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Huellas N.01, Marzo 1991

ACTUALIDAD

Y a la Universidad llegó el escándalo.

ATLANTIDA

El gran desorden comen­zó la noche del 17 de Enero. En los días siguientes nadie pensaba ni hablaba de otra cosa: empieza una guerra, peor que las anteriores; sus conse­cuencias son imprevisibles...
En la universidad las reac­ciones no se hacen esperar. Unos justifican «el conflicto» con las consabidas razones: «hay que acabar con este des­graciado que puede arruinar la economía mundial», «si no paramos a este loco mañana le tenemos en casa», «ha prostitui­do el derecho internacional»...
La izquierda proclama un pacifismo ingenuo: no a la guerra provocada por Bush, no a la mili, no a la OTAN, no a la destrucción de la naturaleza, de la mujer y de los planes de estudios... En definitiva, utili­zan el Golfo para una guerra particular: demostrar que su ideología merece la pena; que, a pesar de los pesares, siguen existiendo.
A nosotros nos ha sorpren­dido un dato: en lo que hacíamos no nos movía una re­pulsión sentimental por lo que pasaba en el Medio Oriente; tampoco nos movía el intento reactivo de restablecer una justicia angelical y etérea, un or­den universal ajeno, en última instancia, al dolor de cada hombre concreto.
Para nosotros la guerra es un hecho injusto. La muerte de mujeres, niños, ancianos y hombres no se justifica con las razones que los poderosos han utilizado para provocar la guerra. Nos sentimos profun­damente unidos con los que es­tán siendo más afectados por esta guerra.
Estas palabras, repetidas multitud de veces estos días, no buscan sacudir los cimien­tos de nuestra sensibilidad y llenarnos la cabeza de una ra­bia impotente. Ambas cosas se pierden en cuanto se acaba de leer el texto o de escuchar este «bonito» discurso y uno se en­tristece más.
Si podemos pedir que se haga justicia con cada hombre, si nos condolemos por el sufrimiento de tantas personas, si reclamamos una paz real que invada la vida y no sea un valor que pueda justificar la guerra, es porque hemos en­contrado a Uno en el que se puede abrazar el dolor y la contradicción de la muerte. Ha habido Uno que nos ha amado con gratuidad, nos ha perdo­nado hasta el fondo, nos ha cambiado y nos ha descubierto que todo está hecho para exis­tir eterna y verdaderamente y que «la justicia es inmortal» (Sab. 1). Ha sido Él quien nos ha juntado y nos ha descubier­to que estas palabras no son una mentira humillante.
Nuestras palabras no nacen de una ideología política o re­ligiosa. Nacen de haber encon­trado el lugar en el que todo el mundo desearía vivir y en el que la promesa de la vida se cumple.
Estos días nuestro trabajo en la universidad, los carteles, las asambleas, los debates que sostenemos para entender más lo que está aconteciendo, nos enseñan que el juicio más ver­dadero que se puede dar al mundo con su violencia y su dolor, es el dilatarse de esta posibilidad real de paz, el co­municarse de esta compañía, de este lugar; todo el esfuerzo que hacemos es para que el impacto de Cristo crezca en nosotros y, a través nuestro, llegue a todos y así se transfi­gure el mundo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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