs. 86-88
El nexo con Jesucristo
La Iglesia se presenta en la historia ante todo como relación con Cristo vivo. Cualquier otra reflexión, cualquier otra consideración es consecuencia de esta actitud original. Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, describe el cuadro de un grupo de personas que ha seguido subsistiendo como comunidad desde los días de la vida terrena de Jesús en el período postpascual. Sin embargo, había habido toda clase de razanes para que aquella congregación, nacida en torno a un hombre excepcional, se hubiese disuelto. Muerto Él, si hubiese sido destruida aquella presencia en torno a la que giraba su estar juntos, habría sido muy comprensible la dispersión definitiva del grupo de discípulos.( .. .)
A pesar del dolor y del miedo por las consecuencias de aquella ejecución, el cuadro que se extrae de los documentos es el de un grupo que se refuerza y adquiere consistencia. La percepción confusa de aquella vida ante la que después se encontrarían de frente cuando Jesús se les apareció resucitado, estaba soterradamente en el horizonte de sus convicciones. Algo que haría pensar a alguno de ellos: «Pero, ¿de verdad todo ha acabado con su muerte?». Un recuerdo piadoso, sin embargo, no hubiese podido mantener unido a aquel grupo en condiciones tan difíciles y hostiles, ni siquiera aunque hubiese alentado en ellos el deseo de difundir las enseñanzas del Maestro. Para aquellos hombres, la única enseñanza que no podía ponerse en cuestión era que el Maestro estaba presente, que Jesús estaba vivo y esto es exactamente lo que nos han transmitido: el testimonio de la presencia de un Hombre vivo. El comienzo de la Iglesia es precisamente este grupo de discípulos, este pequeño grupo de amigos que tras la muerte de Cristo sigue estando unido igualmente. ¿Por qué? Porque Cristo resucitado se hace presente en medio de ellos.
Las discípulos, juntos, atestiguan que está vivo y presente aquel hombre cuyo misterio divino habían aprendido a reconocer gradual y lentamente, siguiendo una trayectoria de certeza progresiva por la que Él, como ya vimos, les había llevado. Nos advierten que Dios no ha venido al mundo, que no se ha establecido como hombre en la historia durante un momento pasajero, sin nexos, para ser recordado vagamente en una memoria abstracta de la época: Cristo sigue en la historia, en la vida del hombre, personal y realmente, con el rostro histórico y vivo de la comunidad cristiana, de la Iglesia.
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