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Huellas N.03, Mayo 1991

MOVIMIENTO

La Fraternidad

Los responsables de la Fraternidad de Comunión y Liberación difundieron el pasado 18 de Marzo el siguiente comunicado.

La Conferencia Episcopal Italiana ha acogido en la Consulta Nacional para el Apostolado de los Laicos, organismo que coordina las Asociaciones y Movimientos de la Iglesia en Italia, a la Fraternidad de Comunión y liberación.
La Fraternidad, que cuenta hoy con veintidós mil miembros y es el corazón generador y educativo del movimiento de Comunión y liberación, ya presente con diferentes manifestaciones en cuarenta países del mundo, fue reconocida por Juan Pablo II como Asociación de Derecho Universal el 1 de Febrero de 1982.
De la Fraternidad se puede formar parte mediante la inscripción en edad adulta.
La incorporación a ella nace del reconocimiento de que el carisma de Comunión y liberación representa una modalidad auténtica para ser ayudados a profundizar en la finalidad de la vida de la Iglesia que es la santidad en el mundo.
Guiados por el Papa y los obispos los miembros de la Fraternidad, presentes en todas las Iglesias locales de Italia, participan con su propio carácter en la vida de la Diócesis.
Este reconocimiento de la Conferencia Episcopal Italiana, que llega tras la conclusión de los Ejercidos Espirituales de Rímini, en los que han participado catorce mil miembros, es acogido con júbilo y gratitud por toda la Fraternidad.
Esta ve reconocida así la autenticidad eclesial de su carisma y de su propio estilo de educación en la fe.
La Fraternidad es consciente de que esto le indica la responsabilidad de participar, en colaboración con las otras realidades eclesiales, en la gran tarea misionan de evangelización de nuestro país que Juan Pablo II reclama incansablemente.

1. Como ha nacido la Fraternidad de CL
En la historia del movimiento de Comunión y Liberación siempre habían advertido la urgencia de poder continuar una vida comunional aquellos que, al salir de la universidad y casarse, asumían una fisonomía adulta en la sociedad. Después de algunos intentos de respuesta a esta exigencia (p.e. los Grupos de Comunión) y un cierto momento de extravío (coincidente con el periodo posterior a la contestación), atendiendo a una petición expresa de muchos universitarios recién licenciados comenzó, a finales de los años setenta, un nuevo intento cuya imagen y cuyo contenido nos lo sugirió el término «Confraternidad».
El fenómeno histórico de las Confraternidades fue visto como emblema de las exigencias que sentíamos: la exigencia, primero espontánea y luego pensada, de vivir la fe y comprometerse con ella, junto al derecho de poderse asociar libremente y desplegar una actividad operante en la Iglesia y en la sociedad.
Posteriormente, el Abad de Montecassino, S.E. Matronola, dándonos la ocasión de celebrar con un gesto el XV centenario del nacimiento de San Benito, hizo nacer en nosotros la idea de constituir una Asociación Laical que, apoyándose en la abadía de Montecassino, diera forma estable a los intentos de construir la Confraternidad efectuados hasta entonces.
De esta manera dio comienzo un nuevo movimiento, la «Fraternidad de Comunión y Liberación», que rápidamente creció y se extendió no solamente en Italia y en varias naciones europeas sino también en otros continentes.
El 11 de Febrero de 1982, a petición de numerosos obispos y con el aliento del mismo Santo Padre, el Pontificio Consejo para los Laicos, que tiene la tarea de discernir los carismas de los nuevos Movimientos y Asociaciones laicales, concedía a la Fraternidad su reconocimiento más alto declarándola a todos los efectos asociación de derecho pontificio.

2. La «Fraternidad de CL» quiere ser expresión consciente y comprometida, es decir, madura, de la historia del movimiento de Comunión y Liberación. Quiere ser el nivel en el que todas las intuiciones que por Gracia de Dios nos han animado y nos animan se realicen, tanto en el sentido de «damos cuenta» de ellas como en el sentido de darles efectividad.
Esto no significa que sea necesario, para ser de CL, adherirse a la Fraternidad; significa, eso sí, que la Fraternidad es un elemento de estabilidad y responsabilidad total en la experiencia que constituye la vida del Movimiento.
La «Fraternidad de CL» tiene por objeto asegurar el futuro de la experiencia del movimiento y su utilidad para la Iglesia y para la sociedad, mediante la continuidad en la educación y la creación de obras, como resultado de dicha educación, en el seno de las sociedades eclesiástica y civil.
A este nivel pretendo tomar en consideración a la gente que está en ello hasta el fondo.

3. La adhesión a la Fraternidad como miembro es una decisión personal: nace como necesidad personal de cuidar la propia fe y de que se realice la fisonomía cristiana de cada uno. Este es el único motivo adecuado.
Por ello la adhesión debe ser un acto totalmente libre y responsable; el individuo tiene toda la iniciativa en este asunto. Es decir, debe abandonarse el descargar la responsabilidad del camino personal en una estructura (como es más natural que suceda en los bachilleres y universitarios).
Para entrar en la Fraternidad es necesario presentar solicitud de admisión, la cual, si es aceptada, permite ser miembro de la asociación. Dicha solicitud debe ser en todo caso un acto personal y no una decisión tomada por un grupo.

4. Contenido de este compromiso
a. Vivir la fe de acuerdo con la estructura de espíritu que el movimiento ha subrayado siempre: la fe es reconocer el acontecimiento de una presencia, Dios hecho presencia, que continúa en la historia dentro de la presencia de una comunión, de gente que se reconoce reunida en su nombre.
b. Inmanencia en la Fraternidad como compañía.
Quiere decir concebirse a uno mismo como alguien inmanente a esta compañía, con la globalidad de los factores de la vida y como conciencia e imagen de sí. El significado de esta compañía está en que se trata de un hecho vocacional y su valor es de orden antropológico, porque no se puede concebir a un hombre cristiano más que en el seno de una compañía vivida. La inmanencia en esta compañía comprende la adhesión a su estructuración orgánica (de acuerdo con lo establecido en el estatuto) y la obediencia a la dirección central (Diaconía Central). Esta disponibilidad para la compañía llega hasta la implicación de los aspectos materiales (dinero, tiempo, energías...) que se juzguen convenientes, según la conciencia personal de pertenencia propia a la Fraternidad, en función de la finalidad común.

5. Forma parte del método de ayuda en la fe una comunionalidad expresa. Las órdenes religioso-monásticas proporcionan la analogía adecuada y el modelo de comparación.
La comunionalidad expresa implica que se objetive, lo más posible, la unidad en la que nos reconocemos.
La explicación de la comunionalidad exige, por consiguiente, una implicación de toda la vida, de manera que lo que le suceda al otro ya no pueda dejar de tener incidencia y complicar mi propia vida (a todos los niveles, desde el espiritual al material). Esta implicación es verdadera cuando pasa a través de la libertad de cada uno.
La comunionalidad de la vida es un principio con el que juzgarse a uno mismo y las cosas que se hacen, más que cierta cantidad de cosas que haya que hacer. Tanto es así que no hay verdadera comunión si no se pasa a través del filtro de la historia y el temperamento de cada uno. Es necesario que se vea que somos una sola cosa; es necesario que el mundo vea que los cristianos son una sola cosa. Si esto no lo buscamos nosotros, con discreción y libertad de corazón, y, por lo tanto, en la hilaridad del espíritu, ¿quién lo podrá buscar?
Nosotros debemos dar ejemplo de lo que quiere decir ser una sola cosa, explícitamente, expresamente, de acuerdo con la libertad y la historicidad de cada persona.
En lugar de esto, normalmente el compromiso comunional se suele pedir como adhesión a determinadas formas o exigir de un modo moralista.
La explicitación de la comunionalidad significa:
a. ante todo la búsqueda del camino común y, para ello, una ayuda espiritual (reunirse para la oración, encontrarse en jornadas de retiro o ejercicios...);
b. la posibilidad de convivir y, por lo tanto, una ayuda social; y
C. un apoyo material mutuo y recíproco.
La explicitación de esta comunionalidad se verifica y se traduce sobre todo al nivel de la Fraternidad en cuanto tal (como pertenencia a la totalidad de la Fraternidad -a la compañía tal como está guiada y estructurada- de otro modo la solidaridad de grupo sustituye a la caridad de movimiento) aunque a nivel regional y diocesano exista un responsable como instrumento de servicio a los grupos en los que consiste el movimiento de la Fraternidad.
Como elementos esenciales y característicos cada grupo debe tener:
a. un responsable, indicado por el mismo grupo y reconocido por el responsable diocesano (o bien, si éste no existe, por el responsable regional);
b. una regla de oración;
C. un momento de encuentro común y periódico;
d un compromiso operativo preciso en función de la finalidad común.

OBSERVACIONES SOBRE LA OBRA
La obra nos viene asignada por nuestra vocación histórica: es el movimiento. Este compromiso exige de todos los que viven la Fraternidad una operatividad inteligente y generosa que se traduzca, tanto a nivel personal como de grupo, en tareas precisas y realizaciones específicas en función de la obra que es el movimiento.
Metodológicamente esto quiere decir convertir las propias iniciativas y las propias actividades y experiencias de trabajo a la realidad del movimiento.
Corolario: el Centro (Diaconía Central) podría tener un determinado criterio acerca de la necesidad para el movimiento de llevar a cabo una acción particular. Es justo que las personas y los grupos que son miembros de la Fraternidad hagan todo el sacrificio posible para apoyar esa acción antes de realizar otras o que den prioridad a esa acción sobre la propia iniciativa específica.
N.B. De todo lo dicho hasta ahora resulta claro que la génesis de la pertenencia a la Fraternidad es la conciencia personal de la fe cristiana que suscita el movimiento, una madurez en el querer su realización adulta y, por ello, el crear una comunionalidad que sirva de instrumento para realizar la finalidad del movimiento y por consiguiente de la Iglesia.
El resultado de esto es el movimiento cuya expresión es la multiplicación de iniciativas.
El camino descrito va, por lo tanto, de la fe a las obras.
Pero puede darse también una trayectoria inversa: algunos se reúnen para tomar una iniciativa común y, luego, para dar consistencia a ésta (es decir, al comprender que es necesario un compromiso más serio con la fe), la traducen en Fraternidad.
Un persona que desee participar en una iniciativa puede ser admitida en la Fraternidad, siempre que estén claras su decisión personal y la perspectiva de su compromiso.

FONDO COMÚN
Como testimonio de la concepción comunional de lo que tenemos, cada miembro participa directamente en el fondo común de la Fraternidad, comprometiéndose a enviar mensualmente un porcentaje (establecido por él mismo) de sus ingresos.
Cuando un grupo deba sostener económicamente también una iniciativa propia, deberá confrontarse ésta con la Diaconía Central.

La adhesión a la Fraternidad nace del reconocimiento de que el carisma de CL representa una modalidad auténtica para ser ayudados a profundizar en la finalidad de la vida de la Iglesia que es la santidad en el mundo.


 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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