La decisión de seguir lo que me ha ocurrido
Explicar lo que ha supuesto para mí el paso de la Fraternidad me produce un cierto vértigo, a la vez que una gran alegría. Las dos cosas nacen de que esto me lleva a tomar conciencia del camino que Otro va trazando para mí de una forma misteriosa y no calculada, es decir, real. Tan real que han sido las circunstancias de la vida -siempre tan banales, en apariencia- las que me han llevado hasta esa decisión: el encuentro con el movimiento, los amigos de la universidad y, en la fidelidad a ellos, el repetirse de la primera evidencia hasta convertirse en lo más cierto y querido para mí.
La decisión de entrar en la Fraternidad no ha estado exenta de dolor, ya que se ha gestado en unas circunstancias nuevas para mí y que me han resultado duras en algunos momentos. El casarme, tener un hijo, dejar a los amigos de la Universidad, estar mucho más tiempo sola en casa limpiando o estudiando, ha supuesto un cambio tremendo con respecto a la vida que llevaba de estudiante. Es como si la realidad se hubiera hecho más objetiva y determinante, como si mis posibilidades de decidir acerca de las circunstancias hubieran disminuido.
Surge en mí la exigencia de que lo último en el día no sea el escepticismo, la queja o la resignación, sino el deseo de que mi vida, tal como es ahora, sin censurar ni una sola circunstancia, sea útil, es decir, me construya a mí y a otros. Para compartir esta exigencia hemos empezado un grupo de Fraternidad. Estos pocos amigos son la concreción de lo que más quiero, y lo digo conociendo mejor que antes la miseria que nos caracteriza. El encuentro de la Fraternidad que tenemos cada quince días es más real y cierto que todas las circunstancias (incluidos nosotros mismos con nuestras peculiaridades), porque me sitúa frente a ellas en la memoria de Cristo, que es el único nexo verdadero entre la vida y yo. Cuando esta memoria falta la vida se convierte, como nos dijo Carlo este verano en las vacaciones, en un fantasma, en algo extraño a mí y caprichoso, a veces favorable y casi siempre en contra. Una amiga nuestra decía: cuando oía hablar de hacer memoria se me quedaba en abstracto y, ahora pensando en vosotros, las circunstancias, aunque me siguen costando, no son la última palabra. Lo definitivo es acordarme de vosotros y de qué modo inesperado y gratuito he llegado aquí. Eso es para mí hacer memoria de Cristo.
El paso de la Fraternidad no es más que la decisión de no olvidar lo que ha ocurrido. El encuentro permanece presente en lo cotidiano a través de una compañía concreta, y allí le puedo seguir. En la Fraternidad sigo la experiencia que me engendra continuamente, es decir, la experiencia del movimiento, hasta su horizonte maduro: el deseo de que todo el mundo Le conozca.
Soy consciente de estar en un camino, segura de que es bueno para mí. Fue bueno cuando estaba en la Universidad, está siéndolo en la relación con mi marido y mi hija, con mis amigos, con mi familia, y, por ello, tengo la certeza de que seguirá haciendo dramático y apasionante el tiempo que está por venir.
Clara
Por pura Gracia
La gente de mi Fraternidad me ayuda a concretar en mi vida aquello que el movimiento propone y al mismo tiempo es lo que mi corazón desea. El misterio se me hace compañía en estas personas por pura Gracia, pues gracia está siendo la historia de amistad que vivimos y que nunca hubiésemos esperado ver si sólo hubiera estado de nuestra mano el construirla. Es un lugar de encuentro donde mi persona es comprendida y abrazada por la fragilidad de un grupo de personas a través de las cuales el Señor conduce mi vida.
Martueta
Su compasión hacia mi humanidad es una compañía
Mi experiencia de la Fraternidad es todavía muy pequeña, pero el deseo de que se haga carne en mí y defina toda mi vida es muy grande. Lo que este grupo de amigos es para mí, sólo lo he percibido últimamente, a lo largo de una estancia de varios meses en Milán.
Frente a la provocación de la vida tan hermosa y tan grande que tenía ante mis ojos, hice una experiencia muy fuerte de mi límite y desproporción. Se me ha iluminado entonces el sentido de lo que D. Giussani llama «el valor ontològico de la compañía», y he comprendido el regalo que estos amigos son para mí. Son el don concretísimo para ayudarme a caminar hacia el destino, camino que sería imposible de realizar si estuviese sola. Continuamente necesito el reclamo, el recuerdo de lo que es «lo más querido» y la ayuda a vivirlo hasta en los detalles más pequeños.
El que Cristo me haya dado esta ayuda tan gratuitamente es signo de su compasión hacia mi humanidad, hacia su pobreza y necesidad. Sólo puedo estar agradecida por lo que recibo y pedir que mi libertad se adhiera cada vez más a esta realidad que me desborda.
Maite
Un hecho vocacional
Desde el principio, nos dimos cuenta con estupor, de que estábamos juntos porque Otro nos había convocado: de ahí nace la percepción de que nuestra amistad es algo más grande que nosotros, es la percepción del don, del don que da sentido a la vida.
Al principio me costó sobre todo experimentar la desproporción de mi pequeñez, frente a esta gran aventura que juntos emprendíamos. Con el tiempo, y fijándome en ellos he ido aprendiendo que todos somos pequeños y que los más grandes entre nosotros son los que experimentan con mayor libertad su pequeñez porque reconocen a Otro; de ellos y con ellos he ido aprendiendo el deseo de amar a Cristo en la carne de rostros concretos.
D. Giussani, en los Ejercicios que dio a la Fraternidad en Rímini, dijo una frase de Sto. Tomás que a mí me ha ayudado mucho: «La vida del hombre es el afecto que principalmente lo sostiene y en el que encuentra su mayor plenitud». «El afecto que principalmente lo sostiene: Tú, Cristo, dentro de esta compañía a la que pertenezco, en la cual te he encontrado con una conciencia madura».
¡Qué importantes han sido para mí estas palabras!...
La pertenencia a esta compañía se ha convertido al mismo tiempo en «signo y condición» para pertenecer realmente a Cristo, hasta tal punto que mi persona ya no se entiende si no es en esa relación. Por esto, la amistad que me une a ellos es un hecho vocacional, porque me ayuda a caminar, en el instante, en la carne de las circunstancias concretas, hacia el Destino, hacia ese «Tú» que habitas en medio de nosotros.
La ayuda a caminar ha sido posible por esta comunión vivida, que ha ido generando un juicio cada vez más claro sobre mí y sobre todo lo que hago; invadiendo la trama cotidiana de la vida.
¡Cómo ha ido cambiando la concepción sobre mi tarea profesional! Antes pensaba que mi tarea era cuidar y curar a los enfermos; ahora soy consciente de que la tarea es la vida, es vivir el instante en la pertenencia al Misterio a través de ese instrumento privilegiado que es la persona enferma. Esto me permite entregarme con mucha más pasión a quien sufre y, al mismo tiempo, me ha hecho no indiferente pero sí libre de los resultados. Mi tarea no es sólo curar físicamente, sino afirmar que Cristo es un hecho presente y esto es útil para pacientes y familiares y para mí.
Otra cosa que me ha llenado de estupor es que la pertenencia a esta amistad particular me ha ido abriendo a la totalidad de la vida de movimiento, hoy me interesan cosas que antes ni me las podía imaginar; la adhesión a la verdad de esta amistad me ha hecho percibir que no termina en ella misma, tiene como horizonte toda la historia del movimiento y del mundo.
Surge en mí el sentimiento incontenible de la gratitud al Misterio que ha hecho posible que le encontrara a través de esta compañía, para que Él realice la gran obra que ha comenzado en nosotros y en el mundo.
Jone
El vínculo que Cristo ha establecido conmigo
Sólo puedo partir de la experiencia de mi incapacidad para construir algo verdadero. En este punto la vida te pone contra las cuerdas, no te permite ninguna concesión. O lo reconoces o te escondes.
Pero siempre hay Otro que no te deja. Hay Otro que a través de unos amigos te empuja, te corrige, te aprecia de una forma diferente constantemente, como uno no podía imaginar.
Pasar del amiguismo a reconocer en una compañía la modalidad que «Cristo ha escogido para estrechar su vínculo conmigo» es experimentar la encarnación como un hecho presente. Empiezo a comprender que de este paso surge un ímpetu sorprendente de acogida y pasión por lo que me rodea, y que la experiencia del movimiento es verdadera porque todo y todos caben dentro de su compañía vivida.
Juan Ramón
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