Introducción al tercer volumen de la Escuela de comunidad
PARA QUE QUEDE CLARA la lógica del nuevo texto de la Escuela de comunidad (Por qué la Iglesia) es importante comprender la extensa premisa que sitúa el problema en sus términos verdaderos.
La Iglesia se propone a sí misma como continuidad de Cristo.
¿De qué modo puede la Iglesia ser reconocida como tal? A este respecto el texto plantea, con elemental claridad, el problema de cómo puede producirse este reconocimiento: si es a través de los textos históricos (como sostiene el racionalismo), o a través de una iluminación interior (como afirma el protestantismo), o más bien (según la posición ortodoxo-católica), a través de la obra del Espíritu de Cristo: el misterio de la comunión de los creyentes.
Puesto que el hombre parte siempre del presente este tercer camino permite además, precisamente a través de la experiencia presente en la que se participa, la solución del problema de la lectura histórica de los textos y de la moción espiritual que le hace falta al hombre para entender a quien tiene delante.
UNA DIFICULTAD PARA COMPRENDER
¿Por qué resulta tan difícil de admitir este camino que, sin embargo, parece el más fácil? La dificultad radica en el triunfo del racionalismo, que reduce la verdad de lo real a lo que puede medir la razón o constatar la experiencia en el sentido naturalista del término. Se trata de la razón entendida como medida de todas las cosas y, por ello, reducida en su valor al decapitarle su capacidad de apertura al Misterio y de ser potenciada por la fuerza de la Gracia. El triunfo de este racionalismo se explica en el texto retomando literalmente el planteamiento del discurso que Henry Daniel-Rops leyó en la Academia de Francia con ocasión de su ingreso en ella en 1955.
El dominio del racionalismo se describe como un lento proceso de afirmación histórica a partir de la ruptura de la unidad de la concepción del yo y del mundo que estaba asegurada -en la Edad Media- por una razón abierta a la fe.
Esta larga introducción no consiste en una fatigosa teorización cultural sino en describir el esfuerzo que nuestro espíritu lleva a cabo todos los días para vivir la relación con Dios y con Cristo.
La idea central es que el hombre sólo puede leer de un modo verdadero cualquier hecho del pasado a partir de una experiencia presente. Es un principio de inmenso valor y fácilmente comprensible. Cristo, sabiendo que el hombre parte del presente, se ha hecho presente -para poder ser entendido en su origen en el misterio de la comunión cristiana, en el misterio del cuerpo místico, es decir, misterioso de Cristo.
Por ello, es estando en el interior de una experiencia de compañía como el hombre puede adentrarse en las oscuridades del pasado y descubrir la luz que ya estaba allí presente.
A continuación, el tema se desarrolla en tres partes, de las cuales la primera está contenida en el primer tomo y las dos restantes en el segundo.
FACTORES FUNDAMENTALES DEL HECHO ECLESIAL
En la primera parte se lleva a cabo una valoración sumaria y simple de los datos históricos contenidos en los Evangelios, haciendo emerger de ellos las categorías principales del hecho eclesial como tal. Estos datos presentan el hecho cristiano con unas determinadas características tan elementales que son irrefutables. El reciente relanzamiento del descubrimiento de un fragmento que, con toda probabilidad, pertenece al Evangelio de Marcos y que se puede datar en torno al año 50 después de Cristo, ayuda a secundar el testimonio de contemporaneidad con Cristo de los datos históricos.
¿ Cuáles son, pues, los factores fundamentales del hecho cristiano que se perfilan a partir de los textos?
- Una comunidad,
-compuesta por gente que tiene autoconciencia de estar determinada por el don del Espíritu,
- del que deriva un tipo de vida nuevo, una nueva concepción de la existencia, fruto de una metanoia.
FENOMENO DIVINO Y HUMANO
La segunda parte describe los términos del desarrollo de la autoconciencia que ha tenido esta comunidad a lo largo de la historia. Se trata de la autoconciencia que tiene de sí misma la Iglesia de todos los tiempos de forma madura y explícita: tener dos componentes, el humano y el divino.
Esta parte es importantísima desde el punto de vista dialéctico. No hay objeción posible, porque todo lo que hay de aberrante, humanamente hablando, puede darse dentro de la Iglesia ya que está formada por hombres; pero, al mismo tiempo, ella lleva en sí una realidad que no es humana. Esa realidad divina se expresa como saber (Dogma) y como energía operativa (Gracia). Por esta autoconciencia nueva y por esta nueva capacidad de actuar se hace posible en la Iglesia lo que de otro modo sería imposible entender o hacer. «Imposible para los hombres, pero, ¡no para Dios!, porque todo es posible para Dios» (Me 10,27).
LA VERIFICACIÓN
La tercera parte responde a esta pregunta: «¿Cómo podemos estar seguros de que lo que la Iglesia pretende como contenido de su autoconciencia y como capacidad de realización de lo humano es verdadero?».
Con la verificación. Podríamos responder inmediatamente que la verificación es la santidad de vida. Dicho de un modo más preciso, es el tipo de vida distinto que nace en quien trata de vivir la Iglesia.
La característica fundamental de este tipo de vida es un acontecimiento de unidad (la unidad es la categoría suprema del Ser en cuanto tal), que es inconcebible de otro modo.
Esta unidad se traduce en el hombre como unidad de concepción y realización de sí mismo (santidad), como unidad en la visión de la realidad a lo largo de todo el tiempo de la historia (apostolicidad) y en el contexto de todos los pueblos y culturas (catolicidad).
INMERSIÓN EN EL PRESENTE
El desarrollo de estos cuatro puntos tiene una premisa: la certeza llega como consecuencia de vivir una experiencia de la Iglesia como tal. Vivir una experiencia significa sumergirse en un hecho presente con la totalidad de los factores de la personalidad humana. Tener la evidencia de una experiencia viviente. Pues no existe ninguna propuesta o experiencia que corresponda a los factores del yo de modo comparable a como lo hace la experiencia cristiana. La verdad es bella; lo verdadero se experimenta en lo bello. Y la objeción de que podría tratarse de una ilusión ( «Es hermoso, pero es una ilusión») queda refutada por el hecho de que se trata de una experiencia presente.
Quizá, el método que se utiliza en el texto no sea el mejor para describir estas cosas. Pero, ciertamente, es una manera de señalar el punto esencial: caer en la cuenta de lo que hay entre nosotros, el Emmanuel, Dios con nosotros.
Traducido por Gonzalo Lapuente y Jose Miguel Oriol
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