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Huellas N.02, Febrero 1993

DESDE UGANDA

Hablan para mí

Mary Anyomo Kwac

Historia de una conversión. Sostenido por una amistad concreta y fiel

Soy ugandesa perteneciente a la tribu acholi, del distrito de Kitgum. Desde la adolescencia he tenido muchas pruebas y tentaciones. Me sentía totalmente fuera de la Iglesia y perdí mi fe católica porque tenía miedo de la confesión. Estaba pro­fundamente convencida de que mis pecados eran demasiados y demasia­do grandes para ser confesados.
Decidí unirme a la secta protes­tante de los Salvados, pensando que así podría hablar directamente con Dios y convertirme en una verdade­ra hija de Dios. Después de estar diez años con este grupo perdí a mi hijo de ocho años. Me preguntaba: «Dios mío, ¿por qué me castigas?».
Tras la muerte de mi hijo tam­bién yo caí enferma. En ese momento perdí la fe de Salvada. Cada vez esta­ba más débil. Creí tener el SIDA, ya que lo sospecharon de mi hijo, muer­to hacía ya un año. Me sentía desco­razonada, frustrada e impotente.
Un día, el 26 de mayo de 1992, mientras estaba en la oficina, como un milagro, vi coches, motos, bici­cletas y gente a pie, que iban hacia la Uganda Martyrs Centenary School de Kitgum (ndr.: una escuela fundada por algunos padres de CCL, donde se hacen todas las reuniones de la comunidad). Pregunté a mis compañeros: «¿Quiénes son estos y a dónde van?». Me respondieron: «Son los del grupo de CCL. Son gente que habla del SIDA, animan y curan a los que lo tienen».
Me entró curiosidad e inmediata­mente les seguí. Cuando llegué allí pedí permiso para entrar. Fui bienve­nida. Lo que me sorprendió en el discurso del sacerdote fue: «Dios es libre de revelarse como elige». Esta frase me abrió los ojos para comprender que Dios también se nos puede reve­lar a través de la enfermedad. El segundo punto era: «Mis estados de ánimo pueden engañarme. ¿Cómo puedo estar seguro de que la ilumina­ción viene del Espíritu Santo y no de mis opiniones y conveniencias?».
Me parecía que aquel cura habla­ba sólo para mí. Después de esto uno me invitó a ir a Misa. Me pregunté: «¿De nuevo a la Iglesia? es una locu­ra». Y sin embargo veía que en este grupo había algo que yo necesitaba conocer. ¿Cómo? No lo sabía. Por suerte dos miembros del Meeting Point que pertenecen al mismo grupo vinieron a verme. Sentía que era importante para ellos por el amor que se me demostraba.
Uno de ellos habló del significado de mi vida, y me aconsejó que bus­cara a un sacerdote. Me daba miedo ir, porque había estado alejada de la Iglesia Católica durante dieciocho años. Pero acordándome de lo que había aprendido de aquel cura en la reunión -más tarde descubrí que se trataba de la Escuela de comunidad­me armé de valor y fui. Me acogió muy bien a pesar de contarle mis tenibles experiencias pasadas. Volví a casa muy feliz, con el corazón en paz, y con un rosario. Después de algunos días recibí el sacramento de la penitencia y Juego el del Cuerpo de Cristo.
Dios es libre de revelarse como Él elige, y para mí lo ha hecho a tra­vés de mi enfermedad con la ayuda del grupo de CCL.

Traducido por María del Puy Alonso

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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