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Huellas N.02, Febrero 1993

LA CUARTA DE BRAHMS

Sinfonia de otoño

Enrico Raggi

Más allá del rigor técnico, vibra una pregunta sin resolver. Como en otoño, la nostalgia aparece tras la frondosidad de la naturaleza.

Toda la producción de Brahms, y de modo parti­cular la Cuarta Sinfonía, se desarrolla entre la grandio­sidad y el intimismo, oscila entre el heroísmo de una música potente, titánica, y el temor (momentáneo) de una conciencia que se des­nuda y aparece solitaria, indefensa. Por una parte, la confianza completa en la ciencia, en la capacidad constructiva del artista, en su agudísima pericia arte­sanal, por la otra, la afirma­ción velada, la conciencia susurrada de que ésto no basta.
El «academicismo» de Brahms se muestra potente, amplio: es capaz de repre­sentar el mundo entero. El gesto es impetuoso y plás­tico: la forma, la arquitec­tura, la estructura se con­vierten en el centro del uni­verso ( de hecho, componer la Cuarta Sinfonía le lleva­rá catorce años de trabajo).
Muchos han criticado la obstinada perfección del lenguaje de Brahms y su apego visceral a la forma. No obstante, detrás de aquel hombre entregado por completo a las fuerzas de sus manos musicales se escondían también senti­mientos diversos: conmo­ción y turbación. En Brahms ya no se plantean el bien y el mal como en la forma sonata beethovenia­na: solo está el individuo que se pregunta, que se ais­la levantando barreras for­males. Brahms querría res­taurar el violado equilibrio entre el hombre y el mun­do, pero confía su inquietud a la técnica, al ingenio, que se convierten en los nuevos garantes de su seguridad personal. Pero desde la ventana del edificio monu­mental se asoma un cora­zón que busca otra cosa.
Tomemos el primer tiempo (Allegro ma non troppo) de la Cuarta comienza con un tema dul­císimo, confiado a los violi­nes, lleno de lacerante nos­talgia, estremecedor. El modo de proceder es absolutamente libre, no se advierte apenas el ritmo marcado, más bien se oye un acunar tierno. Y, sin embargo, cuando aparece la segunda idea, te sientes transportado a un ambiente opuesto, heróico, viril, que no admite incertidumbre. Y todo el desarrollo del pri­mer tiempo es de una pleni­tud impresionante, de un peso específico tremendo. El abandono se mezcla incesantemente con el hom­bre orgulloso que desafía al cielo con la cabeza alta.
Brahms: retórico, aca­démico, y sin embargo con una tensión sincera hacia lo verdadero. ¿Pero, de qué modo roza Brahms la Ver­dad? Utilizando hasta el fondo la tradición, confron­tándose con ella, asimilan­do su significado. Compar­tiendo por entero la profun­da religiosidad que anima a sus puntos de referencia. De este modo, incluso la gran­diosidad de su gesto, el vín­culo arquitectónico severo y desbordante, son sólo aspectos menores del lazo establecido entre Brahms y artistas que concebían su música como un río que desemboca en el Misterio.
Ejemplo supremo de esto es el cuarto movimien­to, Allegro energico e appassionato, escrito en forma de chacona (una melodía obstinada), en la que se insertan 32 variacio­nes. Esta chacona es un monumento inexpugnable, solidísimo, obra de un cons­trutor increíblemente sabio: el tema principal, contundente, retorna periodica­mente, idéntico a sí mismo, sin temer nada. Brahms mira las formas del pasado, se esfuerza en perfeccionar el lenguaje. Sin embargo desde este monumento épico y espléndido - se tras­luce una evidencia de ver­dad. Brahms, a través de la disciplina musical, intenta penetrar en la realidad, afe­rrar su significado (sin alcanzarlo). Y la belleza se disfraza de equilibrio. Pero en el magisterio supremo se abren espacios de abando­no, de sensibilidad vigilan­te, de humanidad. El hom­bre cree en la ciencia, pero dentro de su corazón sabe que esto no es lo que le per­mite afrontar toda la vida.

Traducido por María José Conty

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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