El anciano tentador no ha dejado escapar la ocasión ofrecida por la crisis económica. Una oportunidad óptima para incitar al «paciente» a concebirse cada vez más solo
Sospecho, querido Orugario, que, a pesar de tus muchos méritos, sigues concibiendo la lucha del bien y del mal de un modo demasiado simplista. De tus largos informes deduzco que para ti el problema es sobre todo ético: tiendes siempre a hacer cumplir malas acciones a tu hombre. No es equivocado, pero es cómo decir- libresco, escolástico y, en último término, no esencial. Nosotros demonios tenemos un patrimonio mucho más rico que los libros, a propósito del mal: está dentro de nosotros, en la estructura misma de la que estamos hechos. Nosotros odiamos la cercanía de Cristo, y para alejar a nuestro enemigo de los hombres debemos estar siempre dispuestos a todo; y si por cualquier causa - como ya te escribiera- el método mejor para ello fuera el de inducir a los hombres a realizar acciones en sí mismas justas, pues bien: habría que hacerlo.
Me decías que tu hombre está preocupado por las nuevas dificultades económicas. Hay más tasas que pagar, se deberán redimensionar los gastos y, sobre todo, será difícil encontrar trabajo. Tu hombre lee los periódicos, y justamente se pregunta cómo garantizar a sus hijos un futuro digno. Me informas, además, de que ha pasado las últimas vacaciones en ciudades de lujo, y que ahora se lamenta de haber gastado tanto dinero. Se siente un mal previsor, los nervios se le desatan más fácilmente y a menudo estallan disputas entre él y la mujer.
¡Bien! La situación es ésta. ¿y tú qué haces? Atado a las reglas, buscas fomentar las discordias, pones tu esperanza en la separación, en el divorcio y en quién sabe qué más cosas. Justísimo. Pero no basta.
¿Por qué no insistes sobre sus preocupaciones? ¿No me has dicho tú mismo que pasa horas y horas recorriendo de un lado a otro su estudio repitiendo: «Aquí hace falta pasar la página»? Cuando un hombre quiere pasar la página hace falta ayudarle, hacer que la pase, incluso dos, o tres. Tu hombre quiere ser, simplemente, un poco más serio. Basta con las diversiones, basta con el cine y el teatro, se acabó el comprar dos periódicos al día, y, en cuanto a los hijos, a estudiar más y mejor, y quitaros de la cabeza la «semana blanca». Un verdadero programa de austeridad, ¿no te parece?
¡Se celoso con él! Sugiérele reducir (por ahora; después, pasará del reducir a suprimir) las veladas con los amigos, los encuentros, las reuniones. ¿Acaso tiene necesidad de todo esto un verdadero cristiano? ¿No le basta quizá una Biblia sobre la mesilla y una seria y honesta conducta de vida? Nadie conoce mejor que nosotros esta clase de argumentos, porque hemos sido nosotros los que los hemos inventado. Cuando las dificultades económicas se dejan sentir, hace falta tomárselo en serio.
Tú, sin embargo, no trates -te lo suplico- de convencerle directamente de estas cosas. El hombre no debe apercibirse de nuestra presencia. La memoria cristiana que está en él haría de escudo a estos argumentos. Me parece estar oyéndolo: «¿Por qué? Estar con un hermano, ¿no es una cosa seria?»
Sabes lo susceptibles que son... En cambio, lo que debes hacer es inducirle a pensar que existen dos niveles en el actuar humano: uno fundamental, referente al comer y beber, al dormir y vestirse, y uno secundario, importantísimo en el plano de la edificación personal, espiritual: desde luego más importante, si se quiere, pero no tan necesario en el plano práctico.
El plano práctico es aquél en el que el hombre está solo. Las cosas importan tes quedan como un telón de fondo. Los amigos, los compañeros de camino son un eso, un telón de fondo, nada más. La estima es formal. ¡Entonces nosotros triunfamos! En efecto, tu hombre se para: dice mis compañeros de camino, pero se engaña: no está caminando, no está sobre ningún camino.
Los curas repiten a menudo -de forma poco exacta, por la verdad- que Dios, en el tiempo libre, no es relegado. Será también verdad, pero es propio en el tiempo libre donde se ve lo que más le importa a un hombre. ¡Mira tu hombre! ¡ ¡No tiene un minuto de tiempo libre!! ¿Entiendes, Orugario? ¡¡No tiene un momento de tiempo libre!! Esta coyuntura terminará, piensa para sí, y entonces volveré a las cosas que más quiero.
Pues bien: esta coyuntura no puede y no debe terminar nunca. Y esto es posible. El, ahora, está solo. Debe pensar seriamente en cómo salir del túnel, no tiene tiempo para las otras cosas, que serán incluso las más importantes, pero son otras cosas. Al hombre le es dado sólo el presente para salvarse o condenarse, y esto él parece haberlo olvidado.
Me parece, por tanto, que esta crisis económica te abre enormes posibilidades de trabajo. Trata de aprovecharte de ello: la confianza en ti es tanta, no así el tiempo de nuestra paciencia. A buen entendedor...
Un abrazo, tuyo
Escrutopo
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