Va al contenido

Huellas N.05, Mayo 1998

COLABORACIONES

Cartas

a cargo de Estrella Pérez

—ANTÁRTIDA—
Base esperanza


Queridos amigos: saludos desde la Antártida. Os escribimos desde la base Esperanza, que se encuentra en el extremo norte de la parte continental de la península antártica, no muy lejos del Polo Sur. Hemos venido destinados aquí mi marido, nuestra hija y yo durante un año para desarrollar actividades científicas en el llamado “continente blanco”. Mi marido había estado aquí con anterioridad, y ahora que he podido venir con él comprendo por qué deseaba tanto volver, al igual que otras personas que conocí durante el viaje en rompehielos hasta aquí. El lugar es indescriptible: impresionan la luz, el reflejo del sol, los glaciares majestuosos que caen al mar con un estrépito ensordecedor. Nuestra casa forma parte de un pequeño complejo de edificios, laboratorios, oficinas e incluso una escuela, situada justamente delante de la bahía, que también se llama Esperanza. Alrededor hay una pequeña cadena de montañas interrumpidas por increíbles glaciares, salpicados de manchas rosas, donde vienen a anidar, en la estación cálida, ciento veinticinco mil parejas de pingüinos. El ambiente de la base es el de un pequeño mundo habitado por diez familias y un grupo de hombres procedentes de lugares diversos, algunos de los cuales llevan a sus espaldas historias difíciles, y todos sujetos a una cierta condición de aislamiento. Estamos contentos por la oportunidad que hemos tenido de pasar un año en este lugar. Muy a menudo me vienen a la mente las palabras de don Giussani refiriéndose a una chica de Kazakistán: «Esta chica, vaya donde vaya, llevará consigo el encuentro que ha tenido, que la ha hecho renacer y por el cual ha nacido». Esta frase se ha hecho familiar en este tiempo porque experimento que es verdadera, y pienso en ella todas las mañanas]!cuando observo desde la ventana los enormes trozos de hielo que flotan. De hecho, el espectáculo que tengo ante los ojos lo puedo asociar únicamente' al momento extraordinario que viví cuando conocí el movimiento. No se me ocurre una comparación más exacta que ésta. La distancia de los amigos argentinos. los de la Fraternidad y muchos universitarios y trabajadores con los que he vivido en estos años no supone una separación total. Muchos de ellos se comunican continuamente con nosotros, sobre todo Silvina, de Buenos Aires. Quieren saber cómo estamos, nos cuentan cosas y nos envían textos]que esperamos con avidez.
Verónica y Adolfo, Base Esperanza

—NIGERIA—
Una cena con el Papa


Querido don Gius: de vuelta de la nueva Nunciatura en Abuja, nueva capital de Nigeria, en donde se ha hospedado el Santo Padre con ocasión de su segunda visita a Nigeria, te escribo para contarte una gracia increíble que ha sucedido en estos días. El do¬mingo por la noche me encontré cenando, de forma inesperada, con el Santo Padre. Cuando el Nuncio me presentó como staff de la Nunciatura perteneciente al grupo de los Memores Domini, dijo enseguida: ¡Ah, CL!». La mitad de la cena estuvo prácticamente dedicada al movimiento, y lo primero que me preguntó el Santo Padre fue: «¿Cómo está monseñor Giussani?». Fue impresionante ver el interés verdadero y sincero, también por parte de S. E. mons. Stanislaw Dziwisz que, como ejemplo, retomó el hilo de la conversación que había sido interrumpido por una llamada telefónica. El Nuncio me pidió que explicara brevemente la exposición sobre el padre Tansi (cfr. Tracce de marzo) que se exponía en la Nunciatura de Abuja. Con motivo de la visita del Santo Padre, decidimos] como movimiento, hacer una exposición fotográfica tratando de hacer evidente la grandeza de esta figura, que en muchos aspectos recuerda a aquellos primeros que se encontraron con Cristo y que le siguieron dejando todo. Durante mi explicación el Nuncio hizo una apreciación sobre el trabajo realizado por el movimiento, y el Santo Padre dijo: «Monseñor Giussani ha fundado un movimiento muy, muy válido». En este punto mons. Stanislaw añadió que éramos un movimiento de personas muy intrépidas, y que incluso en los lugares más difíciles, de modo particular en Rusia, nuestra gente estaba desarrollando un trabajo óptimo, y citó Novosibirsk. Después me preguntó dónde estábamos presentes en China, y yo le dije que tenía noticias de la comunidad de Taiwan, y él me dijo que le había parecido oír que alguno de nosotros se marchaba a China (¿es verdad?). Antes de partir, el Nuncio presentó a toda nuestra casa al Santo Padre. El Papa me ha recordado verdaderamente a ti en muchos aspectos. Lo que espero que se me quede es la conciencia que este hombre tiene de su tarea.
Flavia, Lagos

—ITALIA—
Gratuidad

Febrero de 1998. El Avsi me contrata con el fin de crear una conexión mayor entre el Avsi y los médicos del movimiento, para la realización de proyectos sanitarios y una mayor atención a temas específicos de algunos proyectos médicos que ya se están llevando a cabo. En un momento dado hay que resolver una cuestión urgente: una petición para Albania. En efecto, el Avsi se había hecho cargo de dos proyectos sanitarios en la región albanesa de Valona. Los requerimientos eran por un periodo de 3 y 6 meses respectivamente, a partir de marzo de 1998. El perfil requerido para los médicos había sido comunicado desde hacía tiempo, y en el número de Tracce de diciembre había aparecido un anuncio. Por desgracia, a finales de febrero sólo un médico de la fraternidad de Várese, Alberto (con 6 hijos), con una larga experiencia en Uganda, había ofrecido su disponibilidad para hacerse cargo del proyecto durante un breve periodo. Me di cuenta de que una de las dos peticiones había sido expresada en términos demasiado especializados, y volví a escribir el aviso en términos más generales, precisando incluso que la disponibilidad podía ofrecerse también para un periodo corto. De pronto me vi interpelado personalmente en el sentido de que era una propuesta también para mí. Empecé de este modo a hablar con algunos amigos: Giorgio, de mi casa de los Memores Domini, Mimmo, con el cual trabajo en el hospital, algunos de los responsables de los médicos del movimiento de Milán y algunos médicos de la casa de los Memores Domini de Brescia. Un día después me llamó Andrea (7 hijos), diciendo que estaba disponible para marcharse enseguida, por un periodo de tres semanas. Me quedé conmovido por esta respuesta tan inmediata y sencilla, sin condiciones. También de Brescia llegaron ofrecimientos inmediatos: Paolo y Moreno (de la casa de los Memores) y Michele (casado y con hijos). Leo (9 hijos) estaba igualmente disponible por un breve periodo «si no se ofrecía nadie más». Antonio, recién casado, se ofrecía para ir desde junio con su mujer. Al mismo tiempo, junto a estos ofrecimientos inmediatos, llegaban también algunas observaciones críticas. Se me hacía ver que los médicos jóvenes tienen todavía muchos problemas que resolver, y que las escuelas en donde se hacen las especialidades no permitirían un servicio así. Son motivos válidos en parte. Mientras, en mi casa, todo esto se convertía en motivo de discusión. ¿Es posible que sean médicos no muy jóvenes con muchos hijos los que den una disponibilidad tan inmediata? ¿Vivimos verdaderamente la gratuidad? Con unas cuantas llamadas telefónicas se hizo el reparto. Entonces yo, demasiado provocado por estos sucesos y conmovido sobre todo por la disponibilidad de nuestros padres de familia decidí ir por lo menos durante un mes. Al final del retiro de Cuaresma de los Memores Domini uno de los puntos que don Giuss tocó tenía que ver con la gratuidad, como modalidad verdadera de relacionarse. Citó la poesía de Ada Negri sobre el amor gratuito, sin cálculo, y sobre el motivo por el que la vida se da a cada hombre: ser responsables de la gloria de Cristo en el mundo. De nuevo fui provocado por estas afirmaciones y casi como un relámpago pensé: pero, ¿qué puede sostener el hecho de ir a un país como Albania, dejando aunque sólo sea durante un mes mi trabajo en el hospital, un país en donde no conozco a nadie y que no es desde luego el país más seguro del mundo? Ser responsable de la gloria de Cristo en el mundo, dentro de una gratuidad. Esta es la única respuesta que me sale. Volví del retiro contento por este redescubrimiento, y así se lo conté a los demás. Mientras, llegaron otros ofrecimientos. Fue una respuesta verdaderamente significativa: de la Fraternidad de Uganda de Várese y de otras zonas de Lombardía, de las Marcas, de Calabria y sobre todo de los Abruzos. Más de veinte médicos en total (desde el recién licenciado al director de hospital). En el plazo de una semana todos los turnos se cubrieron. Había incluso para dos o tres proyectos más.
Alberto, Milán

Un portugués en París
Alrededor de 200 personas participaron en la primera conferencia que con el título «El sentido religioso y la razón del hombre» pronunció el padre Joao Seabra. Este hecho, imprevisible y desproporcionado con respecto a nuestra pequeña comunidad, ha sorprendido a todos. Casi todos los asistentes habían tenido noticia del ciclo de conferencias a través de la prensa o de los folletos repartidos. Tenían curiosidad por saber qué es el movimiento. Desde hace ocho años Marc trataba de «encontrar a alguien del movimiento en Francia», pero le decían que no existía. Gracias a un folleto que se encontró en una iglesia vino a la conferencia, y ahora participa en la Escuela de comunidad. John había encontrado el movimiento hace diez años en Boston. Cuando vio en el periódico el anuncio de la conferencia, hizo 500 kilómetros, porque quería «continuar la experiencia de Boston también aquí en Francia». Todos los asistentes se quedaron después del encuentro para preguntarnos sobre nuestra experiencia, sobre todo lo que se había dicho en la conferencia, y sobre cómo hacíamos para vivirlo en la realidad de todos los días. Podía parecer paradójico pedir a un cura portugués que viniera a hablar del sentido religioso a Francia, y sobre tobre todo a una ciudad como París. Pero el hecho aún más paradójico fue que el padre Joao, comunicando su experiencia, supo tocar el corazón de los presentes, más allá de las diferencias de cultura y de pensamiento. Ni siquiera los que no comprendían hasta el fondo el significado de las palabras pusieron objeciones a la verdad de la experiencia que habían visto y oído. Al final, un joven ateo y comunista nos dijo: «Todas estas cosas que he escuchado esta tarde, ¿por qué nadie las dice hoy?».
Silvio, París
***
Dos días antes de la primera conferencia me desperté pensando que se acercaba el momento en que veríamos el resultado de nuestros esfuerzos. Empecé a preocuparme. Después me acordé de lo que había aprendido con mis amigos del movimiento en París: lo que cuenta es el motivo por el que hago las cosas, no el resultado. Cuando vi el éxito de la conferencia, tuve la impresión de que yo no había hecho nada, de que todo estaba en las manos de Otro.
Thérèse, París
***
Preparar estas conferencias me ha hecho recorrer el camino hacia la verdad de mí misma. He tenido la experiencia paradójica de mi límite y de esta presencia cotidiana que salva la condición humana. Cada vez que proponía este ciclo de conferencias, afirmaba la amistad que se me ha dado y el lugar al que pertenezco. Decir “yo” es hacer memoria de Otro. Ahora crezco en la conciencia de esta pertenencia.
Sophie, París
***
Lámparas sobre el celemín
Somos un grupo de amigos de la Fraternidad I que desde hace algún tiempo colabora con el Centro social Giorgio Meregalli de Milán, en colaboración con el Banco de Alimentos, para atender las necesidades de algunas familias que se encuentran en grave situación económica. A menudo, como en este caso, se trata de familias que, afectadas por determinadas situaciones, viven el hecho de tener que aceptar la ayuda que les damos en forma de alimento como una humillación. Esta es la carta que hemos recibido de una familia: «Querida Pina: ¿qué puedo hacer sino dar gracias a Cristo por haber hecho que te conociera (aunque sea sólo por teléfono)? Todos tenemos necesidad del Cireneo: yo lo he encontrado a través de ti y de los demás del Centro social. ¡Cuántas veces digo “basta”, y siento que he tocado fondo! Pero entonces aparece una mano que te toma, te estrecha con fuerza y poco a poco te levanta. Entonces pido perdón por haber dudado. Es necesario esperar. La esperanza en Cristo es todo, y Él no nos abandona nunca. Se hace encontrar incluso a través de vosotros, lámparas encendidas, dispuestas a dar luz. esa luz llena de amor divino. Somos humanos, Pina, y en lo cotidiano es fuerte la tentación de abandonarse. Pero hoy, como ayer, tu llamada ha sido como una lámpara encendida. En mi interior me he dicho: Valeria, no te vengas abajo, hay que seguir adelante. Gracias por todo lo que hacéis, Pina (incluso por las breves llamadas). Es una forma de decirme “no estás sola, Jesús está aquí”. He llamado a vuestra puerta (aunque humanamente me cueste), y vosotros me habéis abierto».
Pina, Milán


La felicitación de Montanelli

Querido Montanelli: le deseo de corazón feliz Pascua en la certeza de que la muerte y resurrección de Cristo son para usted, como para mí y creo que para cada hombre, una ocasión para ponerse frente al misterio de la vida.
La Pascua es el momento en el que Dios se muestra más fuerte que la nada: es por tanto el momento en que se desvela al hombre como Dios. De hecho, ¿quién puede ser Dios sino Aquél que verdaderamente es? Sin embargo, nosotros, que nos afanamos cada día dentro de las circunstancias de la existencia, padecemos una tristeza última que corresponde al descubrimiento de que, en el fondo, nuestra inquietud termina en una nada que nuestras fuerzas no logran evitar.
La Pascua lleva dentro de sí esta impotencia, pero la redime en esa cruz en la que nuestra nada se hace como la oscuridad que muere ante la luz radiante del alba. La Pascua es la afirmación del carácter positivo de la vida y de la felicidad del destino humano. Es una afirmación dramática, y por esto verdadera. Le deseo en esta Pascua que sepa mirar el rostro del Resucitado y así alegrarse por la primavera que hace reverdecer los campos abiertos de la existencia.
Gianni Mereghetti, Abbiategrasso (Mi)

Querido Mereghetti: le agradezco la felicitación y la carta, que he leído con atención, y con un poco de envidia. Usted cree. Lo veo por las cosas que dice, y por cómo las dice. No quiero volver ahora a hablar del don de la fe. Confirmo cuanto tuve ocasión de escribir hace tiempo, es decir, que las páginas de un periódico no son el lugar más adecuado para discutir cuestiones tan íntimas. Esta «estancia», aunque acogedora, no es una excepción. Aprovecho sin embargo la ocasión para hacer una reflexión. Quizá no es nueva, pero es sincera.
La Pascua, como escribe usted, «es el momento en el que Dios demuestra que es más fuerte que la nada», y es por tanto «la afirmación de la felicidad del destino humano». Es verdad: para el creyente, la victoria de Cristo sobre la muerte debería constituir una alegría inmensa, porque anticipa el destino último del hombre. Pero tengo que decirle que en estos días, mirando a mi alrededor, veo muchos cristianos que piensan más en el tráfico de vuelta de las vacaciones de Semana Santa que en la resurrección.
Le diré algo más, y es esto. Hay muchas personas que no creen, pero que están buscando. Y, buscando, se han dado cuenta de que existen comportamientos buenos y comportamientos malos, acciones justas y acciones equivocadas, palabras de consuelo y palabras de odio y división.
No confundo la ética con la religión: tengo bastante experiencia, y he leído suficientes libros como para caer en una equivocación de este tipo. Tampoco estoy tratando de consolarme por la fe que no tengo: soy demasiado orgulloso para hacerlo.
Quisiera decir tan solo que incluso un no creyente puede, es más, debe, enrolarse entre los hombres de buena voluntad, de los que depende, en última instancia, el destino del mundo. Es verdad, como usted escribe, que “nuestra inquietud termina en la nada”. Pero existe una inquietud buena, que produce una traza luminosa, y una inquietud inútil, que sólo genera cansancio y que no deja nada tras de sí.
Si puedo unir en la felicitación de Pascua a todos los lectores, creyentes y no, diría: si debemos inquietarnos en este mundo, hagámoslo por un buen fin. Cada uno, estoy seguro, sabrá tener esto en cuenta.
Indro Montanelli
(del Corriere della Sera, 12 de abril de 1998)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página