La casa es el lugar donde uno se siente amado, perdonado; la casa continuamente abraza y dice, aconseja y sostiene; es lo que hemos aprendido este año: una compañía de gente que se quiere y que tiene un único punto en común, caminar hacia el Misterio
Es medianoche. Los tres policías están cansados, pero felices, porque finalmente han capturado a un mensajero.
El caballero ha conseguido huir, pero no podrá ir muy lejos, porque Kiko, el terrible jefe de Policía, ya está tras su pista. El terror inunda los alrededores del monasterio de Montesclaros.
Estad tranquilos, no es mi última novela, simplemente estoy contando un juego de las vacaciones de Jóvenes Trabajadores (más algún parado) en Montesclaros.
Eramos 130, jóvenes y menos jóvenes.
«¿Por qué, a vuestra edad, seguís jugando como locos?»
«Porque esta compañía es como mi casa».
Y es justamente así; la casa es el lugar donde uno se siente amado, perdonado; la casa continuamente abraza y dice, aconseja y sostiene; es lo que hemos aprendido este año: una compañía de gente que se quiere y que tiene un único punto en común, caminar hacia el Misterio.
La asamblea final, intensísima, ha sido un formidable testimonio de esta novedad:
«La felicidad no está en cómo se recorre el camino sino en el hecho de que éste exista.
«En esta compañía alguien me quiere y esto es suficiente.
«Vosotros sois mi casa».
«Incluso si a menudo me tomáis el pelo, de aquí no me puedo marchar».
¿Pero qué ha ocurrido en Montesclaros? Sencillamente que muchos de entre nosotros han empezado a mirarse a la cara y a reconocer inmediatamente que Alguien nos ha convocado y nos ha puesto juntos.
Luego pasó de todo: juegos (con heridos, que es algo típico en nuestras vacaciones), marchas, testimonios, noches-rock y sevillanas, románico y baño en el Cantábrico.
Había también la posibilidad de conocerse mejor, aprovechada sobre todo por los que dormían en la comuna de 20 camas.
Pero si uno descubre haber encontrado la compañía de Cristo ¿qué debe hacer? Empezar a hacer el cristianismo.
Nos lo ha contado Javier Prades hablándonos de su encuentro con el movimiento y de los años pasados en Roma. Nos lo ha testimoniado este año transcurrido en el Centro de Solidaridad, porque si uno de verdad hace el cristianismo empieza a cambiar él y lo que está a su alrededor.
En el fondo no ha sido ni siquiera demasiado difícil: fuimos puerta por puerta en el barrio de San Blas e invitamos a la gente a cenar con nosotros. Al final tenían lágrimas de alegría en los ojos.
El hilo conductor de todos las vacaciones ha sido retomar la escuela de Comunidad de este año. Como para los primeros apóstoles, también para nosotros ha sucedido de manera inesperada un encuentro, ha estallado un afecto y se ha movilizado un juicio: Cristo es el único que aclara quién soy yo, por esto Le amo y Le sigo.
Al final una promesa: este año haremos un gesto de caritativa. ¿Por qué? Para aprender la gratuidad. ¿Qué otra razón pensáis que nos hace movernos?
Todos esperamos que en nuestra vida suceda algo excepcional. Cuando nos vemos metidos en el curso, en nuestro trabajo, parece que lo cotidiano de cada día desgaste el corazón y lo empequeñezca. Pedimos a la Compañía, a Cristo, que se manifieste, pero a veces nuestra imaginación nos hace esperar algo que nunca llega, mientras que a nuestro lado se está desarrollando un espectáculo de vida nueva.
Reconocer esta Presencia en los amigos exige en cambio, en cada instante, el «sí» convencido de que es Él el que obra y regala esta novedad tan inesperada en todas las circunstancias.
Cachi Gomez Ortueta
La compañía es una gracia permanente. Uno puede creer que ya lo ha visto todo, e impedir durante un tiempo que nada suceda, porque no puede suceder nada cuando todo es ya conocido.
Pero la propuesta que te hace el Movimiento corresponde tanto con lo que somos que, de repente, te la vuelves a encontrar cuando no te la esperas, porque sucede en medio de algo tan poco especial como una convivencia cotidiana o unas vacaciones.
Para que en la convivencia con los amigos sea posible, después de tantos años, encontrar y reconocer la única esperanza que hace que la vida valga la pena, sólo hace falta fiarse de Aquello que me ha demostrado tantas veces que sabe más de mi vida y de lo que me conviene que yo mismo. Por eso es tan importante no dejar pasar nunca una invitación-indicación de las que te hace la compañía requiriendo tu tiempo. Unas vacaciones pueden ser lo más importante del año.
Javier Corona
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