El desempleo avanza. Y afecta a estratos sociales hasta ahora indemnes. La contribución de los Centros de solidaridad
El desempleo crece y alcanza el techo del 11%. Los datos recientemente difundidos por el Istat (Ndt: Instituto Nacional de Estadística italiano) revelan que en julio del 92 los parados en Italia eran 2.667.000, de los cuales 1.900.000 eran jóvenes ( equivalente al 71 %). En ese mismo mes de 1991 el total de los parados ascendía a 2.581.000 individuos. Por lo tanto un aumento de 202.000 sin trabajo distribuidos así: 164.000 en el norte, 34.000 en el centro, 4.000 en el sur. En el mismo período la industria ha perdido 148.000 empleados, la agricultura 69.000, y sólo el sector terciario ha ganado (más de 15.000 trabajadores).
En un año se han cancelado más de 200.000 puestos de trabajo por la recensión que ha afectado la producción industrial y los consumos de las familias italianas, y la hemorragia en las plantillas de las empresas no parece disminuir.
Casi dos millones de jóvenes están sin trabajo. Muchos de ellos han concluido brillantemente una larga carrera universitaria que no ofrece ya las salidas deseadas. Ingenieros de la Universidad Politécnica o economistas de la Bocconi, es paradójico decirlo pero es así, (Ndt: la Bocconi es una universidad privada que hasta ahora aseguraba grandes posibilidades de colocación), engrosan las filas de los nuevos parados, obligados a aceptar un trabajo cualquiera para vivir o para mantener una joven familia.
Aparecen también nuevas figuras sin-trabajo. Personas de edades comprendidas entre los cuarenta y los cincuenta años, víctimas del hacha de la recensión económica. Crisis económica e investigaciones judiciales sobre el tráfico de influencias han bloqueado talleres y producciones industriales obligando a las empresas pequeñas y grandes a cerrar sus establecimientos y sus líneas de producción. Dejando en la calle a miles de personas. Dirigentes y obreros especializados tienen que volver a los pupitres de la escuela para aprender desde el principio un trabajo, si bien será difícil que lo consigan.
En Roma los parados son 292.359. La mayor parte de éstos (192.289) están a la búsqueda del primer puesto de trabajo. El grito de alarma ha sido lanzado a mediados de noviembre por el Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede. La recensión afecta sobre todo a la construcción y a la industria y pondrá en peligro, según un estudio de los sindicatos, otros miles de puestos de trabajo en los próximos doce meses.
En la provincia de Milán a mediados de un semestre negro se cuentan 10.836 trabajadores en el paro y 158 empresas afectadas por la crisis y obligadas a procesos de reestructuración y reconversión drásticos. Según el Observatorio territorial sobre el mercado de trabajo, los trabajadores despedidos en Lombardía son más de 21.000 de un total de 423 empresas (141 están en crisis y 36 se han declarado en quiebra).
Una propuesta
Hace algunas semanas Gad Lerner invitó al programa Milano, Italia (transmitido por la Rai 3) a grupos de trabajadores para discutir sobre el desempleo. Había algunos cuya empresa había cerrado las puertas y pretendían que el Estado les diese inmediatamente un nuevo puesto de trabajo o, por lo menos, el subsidio de desempleo por un buen número de años. Había sindicalistas que razonaban en abstracto sobre las partes encontradas, negociaciones y política del Gobierno. Estaban también Achille Biancardi y Claudio Bottini- el primero un jubilado de 50 años, el segundo un empleado. Los dos hablaron sobre los nuevos desempleados que pasan cada día por los Centros de Solidaridad y sobre la ayuda concreta que éstos ofrecen. Una ayuda y una amistad que les hace sentirse menos solos frente al hecho de buscar un trabajo o frente al hecho de haberlo perdido. Una presencia importante en el ambiente- 150 sedes en Italia con miles de personas implicadas - y un contacto directo con las empresas permiten a los Centros proporcionar consejos prácticos y útiles que les orienten en la crisis y en el panorama de los nuevos empleos. Nada de dialéctica política, planificación abstracta o gestión burocrática. Aquí, la inversión en «recursos humanos» es total. El encuentro con un parado, la noticia casual de un puesto en una empresa, pueden convertirse en el inicio de una relación, de un intercambio de informaciones «de persona a persona». Estos contactos ponen en relación la demanda y la oferta de trabajo superando aquel nivel de desconexión que a menudo está en el origen de las dificultades.
Las acciones de los Centros se refieren particularmente a las exigencias de las partes más débiles y menos protegidas del mercado del trabajo, jóvenes en busca del primer trabajo (con un fuerte aumento de los recién licenciados), parados que necesitan una nueva cualificación, minusválidos físicos y psíquicos.
Frente al creciente número de desempleados adultos, aquellos, para entendernos, de edad media de 45 años, con familias a su cargo, que no pueden permitirse grandes períodos de espera, los Centros promueven y organizan cursos de capacitación profesional.
De las conversaciones acerca del trabajo en el Centro puede nacer el deseo de volver a verse. Nace una amistad y con ella lugares de reencuentro, bares y locales donde encontrarse por la noche para cenar, para leer un libro sobre la Iglesia o para ver una película y escuchar música. El parado que ha sido ayudado a encontrar un trabajo por los amigos del Centro va allí con la novia o con la familia, nacen iniciativas deportivas y recreativas para los hijos. Alguno, completamente ajeno al cristianismo, decide bautizarse. El inicio de una nueva solidaridad social supera el egoísmo estéril y violento.
Traducido por Paloma Galán
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