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Huellas N.4/5, Abril 1992

MOVIMIENTO

CL carioca y paulista

Pigi Colognesi

Los habitantes de Rio son cariocas. Paulistas los de Sao Paolo.
En total casi treinta millones. Las dos comunidades, en comparación, son minúsculas. Pero representan una experiencia real y viva.
Es una propuesta para todos


LA BELLEZA de Rio de Janeiro, des­de el aire, resplandece aún más: la bahía custodiada por el Pan de Azúcar, la lagoa, el Corcovado desde donde domina la enorme figura de Cristo Redentor con los brazos abiertos hacia la ciudad, las playas de Copacabana e lpanema. Desde el avión Rio resplandece en toda su inmensidad: más de once millones de habitantes, barrios donde la mirada se pierde, distan­tes más de veinte kilómetros del centro. Desde el avión uno se sorprende y se con­mueve de que allí, en Río de Janeiro, la vital y desenfrenada excapital de Brasil, exista una comunidad de Comunión y Liberación. E incluso asusta el pensa­miento por la desproporción entre esa pequeña comunidad y la inmensidad de la ciudad y de sus problemas; problemas que la comunidad siente y vive, inervada como está entre los rascacielos de Copaca­bana y las cercanas favelas, entre las uni­versidades y las escuelas superiores.

El inicio
En los orígenes de la comunidad de Rio está la iniciativa del cardenal Eugenio de Araujo Sales y de su auxiliar monseñor Karl Josef Romer: al conocer la experien­cia de CL desearon que un sacerdote del movimiento se trasladara a la ciudad para enseñar teología en la Universidad católi­ca y en el seminario local y para cuidar la presencia cristiana en la Universidad. De este modo fueron D. Filippo Santoro des­de Bari y D. Giuliano Renzi desde Rímini. «Cuando D. Ricci nos pidió la disponibili­dad para partir -recuerda este último- yo, con otros compañeros míos, la dimos casi en broma, un poco inconscientes de lo que podría significar. Pero mi disponibilidad fue tomada en serio. Hablé de ello con mi Obispo, quien dio su consentimiento, y en el giro de una semana me encontré hacien­do las maletas».
La primera base de trabajo de los dos sacerdotes fue la parroquia de Nuestra Seño­ra de Copacabana, a espaldas de la famosa Avenida Atlántica y de la aún más famosa playa. Pero no se piense que aquí parroquia signifique una iglesita y algún que otro local para los jóvenes; se trata de un edificio ente­ro con una iglesia anexa, oficinas, aparca­rrúentos y apartamentos alquilados a terce­ros: un centro propulsor dimensionado sobre la vivacidad y las exigencias del barrio.
¿Pero cómo empezar a proponer el movimiento? «Desde las ocasiones que la historia presenta. Por ejemplo, con oca­sión de una Pascua algunos profesores de una escuela del barrio querían hacer un gesto "cristiano" para los alumnos. Pidie­ron un sacerdote y fuimos nosotros; encon­tramos así a chicos y les hicimos la propues­ta de una amistad en el movimiento».
Desde aquellos primeros pasos pioneros la comunidad se ha desarrollado mucho y ahora cuenta con casi doscientas personas, todas encontradas e implicadas con el eter­no método del encuentro «de experiencia a experiencia». D. Filippo recuerda que «lo que se ha mantenido en todos estos años ha sido sobre todo la unidad de los sacerdotes que vinieron aquí: D. Giuliano, D. Enrico Arri­goni, D. Marcello Scarrone, D. Agostino Molteni, que enseña en el seminario de Petrópolis y que ha empezado un grupo de CL en la Universidad católica local, y yo. Ahora esta unidad entre nosotros tiene que dar un paso de profundización, dado que ya no estamos juntos físicamente en la misma parroquia: D. Giuliano está desde hace poco en Santa Cruz de Copacabana y D. Enrico en Tijuca». Sigámosles.

La guardería en la favela
Tijuca es el barrio más antiguo de la ciu­dad: D. Enrico Arrigoni, de Arezzo, es allí párroco de la parroquia del Buen Pastor desde hace casi tres años. Una favela, lla­mada Salguciro, forma también parte de la parroquia. Allí hay una pequeña capilla dedicada a San Sebastián, donde D. Enrico celebra regularmente misa y donde ha sur­gido una guardería. En la favela, adosada a la ladera de una de las muchas colinas sobre las que emerge Rio, viven cerca de veinte mil personas: casas de madera o parcialmente de ladri­llo, calles estrechas, con callejuelas que hacen difícil la persecución de la policía, chavalines semidesnudos en cada esquina, suciedad. «En las favelas siempre ha existi­do el problema de la delincuencia, pero se trataba de pequeños asuntos; ahora la situa­ción ha empeorado gravemente: ha llegado la droga y en un barrio se han creado dos bandas. ¿Ha visto a aquellos grupos de jóvenes en la curva antes de subir hasta la iglesia? Son perfectamente conscientes de que su futuro casi seguro es un balazo, dis­parado por algún adversario, por la policía o por los escuadrones que pretenden tener el derecho de poder limpiar las calles de la delincuencia juvenil; y sin embargo se hace difícil convencerles de que cambien. Aquí es todavía más evidente que sólo una propuesta integral humana como la del movimiento puede reportar una esperan­za». Hay un corrillo de gente en un calle­jón justo al lado de la iglesia; un taxista retira la dosis de droga a un chavalín semi­desnudo armado con una gran pistola meti­da por la cintura del pantalón corto; todo bajo la mirada vigilante de un joven jefe. «Mira allá arriba, en la cima de la colina: aquella cruz no está iluminada por un sen­timiento de devoción, sino para hacer saber a todos que aquí hay droga; cuando los dis­tribuidores locales no la tienen, la cruz está apagada. Les he dicho muchas veces que respetaran, al menos, este signo sagrado pero por ahora no me han escuchado». ¿Cómo? ¿Hablas con los camellos? «Cla­ro; son de mi parroquia y además no podría hacer mucho sin que al menos ellos lo sepan. Toma por ejemplo la guardería: la hemos construido para instruir un poco, tanto civil como religiosamente, a los niños de la favela; nadie se opone. Nos estamos moviendo también para obtener ayudas privadas, dado que estamos consti­tuidos como obra social a todos los efectos y como tal podemos recibir subvenciones. En esta obra se han comprometido también otras personas del movimiento que no son de esta parroquia, pero sobre todo es un modo de implicar a gente de aquí en el movimiento. Algunos ya vienen a la Escuela de comunidad»

La iglesia en el edificio
El nombre de la parroquia de D. Giuliano es Santa Cruz de Copacabana y comprende una parte «rica», los grandes edificios junto a la playa, y una pobre, la favela en la coli­na. El nuevo párroco llegó hace pocas semanas. La pastoral precedente primaba un planteamiento sociológico cercano a la teología de la liberación; «pero también aquí lo que se necesita no es una teoría jus­ta sobre el mundo o sobre las injusticias sociales, sino aprender a vivir. Y lo que enseña a vivir es únicamente una propuesta cristiana global como la del movimiento. De otro modo la Iglesia queda como una de las muchas propuestas que el supermerca­do de las ideas ofrece. ¿Un ejemplo? Ven a ver la iglesia de mi parroquia». Un rasca­cielos, en su interior comercios, restauran­tes, bar, cine; en una terraza del undécimo piso un pabellón de cemento armado con las paredes de cristal: la iglesia parroquial. En el folleto para alquilar los apartamentos se decía que el edificio ofrecía todo el con­fort, incluida la iglesia debajo de casa, o mejor dicho, en casa. Lástima que muchos vecinos del edificio nunca se hayan fijado en el extraño pabellón del undécimo piso. «También aquí -dice D. Giuliano- vivimos sencillamente según la lógica del encuen­tro, de la atención a la ocasión que Dios no niega nunca. Recuerdo cómo tuvo lugar uno de los encuentros más significativos de cuando todavía trabajaba en la parroquia de Nuestra Señora. Un día se presentó a D. Filippo una chica que deseaba confesarse, pero lo que más profundamente deseaba era una amistad en la que vivir la propia fe. Esta chica es una de las actrices de teleno­velas de mayor renombre y ahora vive de lleno la experiencia del movimiento. Recientemente su caso ha saltado a las páginas de muchos periódicos: afectada de leucemia, ha suscitado una ola de solidari­dad para posibilitarle un trasplante de médula en París. Pero lo más impresionan­te es que Monique Alves, así se llama, está usando esta extraña "publicidad" para dar su testimonio cristiano. Ha sido entrevista­da recientemente por una conocida publica­ción femenina, Manchete, y ha hablado explícitamente del movimiento; aunque la periodista ha definido a CL como un "gru­po de oración", pero ya se sabe, los perio­distas ... ».

Permanecer
La presencia del movimiento en Rio no se agota en la iniciativa de las parroquias; hay una presencia de trabajadores, estudiantes y sobre todo de universitarios. El gran salto de estos últimos ha consistido en el descubrimiento del valor permanente de la experiencia. Nos lo recuerdan los chicos que componen la diaconía del CLU local. «Muchos de nosotros han vivido experiencias familiares difíciles; la misma Universidad elimina cualquier idea de permanencia, de estabilidad. La reciente decisión que hemos tomado de dar estabi­lidad a nuestro servicio de textos usados ha significado, ante todo, afirmar que la experiencia que hemos encontrado no es una cuestión del tiempo libre, sino que puede dar una estabilidad nueva y verda­dera a nuestra vida». Y ver cómo se apa­sionan en los preparativos de la jornada de clausura del año escolar y de las vacacio­nes, hace pensar que dicha estabilidad es realmente un signo -pequeño, pero verda­dero- de esperanza para todos. Y todo es ocasión de encuentro: una fiesta «country», una excursión a las islas tropi­cales, recoger fondos en las calles princi­pales de Copacabana (para ayudar a quien no tiene dinero para pagar las vacaciones), la invitación a la Escuela de comunidad. «Porque siempre hay un centro de donde nace todo», dice D. Filippo.
«Es el mismo hecho que comenzó hace 2000 años y que vive entre nosotros de una manera total­mente imprevisible, como imprevisible es el crecimiento del movimiento en todos los países de América Latina».

En Sao Paolo
Si Rio es inmenso, Sao Paolo lo es aún más; se estiman más de dieciocho millo­nes de habitantes. Desde la cima del ras­cacielos Italia -el más alto de la ciudad- se pueden ver rascacielos y casas hasta don­de llega la vista; las luces se apagan a decenas de kilómetros y sigue siendo Sao Paolo la ciudad industrial, la megápolis económica de Brasil.
La comunidad, aquí, tiene una historia larga, de décadas, con todas las dificultades y crisis de crecimiento que una historia tal implica: desde las «Comunidades universi­tarias de base» a la decisión de proponer claramente el movimiento, con todas las repercusiones, incluso eclesiales, que esto ha comportado en una burocracia en gran parte favorable a la teología de la libera­ción. Pero ahora -y se ve participando en la misa de la comunidad celebrada por D. Vando Valentini, que ha vivido toda la his­toria como protagonista- las heridas pare­cen haber cicatrizado y la comunidad cre­ce. Es cierto que también aquí trescientas personas parecen un número irrisorio en comparación con los habitantes; pero la semilla está. Y también los primeros frutos.

En la Universidad
Un lugar extraño para fijar la cita con los universitarios: el patio de una guarde­ría en una de las muchas favelas de la ciu­dad. Pero se entiende: los dos gestos fijos de la comunidad universitaria son la Escuela de comunidad y la caritativa. En la favela, claro. Un trozo de «bassa» (N.d.T.: suburbios al sur de Milán donde comenzó la experiencia caritativa del movimiento de Comunión y Liberación) entre los grandes edificios de la megápo­lis. Se reúne a los niños, se juega, se les da de comer, se concluye todo con una oración en común. Cuando los niños, no todos, se van, los chicos del CLU se jun­tan para comer; es el momento para hablar un poco. La vida de la comunidad univer­sitaria tiene aquí las mismas característi­cas de cualquier universidad italiana: Escuela de comunidad, relaciones de amistad, venta de libros usados, panfletos (el último fue para invitar a los encuentros con Juan Pablo II que estaba de visita en Brasil), mesas para los de primero. «Al hacer la Escuela de comunidad de manera prioritaria y sistemática -cuentan- hemos entendido que estar presentes en la uni­versidad significa ser una amistad que se propone a los demás. No se trata de una estrategia, sino de ofrecer una relación que se modula en base a la propuesta que el movimiento nos hace continuamente. Desde este punto de vista se ha revelado como decisiva la relación con algunos res­ponsables italianos que periódicamente vienen a encontrarse con nosotros. Por eso hemos tenido el valor de proponer dos Happenings con el mismo título que los que se han propuesto en Italia; han supuesto una verdadera posibilidad de encuentro». ¿Lleváis a cabo también una actividad política? «En lo que a esto res­pecta hemos entendido recientemente que política significa ayudar a los grupos que tienen como identidad cambiar el rostro amorfo de nuestra Universidad. Ya no nos interesan las grandes estrategias y las propuestas abstractas de reformas; total, no conducen a nada. Desde hace poco, entre otras cosas, hemos tomado -junto a jóve­nes trabajadores- la gestión de dos bares universitarios; la presencia, si no tiene en cuenta todas las necesidades de la vida, no es presencia».

En Villa Matilde
Villa Matilde es -por así decirlo- un barrio de Sao Paolo: trescientos cincuenta mil habitantes, seis parroquias. Una de estas, dedicada a Jesús adolescente, la lleva D. Aurelio Redaelli; está aquí desde hace ocho años con el consentimiento de sus superiores, que ven con buenos ojos que viva y difunda la experiencia de CL: «El movimiento me ayuda a vivir mi vida de sacerdote, por tanto ... ». Aquí ha surgido, hace algunos años, el Centro de solidari­dad; se trataba de encontrar trabajo para los habitantes del barrio y de enseñar a trabajar a quien no sabía. Con el tiempo esta opor­tunidad ha ido disminuyendo y el Centro de solidaridad se ha transformado en un lugar de encuentro para los estudiantes de la parroquia, si bien mantiene también activi­dades de iniciación al trabajo, como un cur­so para mecanógrafas y para electricistas. Muchas mujeres del barrio frecuentaban el Centro y en un determinado momento plantearon la pregunta: bien, nosotras encontramos un trabajo, pero los hijos ¿a quién se los dejamos? De este modo nació la guardería Madre Teresa de Calcuta, que hoy alberga a un centenar de niños, desde muy pequeños a los de preescolar. Y ya se está pensando en una escuela, sobre todo para dar continuidad a la empresa y al com­promiso de familias y barrio. Estará dedica­da a Santa Mónica, la madre de San Agus­tín, ejemplo de maternidad cristiana. «Des­de el punto de vista económico, dice D. Aurelio, me ayudan mucho las personas que conocí cuando estaba comprometido en la Pastoral del trabajo en Milán; y además está la Compañía de las obras que nos sostiene».
En el otro extremo de la ciudad está la guardería Kyrios («La hemos llamado con esta palabra griega que significa Señor, porque Cristo es el único Señor y Maes­tro»). Su origen es diferente: un grupo de profesores del movimiento, acompañado por D. Stefano Perugini de Rímini, se encontró sin trabajo, pero, ante todo, lle­nos del deseo de dar vida a una obra edu­cativa que estuviese en consonancia con la propia experiencia cristiana y que gira­se en torno al principio de la unidad de la persona. Y esto ha costado y está costando sacrificios, porque el dinero no es mucho. Pero se ven recompensados por la grandeza de algunos encuentros: desde la señora que recupera su fe y decide bauti­zar a sus hijos, a otra que, consciente de que sus propios hijos no serán abandona­dos, decide aceptar su embarazo en edad avanzada. Y además, también en este caso, está la solidaridad de la Compañía de las obras local.

América 2000
La sede de la CDO (Compañía de las obras) está en Rua Capitán Salomón, en un pequeño edificio en el que se encuentra tam­bién la sede de CL. Aquí se ponen en marcha una serie de iniciativas, demasia­das para contarlas con ejemplo. La asocia­ción Salus, unida a su homónima de Belo Horizonte, ofrece una serie de servicios a la familia, desde el psicológico al social; y se comprende su necesidad cuando se piensa en el nivel desastroso al que ha llegado la institución familiar: una pareja estable con hijos pro­pios es una excepción.
El «Centro de recuperación y edu­cación nutricional» es uno de los institutos de vanguardia en investigación e interven­ción sobre la plaga de la desnutrición que sacude a millares de niños. Parece que para resolver el problema de la desnutri­ción bastaría encontrar un poco de comi­da, pero no es verdad; existen técnicas concretas para rehabituar a la comida a un organismo desnutrido. Sin conocerlas es imposible intervenir de una manera eficaz; y justamente a esto se dedican Anna Lydia y sus colaboradores del CREN.
Está el Centro cultural, la escuela de danza, la fábrica de muebles, el estudio de arquitectura y todas las actividades de «ventanilla» para favorecer aquí las inver­siones italianas. Pero además todas las demás obras de América Latina hacen referencia a las oficinas de Rua Capitán Salomón (de aquí el nombre de América 2000). Marco Innocente trabaja aquí desde hace un año. Más que contamos las múlti­ples actividades nos hace saber una cosa: «Di a todos los amigos de Italia que tienen que ir a misiones; es una ocasión única para crecer como persona y en la com­prensión -hecha experiencia- de lo que es el movimiento».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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