«El grito de dolor y miedo que se eleva desde Croacia no puede ni debe dejar indiferente a ningún cristiano u hombre de buena voluntad.
La comunidad internacional no puede aceptar que la violencia sea el medio de afrontar los conflictos entre los pueblos... Es necesario poner fin a las atrocidades de una tragedia que deshonra a Europa y al mundo».
(Juan Pablo II)
La diplomacia europea, aliada en las decisiones americanas durante la guerra del Golfo, asiste ahora indiferente a la guerra en Yugoslavia. Dos pesos y dos medidas.
Entretanto continúa la masacre inútil: 400.000 croatas expulsados de sus casas, 100.000 viviendas destruidas, 10.000 muertos, 20.000 heridos, 266 iglesias católicas destruidas, 130 párrocos de los que se desconoce su paradero.
El encuentro que hemos hecho con el acontecimiento cristiano no nos deja indiferentes. Ni nos permite ceder a un juicio cínico, a un cálculo que sacrifica la vida de la gente en favor de los juegos del poder económico y político.
Estamos tan seguros de esto que la tragedia yugoslava nos empuja a vivir lo que hemos encontrado y a proponerlo a todos como comienzo de la única paz posible.
Noviembre 1991
Comunión y Liberación
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