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Huellas N.06, Septiembre 1991

IGLESIA

Abríos a la realidad

Renato Farina

Pequeño manual para la educación. El puesto de los adultos. La curiosidad de conocer. El único «maestro». Juego y oración

¿Qué es la escuela para Juan Pablo II? Es el lugar de la educación del joven. Al mismo tiempo, es el ámbito de una presencia misionera. Cuando habla al mundo de la escuela y de la Universidad tiene siempre frente a sí las preguntas de su misma juventud que encontraron, para él, la respuesta en el encuentro con cristianos adultos, que lanzaron al joven Karol a buscar en todo el saber las huellas de Cristo.

Un atractivo adulto
El joven Wojtyla cuenta de sí: «Fui, relativamente pronto, huérfano de madre e hijo único. Mi padre ha sido admirable y casi todos mis recuerdos de la infancia y de la adolescencia se refieren a él. La violencia de los golpes que le habían sacudido había abierto en él una inmensa profundidad, su dolor se hacía oración. El simple hecho de verlo arrodillarse ha tenido una influencia decisiva en mis jóvenes años... He tenido muchos amigos laicos. Debería darles las gracias a todos... pienso en un hombre muy sencillo, y que era uno de aquellos santos desconocidos, escondidos en medio de los otros como una luz maravillosa en el fondo de la vida. Ha sido un verdadero maestro para muchos jóvenes reunidos «en "rosario viviente". Era un grabador artesano, se llamaba Juan. Con el ejemplo de su vida entregada por completo a Dios, él representaba un mundo nuevo que todavía no conocía. He visto la belleza del alma derramada por la gracia» (Conversación con André Frossard, No tengáis miedo, Rusconi).

Educar a la vida nueva
La escuela por su misma naturaleza tiene en el centro el riesgo educativo. ¿Qué significa para el Papa? Veamos.
«Educar significa ayudar al joven a abrirse a la realidad total, a desarrollar todas sus capacidades potenciales en relación con los múltiples aspectos de la realidad, conduciéndolo así a una actitud activa en relación consigo mismo y con todo lo que entra en su experiencia: personas, cosas, acontecimientos. Educar significa, en particular, abrir al joven a la alegría del encuentro personal con el único Maestro que llama al hombre a una verdad y a un destino, que los condicionamientos socioculturales puedan ofuscar, pero ciertamente no arrebatar ni suprimir» (A los alumnos de los Bamabitas, Roma, 26 de Noviembre 1983).
«El trabajo educativo adquiere toda su perspectiva y amplitud para llevar a todos la novedad de la vida en Cristo... superando la tentación de vivir en la duda sistemática» (A los educadores, Granada, 5 de Noviembre 1982).

El ideal
Si el único Maestro se manifiesta como «el amigo que no traiciona», el estar en la escuela no puede no rebosar el deseo de que todos puedan hacer «la experiencia de esta amistad», como ha confesado el Papa a los jóvenes españoles. Ha dicho a los estudiantes de Roma: «Es necesario crear nuevas condiciones y nuevas posibilidades para el encuentro con el misterio de Cristo y para poder vivir en intimidad con él». El papa Wojtyla incluso ha lanzado una llamada: «Es necesario que sepáis crear en vosotros y entorno a vosotros amplios espacios de humanidad» (Roma, 14 de Abril 1981).
¿Significa simplemente ser solícitos con los propios deberes por una preocupación de coherencia? Está en juego otra cosa. Dice el Papa (el 1 de Abril de 1980) definiendo la «dimensión moral» de una presencia verdaderamente humana: «Todo el obrar humano posee una dimensión moral. En otras palabras: en cualquier cosa que hagamos -también el estudio- advertimos en el interior de nuestro espíritu una exigencia de plenitud y de unidad». He aquí la moralidad: relación con el ideal.

Elogio de la amistad
La misión mueve e impacta no cuando se confía en la amarga secuencia de las prácticas obligatorias, sino cuando es la manifestación de una presencia alegre. Esta alegría, que hace capaces de querer, tiene un lugar privilegiado según el Papa: la amistad. Hay una perla que hemos descubierto entre sus discursos en Canadá.
«¡Vosotros estáis contentos por estar cerca del Papa! ¡Pues bien, también el Papa es muy feliz por encontrarse entre vosotros! Vosotros sabéis bien que cuando las personas, los jóvenes como vosotros, o los ancianos como yo, se conceden el tiempo para encontrarse, para manifestar recíproca amistad de un modo sencillo y sincero, para ayudarse recíprocamente como pueden, ¡la felicidad está sobre la tierra! Y es justamente esta fraternidad entre todos los habitantes del universo el gran deseo del Señor. Vosotros sabéis bien que Jesús ha venido y permanece -misteriosamente pero realmente- entre nosotros... Él nos une y hace de nosotros los miembros de su cuerpo» (A los estudiantes de Montreal, 11 de Septiembre 1984)

El estudio nunca termina
Cristo es el verdadero principio de conocimiento. Apasionarse por la realidad significa entrever la profundidad de su inagotable misterio. El estudio se convierte en una aventura magnífica.
«... se estudia el hombre, se estudia el mundo, pero ¿hasta dónde se llega? ¿Se llega a un punto verdaderamente conclusivo y definitivo? No: se hacen descubrimientos siempre nuevos y admirables, y a continuación otros descubrimientos, y mientras tanto se entrevé la posibilidad de continuar ulteriormente... Pero siempre queda una zona de sombra: es el misterio... ¡Es el misterio del ser, es el misterio de Dios! En este incesante variar de perspectiva, sea el mundo externo a nosotros, sea el mundo interno a nosotros, nos indican y - diría casi- nos revelan al Dios creador...» (A los estudiantes de Ancona, Roma, 5 de Abril 1984).

Dad tiempo al juego...
La Iglesia no está en absoluto especializada en limar de la madera verde el árido serrín de los preceptos. Tampoco el Papa entra en el juego. Da un par de consejos: jugar y orar.
«... sé que dedicáis mucho tiempo a jugar. Pues bien, hay que saber que el juego no es sólo un hecho de diversión y despreocupación sino que, incluso si no os dais cuenta, es una ocasión importante de formación y de virtud... ¡La vida se parece tanto a una partida que hay que jugar con honestidad! En ella convergen el uso adecuado de las propias energías, una clara conciencia del contexto general en el que se está inserto, la capacidad de adaptarse al ritmo de los demás y un leal y generoso sentido de competición. (A los estudiantes romanos, 1 de Marzo 1980).

... y a la oración
El Papa da algunos consejos. Escuchemos sus palabras en Portugal, en el décimo aniversario de su atentado, donde llegó a Fátima para agradecer a la Virgen el milagro de su salvación (un milagro que se repite cada día): «Mi deseo más grande para cada uno de vosotros es que los caminos de vuestra juventud se encuentren con Cristo, el único que puede haceros felices. No lo abandonéis para adorar falsos ídolos, impotentes y que nada saben de vuestras inquietudes. Jesús de Nazaret y sólo Él podrá colmar este hambre de infinito que vive en nuestros corazones. Cuando camináis serenamente a su lado, su mirada de amor se posa sobre vosotros. Necesitáis esta mirada amorosa suya. El medio para lograrlo es la oración. Aprended a rezar y rezad. Hablad con Él» (Campo de San Francisco, 11 de Mayo 1991).

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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