Dos testimonios excepcionales. La posibilidad de un cambio en cualquier circunstancia a raíz de un encuentro. Todo es para un designio bueno. El descubrimiento doloroso de la verdad de la vida
Desde hace algunos años don Edo visita periódicamente la cárcel femenina de Karagandá. Celebra la misa y, con la ayuda de algunos amigos, ha empezado a leer El sentido religioso y la Biblia. De esta forma ha nacido una amistad y algunas reclusas han comenzado a mantener correspondencia con las chicas de la comunidad.
Paz y salud para ti, Lucía.
Hemos recibido tus cartas y las de tu amiga y nos alegramos mucho. Quiero presentarme empezando por las cosas buenas. Me llamo Irina y tengo 23 años. Durante ocho años me dediqué a la gimnasia deportiva. Empecé a estudiar en el Instituto de Educación Física pero era demasiado caro y no pude acabar. Me tuve que poner a trabajar en una fábrica. Cuando murió mi padre le sustituí en casa,
tengo una hermana y un hermano. Todo marchaba bien hasta que me enamoré de un chico que me hizo entrar en la droga. La vida se convirtió en algo insoportable. Ahora tengo otra vida, he encontrado nuevos amigos como Edoardo, Adelio, sor Caterina y, por supuesto, tú y los otros estudiantes. No me importa haber acabado aquí porque Dios ha querido que encontrase precisamente así el camino hacia El. Creo que El murió por mi pecado. Quiero cambiar completamente mi vida, deseo que Dios rehaga mi corazón como Él quiera. Cuando me arrepentí plenamente encontré una gran paz, mi alma sintió un gran alivio. Casi todos los días leo el Nuevo Testamento. Estoy contenta porque Dios me ha perdonado y me ha consolado. Hablo con frecuencia de cuestiones religiosas con las otras chicas pero por falta de fe a veces vence el discurso. Le pedí a Dios que me ayudase a encontrar a mi familia y mi amigo Jesús me ayudó. Ha venido a verme mi madre y le he pedido perdón. Me ha perdonado y me he sentido liberada del miedo que tenía de no poder vivir sin su perdón. Querida Lucía, te escribo lo que llevo en el alma. Doy gracias a Dios por haberos enviado, a ti y a tus amigos, aquí. Gracias por cómo me has explicado lo que es la misericordia, todo en pocas palabras pero de una forma clara y comprensible. Rezaré y le pediré a Dios tener una “mentalidad” religiosa verdadera, porque yo soy pecadora pero quiero que mi fe se fortalezca. Nadie ni nada me puede salvar excepto el único Señor, nuestro único amigo, el Salvador.
Con sincero afecto, Irina
Queridos Arman, Elmira y Lucía:
Os responden las chicas a las que habéis escrito. De momento sólo podemos escribirnos, tal vez más adelante podamos vernos pero por ahora no existe esa posibilidad. Esto nos causa mucho dolor pero nos alegramos de que nos hayáis prestado vuestra atención escribiéndonos. Os contamos algunas cosas sobre nosotras: tenemos entre 20 y 27 años y somos de la ciudad de Termitau. Nos alegramos mucho cuando vienen a vernos don Edoardo, sor Caterina y don Adelio ya que no nos tratan con indiferencia, y nos ayudan. De momento nosotras todavía estamos lejos de la vida que vivís. Vosotros os habéis encontrado con estas personas y vuestra vida ha cambiado. Sois ricas de espíritu, tenéis a Dios y podéis resolver vuestros problemas y creer que sucederá lo mejor. Antes no conocíais esta vida, no leíais literatura religiosa pero ahora habéis atravesado esa frontera y vuestra vida tiene sentido. Por ahora nosotras no tenemos esto pero nos preguntamos: «¿Para qué vivimos?». Las respuestas son muchas y muy diferentes pero estamos seguras de que tienen algo en común con las vuestras. Para nosotras es difícil hablar de este tema, hemos empezado a conocer a Dios aquí. Vuestra vida tal vez está completamente dedicada a Dios y para vosotras es más fácil vivir con la conciencia de que vuestra vida es útil. Es bonito saber que eres útil para alguien y que tu vida tiene una finalidad. Esto lo comprenden tanto los humildes como los poderosos, porque la Biblia dice que Dios ama a todos. Lo único que nos hace sufrir es que tenemos poca fe; aquí es donde flaqueamos, si bien todas tenemos un enorme deseo de que nuestra vida cambie. Nos gustaría veros para hablar de muchas cosas pero por ahora esto es imposible. Nosotras siete vivimos como una familia de amigas. Nuestros padres no vienen a vernos, tal vez no son capaces de perdonarnos el mal que les hicimos. Y sin embargo, todas nos arrepentimos al recordar a nuestros familiares. Con gusto les pediríamos perdón si tuviésemos por lo menos un sobre para mandar las cartas. Por favor, ayudadnos en esto, os lo agradeceríamos mucho. Tal vez más adelante encontremos respuesta a las preguntas que más nos interesan sobre el sentido de la vida, sobre el hombre, sobre su entrega a Dios. Tal vez alguna se acerque a Cristo como os ha sucedido a vosotras. Hemos empezado a leer El sentido religioso que nos ha traído don Edoardo. Por ahora no lo entendemos todo aunque encontramos preguntas y respuestas muy útiles para todo el mundo.
¡Que Dios os guarde!
Genja (20 años), Natascia (23 años), Ljena (20 años), Galjia (27 años), Ira (23 años), Lada (27 años), Genja (22 años)
Una noche en la “Pizzeria Venecia”
(esta vez en Karagandá)
por SILVANA y ANGELO SCARFONE
Todo empezó hace más o menos un año cuando don Giorgio nos propuso a nosotros y a otras cinco familias que hospedásemos a algunos chicos kazacos en Italia durante una temporada. Nuestros tres hijos se entusiasmaron con la idea y aceptamos. Fueron tres meses densos e importantes durante los cuales Sascia nos enseñó muchas cosas sobre su país y su familia. Hubo algo que nos pareció evidente enseguida: una experiencia así no podía terminar. Empezamos a barajar, con las otras familias, la posibilidad de emprender alguna actividad en el sector informático en su país. Comenzamos a mantener una estrecha correspondencia con don Edo que en agosto, cuando est en Italia, nos propuso: «¿Por qué no venís a vernos y veis personalmente lo que se puede hacer?». Dicho y cho. En octubre aterrizamos en Almata, en Kazakis' junto a Donato, del AVSI, y a ... ocho maletas y 200 k de gramáticas y diccionarios.
Desde Almata nos dirigimos a Karagandá. Allí visitar el hospital infantil donde están ingresados 140 niños enfermos de tuberculosis. Le dijimos a la directora que el año anterior habíamos recogido fondos a través de las mesas de Solidaridad de Navidad precisamente para ese hospital. Fue el punto de partida para explicar lo que es la Navidad.
Fuimos con don Edo a la cárcel femenina. Nos conmovió ver, en medio de esas condiciones de habitabilidad tan penosas, una barraca convertida en capilla. Allí, en esa habitación con el cartel de Pascua pegado en la pared, asistimos a la misa con un grupo de presas que prestaban muchísima atención. Viendo que una de ellas tenía en las manos El sentido religioso en ruso, le preguntamos si le parecía difícil el texto. Ella nos desarmó con su respuesta desarmó con su respuesta: «No, lo que dice está claro. Lo difícil es vivir lo que dice».
Después participamos en la Escuela de Comunidad con el grupo de jóvenes. Estando con esas chicas fuimos testigos del milagro de una humanidad nueva generada por un encuentro, aún incipiente, pero que ya lo contiene todo.
En Almata, donde hay una pequeña comunidad formada por jóvenes procedentes de Karagandá que habían encontrado trabajo allí, estuvimos una noche cenando con todas las chicas en la “Pizzeria Venecia”. Les explicamos por qué habíamos hecho ese viaje. Al saber que una de ellas había empezado hacía poco a estudiar italiano le preguntamos por qué lo hacía. Nos contestó sonriendo: «Porque quiero hablar con vosotros. Es decir, quiero entender todo». Nuestros amigos don Eugenio, Massimo y Livio son un espectáculo de unidad y de amistad. Celebramos juntos la misa entorno a la mesa del cuarto de estar.
Éramos seis y se palpaba la Presencia que nos hacía repetir ese gesto con una intensidad y una sencillez que no habíamos vivido jamás . Al volver a Italia no pudimos dejar de contar a todos lo que habíamos visto y oído. Ahora la aventura continúa: esperamos a Sascia que viene dentro de unas semanas mientras nuestra comunicación con ellos a través del correo electrónico se intensifica.
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