Asamblea de los obispos latinoamericanos. Ya no se parte del análisis de la sociedad. En el principio está el anuncio. Diario de uno de los «expertos»
12 de Octubre de 1992. Quinientos años después de la llegada de Cristóbal Colón a estas tierras se encuentran, junto con el papa Juan Pablo II, cerca de 300 obispos de América Latina y algunos representantes de sacerdotes, religiosos, religiosas y cristianos laicos. Por gracia de Dios me encuentro en este grupo como «experto» de teología y representante de Comunión y Liberación.
El Papa pronuncia su discurso inaugural de esta IV Conferencia del Episcopado latinoamericano. La conmoción es grande; ningún tema espinoso es evitado, pero más que otra cosa, lo que el sucesor de Pedro indica es el punto central de este encuentro: «Celebrar la presencia de Cristo y difundirla por medio de una Nueva Evangelización, de una Promoción humana, de una Cultura cristiana».
La asamblea acoge calurosamente el mensaje del Papa y a todos parece claro que se ha dado la dirección para el trabajo de los días sucesivos. Junto a los obispos también los sacerdotes y los laicos son admitidos a saludar personalmente al Papa. ¿Qué podía yo pedir sino la bendición para todo el movimiento renovando nuestra plena fidelidad?
El 13, al término de los trabajos de la Conferencia, se desarrolla la presentación de nuestro texto sobre los 500 años de evangelización. Es un sencillo gesto de unidad para proponer lo que somos en los distintos países de América Latina. Participan tres cardenales y muchos obispos con los que se ha contactado gracias al ímpetu de dieciocho responsables nacionales con gran libertad para el anuncio, como si fueran bachilleres o universitarios en sus facultades.
Documento
El 14, además de oír algunas conferencias, empieza el trabajo en las comisiones especializadas. Se han formado 30 comisiones para afrontar los principales problemas de la Iglesia y de la sociedad latinoamericana. ¡Qué lejano de nuestro método y del método indicado por el Papa! Me llaman a la comisión sobre la «integración latinoamericana», pero un día después soy llamado a la «comisión coordinadora» presidida por el cardenal Primatesta de Córdoba-Argentina. Este anciano cardenal inmediatamente me impresiona por su sencillez y su capacidad de retomar continuamente la dirección indicada por el Papa. Barbotando insatisfecho algo sobre cómo van los trabajos, convoca otra comisión, la de «redacción del texto», llevada por el presidente de la Conferencia episcopal del Brasil, Don Luciano Mendes de Almeida.
En los siguientes días estas dos comisiones preparan un esquema que servirá como nucleo y clave de bóveda para todas las contribuciones de los obispos. El esquema, según la insistencia del cardenal Primatesta, se basa en el anuncio gozoso de la resurrección de Cristo. Don Luciano Mendes lo presenta con su carisma personal y la asamblea, que hasta entonces se había movido en muy distinta dirección, lo aprueba unánimemente. El primado ya no es del análisis de los problemas de la Iglesia y de los desastres de la sociedad, sino del milagro que la presencia de Cristo lleva al mundo.
Estos dos prelados representan de hecho las dos tendencias presentes en la Iglesia latinoamericana, la del primado de la atención a los problemas sociales, a la injusticia, a la explotación, a la pobreza, y la del primado del anuncio y de la proclamación de la fe. En ninguno de los dos pastores se excluyen estos dos factores; de hecho, sin embargo, en muchos países, y particularmente en Brasil, la atención a los problemas sociales ha sido en los últimos diez años el aspecto claramente dominante.
Nos hemos encontrado, por lo tanto, frente a un hecho inédito hasta ahora en el mundo eclesiástico de América Latina: el método «ver la realidad, juzgarla a la luz del Evangelio y actuar consecuentemente» es dejado de lado. El punto de partida ya no es el genérico «ver» o «analizar la realidad», sino la proclamación de la fe en Jesucristo. Nosotros diríamos «el anuncio de un Hecho presente».
La historia
Mientras los trabajos continúan, buscando mirar en esta nueva dirección, se hace por parte de algunos obispos una petición a la presidencia de la Asamblea. Se pide la celebración de un solemne gesto público en el que pedir perdón por todos los crímenes cometidos por la Iglesia durante estos 500 años, en particular los llevados a cabo contra indios y negros. Tras esta petición hay un juicio histórico negativo sobre la presencia de la Iglesia católica durante la primera evangelización. De esta propuesta nace una gran discusión al fin de la cual la presidencia define que no habrá una liturgia específica para pedir perdón, sino que se dará un acento penitencial a una de las misas que se celebra diariamente por la mañana.
Después la asamblea, en el documento final, suscribirá totalmente la posición del Papa, que había dicho en Santo Domingo a los indígenas: «La Iglesia, que con sus religiosos, sacerdotes y obispos ha estado siempre al lado de los pueblos indígenas, ¿cómo podrá olvidar en este V Centenario los enormes sufrimientos infligidos a las poblaciones de este continente durante la época de la conquista y la colonización? Hay que reconocer con toda verdad los abusos cometidos por la falta de amor de aquellas personas que no supieron ver en los indígenas a hermanos e hijos del mismo Padre Dios».
Y en el discurso inaugural de la IV Conferencia había afirmado: «La misma evangelización constituye una especie de tribunal de acusación frente a los responsables de estos abusos».
En la segunda semana se llega a una primera redacción global del texto; todos tienen una clara percepción del cambio acaecido tanto en el contenido como en el método del documento.
Interferencias
En este momento la prensa, sobre todo la local, llevada por un grupo de teólogos y periodistas que hubieran querido hacer una Conferencia alternativa, comienza a hablar de profundas laceraciones en la asamblea, de interferencias de Roma, de dominio de conservadores sobre progresistas, de fracaso de todo el encuentro. En realidad la asamblea trabajaba intensamente produciendo integraciones y correcciones al documento, pero sin invertir su lógica ni su contenido. Bajo la presión de estos elementos externos, disturbantes, alimentados por el ambiente europeo, sobre todo el alemán y el holandés, se llega a temer la existencia de un documento alternativo apoyado por algunos obispos brasileños. En realidad no se propone ningún documento bis y la asamblea continúa intensamente su curso normal. Pacíficamente se produce también un nuevo y muy importante cambio cuando se decide abandonar el término «opciones preferenciales» por la expresión «líneas pastorales prioritarias». Puede parecer una sutileza de lenguaje, pero en todos estos años la palabra más usada cuando se hablaba de la Iglesia en América Latina era «opción preferencial por los pobres». También en esto las cosas empiezan a cambiar; la opción por los pobres continúa, pero en un segundo plano tras la prioridad dada a la misión, a los fieles laicos, a los jóvenes, a las vocaciones, etc.
En los últimos días ayudo a preparar varios modus, es decir, contribuciones para el texto final. Me impresiona la forma exigente de trabajar de muchos prelados que desean poner en el texto, más que reflexiones teóricas, toda la riqueza de su experiencia de pastores. Del trabajo con ellos emerge en esta ocasión un gran realismo. Todos son conscientes de la grave crisis que afronta la Iglesia católica en América Latina: descristianización, aumento de la pobreza, sectas, secularismo. Ninguno se engaña pensando poder salir de esta situación con teorías utópicas o simples planes pastorales. Por ello el Espíritu orienta a volver a partir de Cristo viviente en la Iglesia; y de ninguna otra realidad.
Así se llega al último día, el 28 de octubre. Votación final, 201 votos a favor, 5 abstenciones, ningún voto en contra. La Virgen de Guadalupe ha vigilado y protegido.
Se termina con una solemne liturgia de «acción de gracias» en la catedral de Santo Domingo, primada de América Latina.
El clima dominante ha sido de trabajo y de libertad favorecido por la presencia atenta y discreta del Secretario de Estado de Su Santidad, el cardenal Angelo Sodano. En la libertad lo que está vivo se afirma más fácilmente. Esta es la mayor riqueza de Santo Domingo: volver a partir del Hecho de Cristo y dejar libres todas las experiencias que quieren construir la Iglesia en el mundo y en sus contradicciones. Cierto, el «carisma», normalmente, no nace de una reunión de obispos o de un discurso más o menos ortodoxo, pero en un clima de libertad es ayudado a florecer.
Traducido por José Clavería
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón