Respuesta. Una colaboradora nuestra, al reflexionar sobre la espera inquieta y la esperanza de Kafka de encontrar el camino, fue llevada a releer algunas obras de San Agustín. De esta lectura nació una carta singular del Obispo de Hipona dirigida al escritor.
Querido Franz:
«Realmente has dicho la verdad. La obra de nuestras manos nos sumerge en un aturdimiento sensible y los deseos más apremiantes se confían a una precariedad, que lentamente genera en nuestro interior un espacio de cambio, opaca extrañeza entre nosotros y nuestro corazón. Un espacio de nada, una nada infinita como infinito es el objeto de nuestro deseo. Y cuanto más buscamos hacernos amigos del Misterio, más Él permanece como enigma. De este modo vuelve a apoderarse de nosotros la nada, la nada que nos circunda, la nada que flota en nuestro interior. Porque es nada lo que no permanece. No hay cosa que sostenga el ser, nada es capaz de ser para siempre. No sólo los cuerpos crecen para escomponerse, sino que también las almas son presa de la agitación, porque están llenas de sentimientos opuestos. Y si en un instante recibimos la luz y el calor de la sabiduría, en otro instante similar nos alejamos de ella por una perversión inesperada de la voluntad.
«¿Qué es el ser sino lo que es para siempre, lo que trasciende todas las cosas que existen? ¿Quién puede concebirlo? Ciertamente, alguno ha entregado todas las energías de su espíritu para alcanzarlo. Pero, ¿cómo puede llegar a poseerlo? Es como uno que ve de lejos la patria, pero en medio tiene el mar. Ve dónde debe llegar, pero no sabe cómo llegar hasta allí.
«Así es para nosotros: queremos lograr la estabilidad verdadera, donde lo que exista sea, pero en medio está el mar de este mundo. Y ya es algo ver la meta que alcanzar, porque muchos ni siquiera la ven. Para que también exista el camino por donde ir, ha venido desde ese lugar Aquel al que nosotros queremos llegar. ¿Qué ha hecho? Nos ha concedido el medio para atravesar el mar».
Ahora comprendes Franz. «Él es la patria, El se ha querido hacer para nosotros el camino por el que llegar a la patria. Viéndole a Él puedes ver la Gracia que esperabas. El hombre Jesucristo ha mezclado con nuestra carne el alimento que no podíamos conseguir con nuestras propias fuerzas, y el Verbo se ha hecho carne para que la sabiduría con que fue creado el universo se haga leche para nuestra infancia.
«La gracia de Dios no podía hacerse valer de una forma más gratuita que ésta. Mediante la Gracia, los hombres han venido a Él, que estaba distante de ellos como inmortal de los mortales, como justo de los impíos, como feliz de los infelices. Si queréis alcanzar lo que Él es desde siempre, adheríos con todo el corazón a lo que Él se ha hecho por nosotros».
Ha venido, Franz. «Como Dios, Él está presente en todas partes y no puede ser contenido en ningún lugar. Entonces, ¿cómo ha venido? En su humanidad visible».
Agustín de Hipona.
(Traducción personal y libre disposición de obras de San Agustín: Confesiones VII; Ciudad de Dios X, 28-29; La doctrina cristiana 1, 10-12; Comentario al Evangelio de Juan II, 2-3).
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