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Huellas N.01, Enero 1993

CARTAS DE ESCRUTOPO

¡Déjalo solo!

El anciano tentador no ha dejado escapar la ocasión ofrecida por la crisis económica. Una oportunidad óptima para incitar al «paciente» a concebirse cada vez más solo

Sospecho, querido Oru­gario, que, a pesar de tus muchos méritos, sigues concibiendo la lucha del bien y del mal de un modo demasiado simplista. De tus largos informes deduzco que para ti el problema es sobre todo ético: tiendes siempre a hacer cumplir malas acciones a tu hombre. No es equivocado, pero es cómo decir- libresco, esco­lástico y, en último término, no esencial. Nosotros demonios tenemos un patri­monio mucho más rico que los libros, a propósito del mal: está dentro de noso­tros, en la estructura misma de la que estamos hechos. Nosotros odiamos la cerca­nía de Cristo, y para alejar a nuestro enemigo de los hombres debemos estar siempre dispuestos a todo; y si por cualquier causa - como ya te escribiera- el método mejor para ello fue­ra el de inducir a los hom­bres a realizar acciones en sí mismas justas, pues bien: habría que hacerlo.
Me decías que tu hom­bre está preocupado por las nuevas dificultades econó­micas. Hay más tasas que pagar, se deberán redimen­sionar los gastos y, sobre todo, será difícil encontrar trabajo. Tu hombre lee los periódicos, y justamente se pregunta cómo garantizar a sus hijos un futuro digno. Me informas, además, de que ha pasado las últimas vacaciones en ciudades de lujo, y que ahora se lamenta de haber gastado tanto dine­ro. Se siente un mal previ­sor, los nervios se le desa­tan más fácilmente y a menudo estallan disputas entre él y la mujer.
¡Bien! La situación es ésta. ¿y tú qué haces? Atado a las reglas, buscas fomen­tar las discordias, pones tu esperanza en la separación, en el divorcio y en quién sabe qué más cosas. Justísimo. Pero no basta.
¿Por qué no insistes sobre sus preocupaciones? ¿No me has dicho tú mismo que pasa horas y horas recorriendo de un lado a otro su estudio repitiendo: «Aquí hace falta pasar la página»? Cuando un hom­bre quiere pasar la página hace falta ayudarle, hacer que la pase, incluso dos, o tres. Tu hombre quiere ser, simplemente, un poco más serio. Basta con las diver­siones, basta con el cine y el teatro, se acabó el com­prar dos periódicos al día, y, en cuanto a los hijos, a estudiar más y mejor, y qui­taros de la cabeza la «sema­na blanca». Un verdadero programa de austeridad, ¿no te parece?
¡Se celoso con él! Sugié­rele reducir (por ahora; des­pués, pasará del reducir a suprimir) las veladas con los amigos, los encuentros, las reuniones. ¿Acaso tiene necesidad de todo esto un verdadero cristiano? ¿No le basta quizá una Biblia sobre la mesilla y una seria y honesta conducta de vida? Nadie conoce mejor que nosotros esta clase de argu­mentos, porque hemos sido nosotros los que los hemos inventado. Cuando las difi­cultades económicas se dejan sentir, hace falta tomárselo en serio.
Tú, sin embargo, no tra­tes -te lo suplico- de con­vencerle directamente de estas cosas. El hombre no debe apercibirse de nuestra presencia. La memoria cris­tiana que está en él haría de escudo a estos argumentos. Me parece estar oyéndolo: «¿Por qué? Estar con un hermano, ¿no es una cosa seria?»
Sabes lo susceptibles que son... En cambio, lo que debes hacer es inducirle a pensar que existen dos niveles en el actuar huma­no: uno fundamental, refe­rente al comer y beber, al dormir y vestirse, y uno secundario, importantísimo en el plano de la edificación personal, espiritual: desde luego más importante, si se quiere, pero no tan necesa­rio en el plano práctico.
El plano práctico es aquél en el que el hombre está solo. Las cosas impor­tan tes quedan como un telón de fondo. Los amigos, los compañeros de camino son un eso, un telón de fon­do, nada más. La estima es formal. ¡Entonces nosotros triunfamos! En efecto, tu hombre se para: dice mis compañeros de camino, pero se engaña: no está caminando, no está sobre ningún camino.
Los curas repiten a menudo -de forma poco exacta, por la verdad- que Dios, en el tiempo libre, no es relegado. Será también verdad, pero es propio en el tiempo libre donde se ve lo que más le importa a un hombre. ¡Mira tu hombre! ¡ ¡No tiene un minuto de tiempo libre!! ¿Entiendes, Orugario? ¡¡No tiene un momento de tiempo libre!! Esta coyuntura terminará, piensa para sí, y entonces volveré a las cosas que más quiero.
Pues bien: esta coyuntu­ra no puede y no debe terminar nunca. Y esto es posible. El, ahora, está solo. Debe pensar seriamente en cómo salir del túnel, no tie­ne tiempo para las otras cosas, que serán incluso las más importantes, pero son otras cosas. Al hombre le es dado sólo el presente para salvarse o condenarse, y esto él parece haberlo olvi­dado.
Me parece, por tanto, que esta crisis económica te abre enormes posibilidades de trabajo. Trata de aprove­charte de ello: la confianza en ti es tanta, no así el tiem­po de nuestra paciencia. A buen entendedor...
Un abrazo, tuyo

Escrutopo

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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