Habla el Administrador apostólico de Moscú
La libertad de la Iglesia. Este es el criterio para juzgar los cambios que se están realizando en la ex-Unión Soviética. Setenta años de sacrificios por esta libertad hacen que la Iglesia católica esté llena de propuestas y de capacidad misionera. Fragmentos de la intervención en el Meeting de Rímini desarrollado pocos días después del fallido golpe
La Iglesia católica era floreciente en el enorme territorio de 22.339.700 kilómetros cuadrados, hasta hace poco tiempo llamado Unión Soviética y que ahora se transforma en estados y repúblicas soberanas, hasta que se instauró el poder soviético.
Pero entonces explotó la revolución y los acontecimientos de Octubre de 1917. Y fue como si una fuerza demoniaca se apoderase de algunos dirigentes del nuevo Estado aparecido en el mapa del mundo. Comenzó una persecución feroz de la religión que afectó a la Iglesia católica, ortodoxa y a todas las demás confesiones. «¡La religión es el opio del pueblo!»: este eslogan y otros parecidos constituyeron el credo del nuevo régimen.
A pesar de la difícil situación la gente conservó la fe, gracias a la profunda religiosidad de las generaciones más ancianas, que intentaron mantener viva en sus casas la práctica de la oración y del rosario y crearon así, con sus hijos, pequeñas iglesias domésticas. Los pocos sacerdotes se desvivían por ayudar a la gente.
La perestrojka
La devoción mariana estaba particularmente enraizada en el pueblo; la gente creía en la ayuda de María y no se equivocaba. Llegaron nuevos tiempos. La situación empezó a cambiar de forma radical durante el año mariano, en 1987-88. Fue como si una lluvia de gracias divinas cayera sobre nuestro país. Se restituyeron cada vez más iglesias a los fieles, se eliminó el numerus clausus a los seminarios.
El nuncio apostólico de Moscú, monseñor Francesco Calasuonno, fue nombrado el año pasado; el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre la Unión Soviética y el Vaticano confirma que la situación de la Iglesia católica en la Unión Soviética se está normalizando.
Un hecho importante ha sido la promulgación de leyes, tanto a nivel de la Unión como de las repúblicas individuales, a favor de la libertad de conciencia y de asociación religiosa.
Este año se han creado estructuras eclesiásticas en Ucrania, Bielorrusia, Rusia y Kazakhistan, donde se han nombrado obispos. Se han nombrado también nuevos obispos en Lituania y Letonia. La Iglesia ucraniana de rito oriental ha salido de la clandestinidad. Las órdenes monásticas, que durante muchos años estuvieron obligadas a vivir en la clandestinidad, ahora pueden actuar abiertamente. Además ahora es posible organizar oficialmente escuelas de catecismo para los niños.
Este año, con ocasión de la sexta jornada de la juventud en Czestochowa, sesenta mil jóvenes de Bielorrusia, Rusia, Ucrania, Lituania y otras repúblicas han tomado parte en el encuentro con el Papa.
El 13 de Abril de 1991 fui nombrado Administrador apostólico de Moscú; el hecho es bastante significativo, es en efecto signo de los grandes cambios que se han verificado en nuestra sociedad, un signo de nuestros tiempos, una nueva primavera en el Este. Moscú: al nombre de esta ciudad, en este siglo, se asocian comúnmente palabras como ateísmo, comunismo, represión, etc.; ahora todo tiene que ser distinto. La sangre de los márti¬res empieza a dar sus frutos. Es también significativo que mi nom-bramiento se haya hecho el día 13, porque cada mes este día lo dedi-camos al mensaje concerniente a Rusia de la Virgen de Fátima. Y sobre sus palabras nosotros pone-mos de nuevo nuestras esperanzas.
En estos últimos años el interés de los jóvenes por la religión y la vida espiritual es muy sensible, en particular entre los estudiantes, lo que da buenas expectativas para el futuro de la Iglesia. Yo mismo inauguré en Mayo el primer Festi-val de la juventud católica de Moscú, en la que estaba presente una delegación de vuestro Meeting. El hecho mismo de que centenares de jóvenes hayan participado en dicho Festival en las aulas de la Universidad Lomonosov, demuestra el grado de compromiso de la juventud rusa en la vida de la Iglesia a partir del rechazo a la educación marxista-leninista y de la búsqueda de una nueva dimensión espiritual.
Algunas veces la historia se mofa cruelmente de quien ha combatido contra la fe. Por ejemplo, al nombre de Marx se unen todos los principios fundamentales de la teoría comunista. En la región del Volga, no lejos de Saratov, se encuentra la ciudad de Marx donde, tan sólo hace cinco años, se destruyó una iglesia; la gente, con lágrimas en los ojos, recogió las piedras del templo destruido y se las llevó a casa como recuerdo de su fe y pertenencia a la Iglesia. Se pueden destruir los templos pero no extirpar a Dios del corazón de los hombres. La comunidad católica de la ciudad de Marx es hoy una de las más numerosas y activas y de hecho el mayor centro católico de la región del Volga. Su párroco, Josef Wert ha sido nombrado recientemente obispo de Novosibirsk.
El golpe
Al hablar de Rusia no se puede no hablar de los acontecimientos de las pasadas semanas, de aquellos días de Agosto que hicieron temblar al mundo.
Se violó la Constitución, que en cualquier gobierno es la garantía de una vida normal. El ejército y la situación de emergencia que se creó en muchas regiones del país, produjo en la gente un sentimiento de miedo e incertidumbre. Pero por otra parte nos encontramos hoy al final del siglo XX, ya no es la época de los años veinte o cuarenta y la conciencia de la gente ha cambiado. Esta ha respirado el aire de libertad, se ha sumergido en un clima de democracia y ya no quiere vivir como antes.
El presidente de Rusia, Boris Yeltsin, ha jugado un importantísimo papel en la superación de la crisis. Se ha manifestado como un verdadero líder, un presidente del pueblo, se ha opuesto a las tuerzas antidemocráticas y ha inspirado a los defensores de la democracia. La posición decidida del presidente Mijail Gorbachov, que rechazó las peticiones de las fuerzas antidemocráticas, se ha convertido en un estímulo para la defensa del derecho constitucional. Tanto la Iglesia ortodoxa como la católica han pedido a Dios una solución pacífica del conflicto. No con los tanques, sino con el apoyo de las fuerzas democráticas y la ayuda de Dios, ha sido posible superar este momento de crisis. La democracia ha vencido. Decididamente ahora se puede decir que el pueblo tiene el derecho de sentirse orgulloso de sí mismo.
Los últimos nombramientos decididos por el presidente Gorbachov y los cambios ocurridos en las estructuras del poder en Rusia, el reconocimiento de independencia de las Repúblicas Bálticas, infunden esperanza sobre el desarrollo futuro del proceso de democratización. Este proceso influirá necesariamente también en una mejora de las condiciones en las que actúa la Iglesia, quien tiene que afrontar la difícil tarea de reeducar al hombre a un renacimiento espiritual, haciéndole capaz de apreciar la libertad por la cual ha luchado y de usarla correctamente según la voluntad de Dios.
Dios no ha muerto. Él está vivo; Él es el Señor de la historia y no los tanques o el ejército. Todos nosotros, en todo el mundo, pidamos a Dios, nuestro Salvador Jesucristo, que continúe viviendo en su Iglesia, que también renace en Rusia, para que pueda tener todas las posibilidades para su crecimiento, guiando a los hombres hacia una transfiguración espiritual, en recíproca concordia, en la paz y en la redención.
Traducido por María del Puy Alonso
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