Michael Shevak, rabino de Nueva York pronuncia en Madrid una conferencia, organizada por la Asociación Péguy. Ante 800 personas que le escuchan con atención y simpatía crecientes, asegura que la obra de Giussani es una ayuda para superar el abismo entre fe y razón creado por la mentalidad secularista. Representantes de la Comunidad Israelita de Madrid y el secretario de la Conferencia Episcopal confirman el valor de la iniciativa
Apura un café largo y sin azúcar mientras repite algunas frases en voz alta. Son las 20,30 del 11 de Mayo y Michael Shevack termina de preparar su conferencia “El infinito en lo cotidiano”. En el Salón de Actos de la Fundación Pablo VI, repleto para la ocasión, le espera un público expectante. Ha aterrizado apenas hace cuatro horas en Madrid y, después de atender a la prensa, se ha quedado solo un rato para refrescar su español aprendido en México. El viaje hasta aquí ha sido largo. Shevack, de familia judía, abandonó en la adolescencia la fe de Abraham. Después de años de exaltación de la ciencia y de búsqueda religiosa por las creencias orientales, decidió volver a poner a prueba la tradición en la que había sido educado. Como a él le gustaba decir, «funcionó». Se hizo discípulo del rabino Jack Bemporad - actualrepresentante de la comunidad hebrea internacional en el Vaticano - y fue ordenado como rabino en el 95. Ahora vive en Pensilvania y trabaja en Nueva York atendiendo a la comunidad judía del Queens College. El encuentro ha comenzado ya. Después de las presentaciones, Jacques Laredo, representante de la Comunidad Israelita de Madrid agradece a la Asociación Péguy la iniciativa y el haber sido invitado a presidirla. Recuerda la defensa que Charles Péguy hizo de los judíos durante el caso Dreyfus.
Un encuentro
Llega el turno de Shevack que confiesa su emoción por estar en España, el país en el que se dio la extraordinaria convivencia y enriquecimiento mutuo de las tres religiones del libro, en aquella “edad de oro” medieval. Desde el primer momento el neoyorquino conecta con el público. Se le notan las tablas. Antes de dedicarse plenamente a su tarea de rabino fue creativo de publicidad en la agencia BBDO. Recorrió buena parte de América Latina organizando campañas para vender Pepsi y no reniega de su pasado. Esta convencido de que Dios le preparó así para su definitiva misión. Y ha sido precisamente a través del mundo de la publicidad como ha conocido la obra de monseñor Giussani, de la que empieza a hablar a las personas reunidas en la Pablo VI. Su amigo judío David Horowitz, fa¬moso compositor de música para anuncios, le hizo llegar The Religious Sense. El propio Horowitz, invitado por la comunidad neoyorquina de CL, con la que mantiene una relación de amistad, ha presentado el libro en la ONU (ver Huellas, marzo 1998).
Shevack lo está citando ahora para explicar que judíos y cristianos tenemos el mismo problema. «Hemos mamado de una madre secularista que ha generado en nosotros un fuerte antagonismo entre fe y razón -explica-. Estamos encerrados en ideas científicas, prisiones mentales y necesitamos de un nuevo Moisés para liberarnos». «Por ello -añade- cuando un libro como el que ha escrito don Giussani ve la luz es una oportunidad para todos los hombres religiosos y todas las religiones. Aquí no se halla el problema sino el inicio de la solución».
El vínculo entre fe y razón
El rabino neoyorquino no se queda en los titulares. Ha leído y estudiado en profundidad The Religious Sense, al que considera «un curso básico de judaismo y una metodología práctica para explorar la realidad divina ». Desgrana sus tres primeros capítulos haciendo un paralelismo con la historia de Jacob. Como en el caso de este personaje bíblico, el primer paso que hay que dar para redescubrir racionalmente la fe es reconocer la verdad de nuestra dependencia. Esta premisa de realismo nos lleva a la racionabilidad, es decir, a preguntarnos qué sentido tiene la existencia. De este modo podemos aprender, como lo hizo Jacob, que es Dios quien nos sostiene y llegar a la moralidad. Recorriendo este itinerario descubriremos que «hay una presencia que viene junto a nosotros y que no vivimos en un desierto sino en una tierra prometida». Shevack ha hablado durante cuarenta minutos y la atención no ha decaído ni un momento. Antes de terminar se refiere al dialogo interreligioso y afirma que «demasiado frecuentemente se limita al área de la ética universal, algo que cualquier organización atea puede defender con el mismo entusiasmo».
Historicidad de la revelación
El aplauso es caluroso. Con las preguntas, el rabino tiene otra ocasión para demostrar la profundidad de su experiencia. Desde el público le provocan con el recuerdo de Auschwitz. Sin dialéctica responde recordando el valor misterioso del sufrimiento de los mártires, tanto judíos como cristianos. Ha concluido el acto y se lee una carta enviada por el secretario de la Conferencia Episcopal, monseñor Asenjo, en la que felicita a los organizadores de la conferencia. Shevack tarda más de media hora en salir del salón, muchos quieren preguntarle y darle las gracias. Ya de ca-mino hacia la casa donde cena con los amigos de la Péguy, el rabino comenta que el gran problema para el pensamiento judío y cristiano es el idealismo, y en especial el de Hegel, que ha reducido la revelación a una categoría abstracta. De ahí nació un nuevo paganismo que fue el origen del holocausto. Ya desde los primeros siglos se quiso interpretar los escritos de san Pablo sin tener en cuenta su origen he-breo y la historia del pueblo de Israel. Julián Carrón y José Miguel García, investigadores del substrato arameo de los evangelios, coinciden entusiasmados con sus argumentos. Los tres coinciden en la historicidad de la revelación y en la conversación comienzan a aparecer palabras en hebreo.
La experiencia
Nos habla también de su historia personal, marcada radicalmente por dos hechos. En primer lugar, el encuentro con su maestro, el rabino Bemporad, que a partir de una vasta y profunda cultura le ha permitido acceder a la tradición judía pasando por la filosofía y afrontando sin ambigüedades los retos de la modernidad. Y luego, la experiencia familiar. Su mujer es católica. Cuando se casó, ella tenía ya un hijo, católico. Los hermanos nacieron después y los dos son judíos: «si es posible una convivencia familiar y una comprensión mutua entre hermanos de distintas religiones, tengo la certeza, la prueba, de que esto puede valer para todo el mundo». Pasa la una de la madrugada cuando Shevack llega al hotel y todavía tiene fuerzas para seguir insistiendo en todo lo que nos necesitamos. Los periódicos que hablan de su conferencia ya han comenzado a distribuirse. Mañana viaja temprano a Turín. Buenas noches reverendo.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón