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Huellas N.10, Octubre 1992

CULTURA

San Carlo. Diez Años en el Centro

Camillo Fornasieri

El Centro Cultural San Cario de Milán surgió para subrayar la integralidad de las dimensiones de una experiencia eclesial auténtica

DIEZ AÑOS DE HISTORIA del Centro Cultural San Carlo no equiva­len a un envejecimiento. El Centro ha pasado totalmente el tiempo de la infancia y de la adolescencia, necesa­rio para imponerse frente a la indife­rencia de un ambiente ciudadano, que si al inicio de los años ochenta todavía podía presumir de tener alguna preten­sión cultural, hoy está casi totalmente exánime. Milán, donde el Centro Cul­tural San Carlo desarrolla su activi­dad, se resiente de la homologación general que distingue a nuestra época. Es una puntualización aparentemente superflua, pero la verdad es que el pri­mer enemigo es el sopor del público, que hay que combatir, además, desde aquella posición que la mentalidad común considera de inferioridad, es decir, desde el punto de vista del pen­samiento católico.

Grupo de amigos
El Centro Cultural San Carlo empe­zó su actividad en 1979 a petición de la Basílica de San Carlo, donde tenía su sede en dos pequeñas habitaciones que fueron bautizadas, dadas las dimensiones, con el nombre de «el refugio de Ana Frank». En aquel cuar­tito bohemio, el mobiliario estaba constituído por una silla y una máqui­na de escribir.
Es un grupo de amigos, algunos jóvenes universitarios junto con adul­tos ya implicados en el mundo del tra­bajo, el que decide poner en común energías e inventiva para responder a la invitación hecha al Movimiento por la Basílica. Veníamos de los años en que la utopía se consideraba un modus vivendi unánime, la utopía entendida como realización en un futuro de un cambio que nace del hombre mismo. En el Movimiento se vivía, por el contrario, la exigencia de que cada problemática cultural no se quedase aprisionada en una teoría abstracta, sino que aprendiese y expresase «lo que la experiencia ya es».
En 1981 se funda el Centro formal­mente y ocupa un espacio mucho menos angosto. El ímpetu que anima­ba a los fundadores y a los primeros colaboradores no presenta ninguna ruptura con el que todavía hoy está en el origen de todo cuanto se hace; es un espíritu que se concentra perfectamen­te en las palabras que don Giussani ha pronunciado para comentar el signifi­cado fundamental de un Centro cultu­ral: «no hay nada que no nos interese, no hay nada que nosotros censuremos o eliminemos, ni siquiera el mal, por­que el mal no es algo sino que es no hacer el bien».

Personajes
Entre los acontecimientos que han marcado el camino del San Carlo, siendo difícil la elección, no es posible olvidar el paso, entre 1981 y 1986, de varios testigos de la tragedia vivida por la población del Este europeo bajo el yugo comunista. Fue fuerte la impresión suscitada por sus testimo­nios, también porque se advertía en sus palabras una correspondencia y un deseo de revivir personalmente aque­lla fuerza ideal que les hacía hablar con tanta emoción. La conferencia de Hans Urs von Balthasar sobre «Dios y el drama del mundo» (1984), además de dejar un signo indeleble en el público, surtió el efecto de sorprender, por la densidad con que se le escucha­ba, al mismo Balthasar. Como ejem­plo de encuentro con personalidades de fe diversa no podemos no recordar el debate Testori-Moravia sobre «Dios y el pueblo en Los Novios» (1984). En las personas que, cada vez más nume­rosas, son llamadas a intervenir en San Carlo, incluso en las más escépticas, se reconoce una curiosidad por la pasión por la realidad y a lo humano que encuentran en las personas del centro.
Al responder a las preguntas de algunos profesores de Universidad ita­lianos para conocer la naturaleza del movimiento, se advirtió que el signifi­cado del mensaje cristiano no sólo era mal comprendido sino que escapaba del todo. En esta situación grave se sitúa en 1984 la inolvidable interven­ción de don Giussani sobre «la con­ciencia religiosa del hombre moder­no».
Para hacer más consistente la rela­ción de amistad y colaboración entre los numerosos centros culturales que iban naciendo se funda en 1983 la AIC, la Asociación Nacional de Cen­tros, para establecer una dirección común, favorecer la posibilidad de conferenciantes de nivel internacio­nal, intercambiar informaciones e ideas.

Actualidad
En el aspecto de actualidad social y política se realizó en el San Carlo un convenio sobre «Libertad y Poder»; un convenio sobre la democracia en el que participaron figuras de relieve del mundo de la información; una mesa redonda sobre el problema de la serie­dad de la preparación universitaria, con la participación de los rectores de las Universidades de Milán. En 1988 se realizó un encuentro con Czeslaw Milosz en el Teatro Lírico que marcó quizás el nivel más alto de afluencia de público, congregado allí también porque creía poder conocer, por fin, de visu al autor del Miguel Mañara; en 1990, la conferencia de Margarita. Guarducci y Federico Zeri sobre la verdad de la tumba de San Pedro. Esta no es más que una breve enume­ración de los cientos de iniciativas que se han realizado. Una cosa se subraya con total decisión: al principio de una actividad todo parece más fácil, tam­bién cuando las dificultades estructu­rales son numerosas; después es pro­bable que la actitud que la animaba, sea por el riesgo de la repetición, sea porque el esfuerzo disminuye, vaya desapareciendo lentamente. Aquello que, por el contrario, confiere al Cen­tro Cultural San Cario la fuerza que le permite destacar todavía en el desierto es la convicción de poder afirmar el valor de aquellas palabras de don Giussani citadas anteriormente. Por­que «la novedad es la presencia como conciencia de tener consigo algo defi­nitivo, un juicio definitivo sobre el mundo, la verdad del mundo y de lo humano que se expresa en nuestra uni­dad».

Traducido por María Jose Conty

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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