«El cristianismo no es una doctrina, no es una teoría de lo que ha sido y de lo que será del alma humana, sino que es la descripción de un acontecimiento real en la vida del hombre» (L. Watgenstein)
«Ya no hay milagros, sino sólo instrucciones de uso» (F. Kafka)
Robert Hugh Benson, sacerdote anglicano convertido al catolicismo, presenta en «El amo del mundo» una novela de política-ficción religiosa de máxima actualidad.
En ella aparecen desde el principio dos grandes alternativas: el humanitarismo y el cristianismo, o mejor aún, el catolicismo.
El humanismo es el «culto a la humanidad» que penetra con una facilidad asombrosa y es aceptado plenamente por la sociedad, incluso por muchos católicos que se sienten atraídos y fascinados por la «bondad» de este nuevo modo de entender el mundo.
Es el optimismo de lo que Julián Felsenburgh, inspirador e instaurador de este nuevo orden mundial, llama la «Fraternidad Universal» con la que «desaparecen los peligros de la vida presente y también los de la vida futura», donde «cada partido deberá unirse con el vecino, cada nación con las demás y cada continente con los más próximos en el espacio».
Es el nuevo orden basado en la «verdadera paz y no en la espada ». Es la sociedad filantrópica que muestra su interés por la humanidad creando hospitales, orfanatos.
Sin embargo, aparece muy pronto en la novela cómo lo humano no existe a no ser en el individuo concreto, en la persona; y cómo una humanidad que no parta del hombre y de la exigencia de significado que en ella hay, va en contra de él y se convierte en una fuente de violencia que lo destruye (persecuciones, eutanasia...).
El padre Percy Franklin, representa la otra alternativa: la única novedad y esperanza en un mundo dominado por el humanitarismo es la «presencia y el poder de Dios encarnado». La presencia de un acontecimiento real en la vida del hombre que lo cambia y por lo que uno puede comenzar a experimentar que la vida del hombre concreto, por pequeño que sea -no de la humanidad- vale más que el mundo entero.
Benson a pesar de haber escrito este libro a principios de siglo intuye perfectamente cual es la situación del catolicismo en el mundo contemporáneo y cómo su mayor enemigo -también en nuestros días- es el humanitarismo que pretende salvar al hombre olvidando el acontecimiento cristiano.
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