Historia de algunos profesores universitarios que empezaron cenando juntes y tomando en serio su trabajo. Hoy son más de cuarenta. Trabajo, cultura, vida y política en el vínculo de una amistad
Suena el teléfono. Al otro lado de la línea, una profesora de Literatura de la Complutense de Madrid con mucha vida universitaria a las espaldas. Dos o tres preguntas sobre un proyecto de investigación. Y al final, el verdadero motivo de la llamada. «Me he enterado de que has organizado en la Facultad una mesa redonda a la que va el decano. ¿Cómo es que te has metido en ese lío?». «Bueno, no estoy sola, somos un grupo de cuarenta profesores de diecisiete universidades diferentes... Estamos intentando ayudarnos en las razones de nuestro trabajo y compartir esas razones con todo el mundo... Hemos organizado ya varias conferencias... Te lo tengo que contar más despacio».
La que habla es Guadalupe Arbona, también profesora de Literatura. Gracias a la subvención de la Consejería de Educación y Cultura de la Comunidad de Madrid, el día 16 de febrero, el decano de la Facultad de CC. de la Información de la U. Complutense, presenta la mesa redonda dedicada a «Lenguaje y Realidad». Intervienen en una mañana intensa María del Carmen Bobes, catedrática en Oviedo, y Eddo Rigotti, decano de la Facultad de CC. de la Comunicación de Lugano y director del Centro de Estudios Ecuménicos de Milán. Semanas después siguen oyéndose los ecos del encuentro. La profesora Arbona ha dejado de ser una personaje anónimo y se ha convertido para sus colegas y alumnos en la que organizó con sus amigos una mesa redonda en la que se habló de la positividad de la realidad. Este nuevo rostro ha sido posible gracias a una historia que comenzó hace dos años.
Sin restricciones
En la primavera del 96 cuatro profesoras y una doctoranda, vinculadas al CLU, comentaban sus inquietudes. «Acababa de empezar a dar clase - recuerda Ana LLano, profesora de Filosofía del Derecho - y me urgía comunicar lo que me había ocurrido. Pero era incapaz y sólo añadía “coletillas’' que se superponían a la materia que impartía». Guadalupe esos días estaba impresionada por el suicidio de uno de sus alumnos. Su muerte le había hecho caer en la cuenta de hasta qué punto era responsable del destino de aquellos a los que daba literatura. Guiomar Ruiz, Profesora de Física Teórica, y Mónica Fontana, doctoranda de Pedagogía, escucharon con interés a sus colegas. Y decidieron hablar con su común amigo Javier Prades, profesor de Teología Dogmática. No les calentó la cabeza con recomendaciones sino que se vio atraído y se implicó con ellas porque afrontaban retos que a él también se le planteaban en su trabajo. La voz se corrió pronto entre los profesores del CLU y para la primera cena ya se habían sumado algunos amigos: Ramón Pons, Gabriel Gerez, Javier Ortega. Y poco después otros más. Ninguna restricción porque lo único que interesaba era vivir mejor la condición universitaria. Los viejos y los nuevos amigos se regalan con una buena chuletada en la casa de campo de Elena Navarro, profesora de Magnetismo. Con aquella primeracena, una promesa echa a andar y alguno lo formula con claridad: «todas las exigencias que tenemos para nuestra vida universitaria se cumplirán si afirmamos juntos lo que nos ha sucedido». Comienzan así unos encuentros mensuales en los que, libremente, cada uno expone a sus amigos las circunstancias profesionales que vive. Más adelante, vino el trabajo sistemático sobre Educar es un riesgo. Con el tiempo, profesores de otras ciudades se van sumando a los encuentros. Ahora ya hay en el grupo miembros de diecisiete universidades. El asesoramiento y el celo de Katzalin Olcoz, especialista en Arquitectura de computadores y Alma Rodríguez, profesora de Derecho Civil, ha hecho posible constituir la “Asociación para la investigación y la docencia Universitas” que da personalidad jurídica a sus iniciativas.
Ciencia y destino
Volvamos a la chuletada. Elena está muy atareada con sus labores de anfitriona pero no por ello deja de participar a sus amigos una inquietud. «Lo de los profesores -recuerda- ha sido siempre un lugar donde he podido manifestar mis preocupaciones. A mí me interesaba mucho profundizar quién era yo en relación con la ciencia. No quería limitarme a ser una productora de artículos de investigación. Así que comenté el asunto». Prades había conocido en Milán a un astrofísico, Marco Bersanelli, que estudia el Universo con el máximo rigor científico y no censura el problema del destino. Al volver, propuso a Elena invitar a Bersanelli a Madrid. El astrofísico milanés llega a la Facultad de Físicas de la Complutense en marzo del 97 para hablar del fondo de radiación cósmica, la huella del Big Bang. «Invitar a alguien para que nos ayude a realizar mejor nuestro trabajo y organizar un acto público en la Universidad ha estado siempre naturalmente unido. Si es para nosotros, es para todos» -comenta Ana Llano-.
Las cenas, a estos profesores, no sólo les han servido para encarar mejor las materias que imparten, también han cambiado sus relaciones con los alumnos. «La docencia -explica Javier Ortega, profesor de Telecomunicaciones-, cuando han pasado seis o siete años, te esclerotiza. A mí lo que me ha ayudado a recuperar la tensión ideal ha sido compartir mi vocación con estos amigos». Ortega y otros profesores participan intensamente en la vida del CLU, donde están implicados por su interés personal.
Profesión y corazón
La primavera del 97 fue intensa. Fernando Pons, un doctorando de Ingeniería de Montes, quiere ir hasta el fondo del «movimiento verde». Julia Ortega, profesora de Derecho Administrativo y especialista en legislación medioambiental, comparte sus preocupaciones. Surge así la iniciativa de organizar una mesa redonda en el Happening, y entablan contactos que luego les han abierto otras puertas. «Trabajando en la preparación del encuentro -explica Julia-, hablamos de lo que nos interesaba profesionalmente y buscamos su relación con la verdad. Gracias a lo de aquellos días me di cuenta de que el medio ambiente tenía que ver con las exigencias de mi corazón».
En esos meses se publica en España Cristianismo y postmodernidad. Se trata de una antología de textos de Massimo Borghesi, en los que se recupera el pensamiento de San Agustín sobre las relaciones entre el poder político y el pueblo cristiano. La infatigable Ana Llano se interesa por el libro. Borghesi dice cosas muy diferentes a las que dominan en el ambiente neotomista en el que ella trabaja. No lo acaba de entender pero le parece muy suge- rente. Habla con el promotor de la edición y con dos amigos suyos que también acuden a la cena de profe-sores. Pertenecen a la Asociación de Propagandistas, fundada por el Cardenal Herrera Oria y dan clase en la Universidad San Pablo CEU. Les propone invitar a Borghesi y organizar unas jornadas. Y ya estamos otra vez en movimiento.
A mediados de octubre, Ana y los jóvenes profesores de San Pablo consiguen reunir a lo más granado de su claustro para que escuchen a Borghesi y debatan con él. El Rector abre una sesión que se prolonga hasta la noche. Ana está entusiasmada porque dice haber aprendido un modo de elaborar el pensamiento político enraizado en el Acontecimiento que a Borghesi y a ella les ha alcanzado. Los profesores del CEU quieren seguir profundizando, pocos se han quedado indiferentes.
A la política por la amistad
Y llega la política. A José Manuel Gómez Pulido le llamaban en el CLU el «chico subvención» por su facilidad para conseguir ayudas de la Administración. Ahora es profesor de Sistemas en una Escuela de Ingeniería. Pulido forma parte del claustro de la Universidad de Alcalá de Henares. En noviembre recibe una llamada de José Mª Saz, profesor de Química Analítica. Hay elecciones a Junta de Gobierno y Saz quiere que su amigo le ayude a votar bien. Después de hablarlo con algunos más, deciden presentarse ellos mismos como candidatos. «Personalmente me venía fatal - explica Pulido - porque estaba terminando la tesis, pero vi claro que debía ser fiel a esta amistad». En una universidad en la que desde hace años la presencia cristiana ha sido nula, muchos se enteran de que los católicos se han presentado a las elecciones. Al final, las urnas arrojan un resultado modesto; de los seis candidatos sólo es elegido uno. «Hemos sido libres del resultado» -comenta Pulido-. Saz añade que lo importante es «haber abordado juntos algo que nos afecta a todos».
Saz y Pulido cuentan en la cena de enero su experiencia y los de la Complutense deciden hacer lo mismo. De sus cuatro candidatos, sólo Ana Llano consigue ser elegida. Pero a juzgar por lo que cuenta José Díaz han aprendido mucho. «Hasta ahora, siempre que habíamos hablado entre nosotros de política universitaria todo había sido como una tertulia de café -explica este profesor de Biología-. Ahora nos hemos metido a fondo, tomándonos en serio las cosas y para mí ha sido una ocasión de descubrir que el criterio nace con los amigos». Díaz, que ofrece su casa todos los meses para la cena, sigue contando su historia con los profesores y la palabra «gusto» le viene una y otra vez a los labios hasta convertirse en un estribillo.
Los proyectos de este grupo siguen en ebullición. Para el Happening 98 tienen pensada una mesa redonda dedicada a la libertad de expresión. Algunos han viajado a Vilnius (Lituania) para poner en marcha un plan de intercambio docente que financia la Comisión Europea. Tienen también contactos con América Latina. Después de hablar con ellos, lo que más atrae es cómo se sorprenden del cambio que ha experimentado su trabajo cotidiano. Aseguran que todo ha sido el fruto de encontrarse para reconocer lo que les ha sucedido.
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