—ITALIA—
Un signo arrollador
Querido don Giussani: Soy un médico de 51 años y encontré el movimiento hace, casi tres años en la consulta del dentista, gracias a una frase de Tracce, “si lo hombres pensaran más en el paraíso..”. En julio de 1997 descubrimos que mi mujer padecía una enfermedad degenerativa seria que terminaría seguramente en invalidez, hecho incompatible con el ritmo desatinado de una madre que lucha por sacar adelante tres hijos, con un marido casi siempre ausente de casa por su trabajo. Fuimos a Trivolzio y en los días en que san Ricardo retornó a Brescia, el verano pasado, estuvimos allí con toda la familia hospedados por los monjes. Le habíamos pedido que nos ayudara a comprender qué quería Jesús de nosotros y que nos ayudara a sufrir y ofrecer. En septiembre, durante unas pruebas de control para ver la evolución de la enfermedad, todos quedamos impresionados e incrédulos: mi mujer estaba curada. Si no fuera médico y no hubiese visto en la ecografía, con mis propios ojos, los signos evidentes de la enfermedad, me costaría creerlo. Cristo ha entrado con potencia en nuestra vida para darnos un signo de amor tan fuerte, tan decidido, me atrevería a decir que casi arrollador, que no deja dudas. El dolor y el sufrimiento han sido para nosotros los peldaños« de la escalera de madera, la cruz, que asciende y desciende del cielo. Sin Jesús, los inconvenientes de la vida son sólo angustia improductiva; una resignación rencorosa, incierta, pasiva, empapada de miedo. Un extravío finito, sin salida. Un enigma convertido en más enigma a causa del dolor. En la Escuela de Comunidad estoy aprendiendo a Jesús. El camino es largo y accidentado pero ahora me resulta claro que, incluso en términos de ventajas humanas, Cristo se nos ha ofrecido, sin que nosotros le llamáramos, para que vivamos mejor. San Ricardo me ha hecho tocar con la mano la evidencia de Su intervención en mi vida y todo es más fácil. Gracias a ti, a tus palabras, he aprendido también otra cosa que para los pies a la presunción y al orgullo: que nada es conquista nuestra. Que todo es don.
Pierluigi, Brescia
—UGANDA—
El yo cambiado
Queridos amigos de la Fraternidad de San José: con placer os escribo y envío mis mejores saludos. La razón de esta carta es el deseo de compartir con vosotros la vida estupenda que Jesucristo nos ha dado. Aunque no os conozco, es un hecho que nosotros pertenecemos a Dios a través de su Hijo Jesucristo, que nos ha puesto juntos. Entré en el movimiento en 1985. Aunque no comprendía casi nada, me quedé. La Escuela de Comunidad me ha ayudado a vivir la Fraternidad profundamente con los amigos del movimiento. Esto me ha llevado a dar un nuevo paso en mi vida, a la decisión de pertenecer a la Fraternidad de San José, de la cual soy miembro ahora. Estoy agradecida a don Giussani por haberme acogido en la Fraternidad. Por el momento, en Uganda somos tres de la Fraternidad de San José, dos de nosotros estamos juntos, en Kitgum, donde vivimos una situación grave de inseguridad, enfermedad... Pero nosotros dos vivimos esta circunstancia recordando que «Dios es todo en todo». No afrontamos nunca la realidad sin buscar juntos un juicio sobre la situación y la condición en la que nos encontramos. En mi experiencia cotidiana, soy consciente de que estoy aquí para un designio grande de Dios, para que Jesucristo manifieste Su amor a la gente a través de mí. En la actualidad trabajo, o, mejor dicho, comparto el amor de Jesucristo, con los enfermos de sida. Es una verdadera misión para mí a la que el Señor me llama y Le pido a Él que continúe dándome el amor y la energía para seguir adelante.
Ketty, Opoka
—ITALIA—
El anuncio y el poder
Queridos amigos: “toda persona con la que te has encontrado y a quien has conocido no cae en el olvido, permanece como tuya para siempre”. Esta memoria, que os aseguro que está sinceramente viva y presente en mí, se agudizó con toda certeza tras el encuentro que tuve en el lejano agosto del 74 (tenía entonces 59 años): durante unas vacaciones con mi mujer, me topé inesperadamente con numerosas personas, casi todas jóvenes, del movimiento de Comunión y Liberación, con las cuales transcurrieron nuestras vacaciones. La vida del hombre está jalonada de encuentros; a veces, el encuentro es tan extraordinario, tan determinante, que se convierte en un hecho que cambia la vida: un acontecimiento. Comencé a frecuentar a aquella gente extraña, entusiasta y alegre, encontrando una correspondencia con mi inconsciente deseo de infinito; al principio, sin comprender demasiado, después, paso a paso, ayudado por tantos amigos, comencé un camino de fe y conocimiento en una fraternidad guiada y sostenida por el carisma de nuestro padre fundador, don Luigi Giussani. En todo instante era consciente de haber sido abrazado por el amor misericordioso de Jesús, hasta el punto de estar lleno de leticia incluso frente a la experiencia de mi inadecuación, de mi límite, de mis pecados. El contenido del mensaje cristiano no es fruto del pensamiento humano, de teorías filosóficas, sino que es un hecho; ¡un hecho que suscita una humanidad de personas conmovidas y asombradas por este acontecimiento! La deslealtad cultural dominante ha hecho posible la difusión de una vaga idea de cristianismo como discurso y, por ello, como fábula o moralina, como normas éticas. Y, por el contrario, se trata de un hecho acaecido realmente, testimoniado por los primeros discípulos que vivieron con El. El poder del Estado sobre el hombre no quiere saber nada de este anuncio, quiere confinarlo a las iglesias, a las conciencias. Aceptar o rechazar éste hecho es la decisión más grande de la existencia. ¡Ninguna otra opción que la sociedad pueda proponer o el hombre imaginar tiene este valor!
Antonio, Bresso
—ESPAÑA—
Permanecer en amistad
Si hay un punto de la experiencia que vivo donde se me ha hecho claro que «deseo ser libre, que deseo permanecer en amistad con el Ser», éste es mi matrimonio. Cuando uno se casa, desea que el afecto hacia la otra persona permanezca para siempre, o mejor, que vaya haciéndose verdadero. Desde que Isa y yo nos casamos,'se nos han presentado bastantes dificultades: el mismo día que llegamos de la luna de miel nos amenazan a los dos con quedarnos sin trabajo; luego, Isa tiene complicaciones con el embarazo y debe permanecer en cama un mes y medio y guardar reposo; y yo, arreglándomelas para atenderla, hacer la comida y la casa, preparar las clases y hacer la tesis. Lo normal hubiera sido ceder, ya desde los primeros meses, al escepticismo sobre el matrimonio, la familia y los hijos que domina las conversaciones de todo el mundo. Cuando uno se aferra, tan fácilmente, a su proyecto y éste no sale, ¿cómo es posible mantener una relación positiva con la realidad, sin ceder a la presunción de imponer mi medida o ceder a la desilusión? Lo que estoy experimentando es que esto es imposible para el hombre, pero no lo es para Dios. A través de las dificultades, Isa y yo hemos experimentado que es posible permanecer en el amor, algo de lo que somos incapaces por nosotros mismos. El “cómo” es muy sencillo. Si pienso en este tiempo, reconozco la gracia de haber permanecido abierto a la posibilidad de un milagro, de no haber descartado la hipótesis del milagro. Al levantarnos, hemos rezado el ángelus juntos y, luego, en el coche, camino del trabajo, un misterio del rosario. He pedido a Dios que me ayudase a querer a mi mujer, a amar su voluntad sobre nosotros y sobre el niño, a cuidar la relación con los amigos: les he llamado, les he bufado en el trabajo, les he invitado a casa, tratando de vivir una relación verdadera. Ahora me doy cuenta de que en estos meses el centro de mi vida no han sido todos los problemas sino Su presencia, que lo explica todo y me permite recuperar una mirada positiva ante las cosas. El trabajo sobre la Escuela de Comunidad ha acrecentado en nosotros la certeza para el futuro. Uno puede tender siempre hacia delante, sin límites, a partir de la certeza de que El, puesto que posee la historia, se manifestará en ella, como ya lo hace en la nuestra.
Gabi, Madrid
Agradecimiento
Queridos amigos: acaba de llegar la revista. Desde hace tiempo se ha convertido para mí en el lugar donde acudir cotidianamente, con certeza, en busca del milagro. Gracias de corazón. Con agradecimiento a quienes la hacéis posible. Un abrazo,
Rafa, La Cascinazza
Vuestra soy
Quiero contar lo que ha supuesto para mí el trabajo sobre el texto «Si no fuera tuyo, Cristo mío, me sentiría criatura finita». Lo primero es que me ha abierto las miras frente a la realidad. Sé, aunque mil veces me olvide, que la realidad es el Señor y que todo es para mí. Eso supone que le pido amarle en lo que me da y que se me muestre en lo que me da. Por ejemplo, con los compañeros del trabajo, aunque siento la incapacidad tremenda de quererles bien, sé que también ellos están para mí, y repito: «Te pido, Señor, que me ayudes en esto porque yo sé que es tuyo». Esto me da mucha libertad porque dejo de preocuparme por lo que sé hacer y dejo que sea El quien haga. Muchas veces, cuando hay cosas del trabajo que no me gusta hacer, que me cuestan porque no me siento capaz de hacerlas - por ejemplo el tener que dar la cara ante algunos clientes, o que el jefe me pida que haga cosas que no me corresponde hacer - lo único que consigue darme libertad es acordarme del Señor y hacerlas para El y no tanto por responder a una u otra persona, porque eso sólo es agobiante. He comprendido también que participamos del Ser y por eso tenemos esa necesidad tan grande de amar todas las cosas. Cuando me acuerdo de El, el corazón se abre de par en par para acoger las cosas.
Cristina, Pozuelo
La memoria de Cristo
Queridos amigos: hace unos días ingresó en el hospital José (mi novio) con falta de oxígeno en la sangre. Le diagnosticaron bronquitis asmática, enfermedad similar a la que causó la muerte de un hermano suyo hace tiempo, con 23 años. Al enterarme de la noticia salí corriendo hacia el hospital y, por el camino, extrañamente, en lugar de llorar como de costumbre, le pedí a Él que me diera fuerzas para afrontar la situación. En ese momento recordé a Rafa y a Mª Carmen, que sufren por el complicado embarazo, a Ana cuando estaba con su hija en el hospital,... a todos los demás que están sufriendo. Hacer memoria de Él me permitió no hundirme y afrontar aquello, así como la sabiduría para transmitir a José mi amistad incondicional. Esos cuatro días que pasé con él en el hospital no me pesaron; al contrario, doy gracias a Dios que me da la fuerza, la ternura, la fidelidad y la libertad que yo no tengo.
Sara, Córdoba
Desde la Autónoma de Madrid
Queridos amigos: hemos tenido una salida de estudio del 2 al 5 de enero en Horcajuelo de la Sierra y hemos regresado muy contentos. Nos damos cuenta de que cuando se estudia esperándolo todo renacen los deseos que llevamos en el corazón. Sonsoles, que estudia Medicina nos preguntaba: «¿Puede tener mi estudio el mismo valor y la misma incidencia en el mundo que el gesto de la Madre Teresa de Calcuta cuando atendía a los pobres? Porque me gustaría que fuera así». Respondimos: «Por supuesto que sí» Esta respuesta nos está ayudando a entender que el valor de una acción no descansa en ella misma, sino en la relación con Aquel en quien cada gesto tiene un valor absoluto y una incidencia universal. Así lo expresaba Ana, que no tenía que estudiar y se encargó de hacernos la comida. Al agradecerle su disponibilidad, nos decía: «Servir a Jesucristo lo hago con mucho gusto». Ella, cocinando, participaba de la misma densidad de vida que los que estudiábamos.
Después de la salida, el día de Reyes, Juan Carlos le contó a su madre la nueva experiencia que había tenido al contemplar las estrellas una noche en Horcajuelo. Desde siempre, mirar al cielo estrellado le causaba un dolor porque se sentía muy poca cosa. Recordando lo que Bersanelli decía sobre el universo y la teoría del principio antrópico, según la cual la finalidad del Universo es la aparición del hombre, comprendió que las estrellas no estaban en el cielo para recordarle lo poco que era, sino para mostrarle el amor que Otro tenía por él. Después, comentó cómo es posible reconocer las huellas de Dios hasta en la Economía. Al final, su madre, sorprendida, le dijo a su hermana: «¡Qué buen regalo de Reyes me ha hecho tu hermano». Nuestro deseo creciente es renovar cada día esta conciencia que acontece en esta morada que es nuestra compañía.
Alfonso, Maite, Juan Carlos, Madrid
La morada del yo
En los primeros años de mi vida, recuerdo I que todo era bueno, y mi casa, la casa de mis padres, un lugar donde la familiaridad con Jesús era grande. Los acontecimientos difíciles que se sucedieron al término de mi infancia, sobre todo la enfermedad de mi padre, introdujeron la duda en mi vida, una especie de sospecha y recelo en todas las relaciones. La inteligencia de mi madre le condujo a empujarme con suavidad a esta «casa más grande» que es la Iglesia, donde había cien padres, cien madres, cien hermanos. Esta compañía introdujo de nuevo la esperanza en mi vida y en ella comencé a intuir mi vocación al sacerdocio, vocación que se concretó en el descubrimiento gozoso de que Jesús es todo. Hace ya nueve años y medio que murieron mis padres y uno y medio que me ordenaron sacerdote. Gracias a la Casa en la que mis padres me insertaron dos días después de nacer el día de mi bautizo, la Iglesia, que ahora se concreta en la Fraternidad del movimiento, puedo decir con más conciencia y más razones que todo es bueno, que mi vida está en manos de Alguien que me ama.
Emilio, Madrid
Imposible para los hombres...
Querido don Giussani: siempre me he mostrado un poco escéptico frente a la palabra "milagro", asociándolo únicamente a episodios como las bodas de Ca- naán, la curacitar la tumba de san Ricardo Pampuri, todavía me bloqueaba un punto de escepticismo. Mi novia, Francesca, de tradición comunista, se profesaba atea. A mis ojos su conversión era imposible, irrealizable, ¡un sueño que había que dejar a un lado! Pero durante la bendición a los peregrinos pedí a san Ricardo que Francesca abriese los ojos a Cristo, ¡que abriese su corazón! Pasaron algunos meses, a menudo recé a san Ricardo con la certeza de que los cambios suceden en el tiempo, y lo que un día parecía imposible a mi corta mirada para la misericordia de Dios ha sido posible: Francesca y yo rezamos y hacemos Escuela de Comunidad juntos, ella ha encontrado a Cristo, amamos nuestro destino, aunque quedan todavía muchos interrogantes abiertos. Gracias, porque me ayudas a comprender que yo soy nada, y que ¡lo que es imposible para el hombre no es imposible para Dios!
Francesco, Calangianus
Ningún discurso
Queridos amigos: durante estos últimos meses he conocido a un hombre muy bueno, no creyente, que se ha quedado fascinado por nuestro modo de vivir el cristianismo. Le ha sorprendido, sobre todo, el hecho de que es posible ser cristianos sin censurar nada de la propia humanidad. Inmediatamente me he puesto a rezar por su conversión. Pero él, por el momento, no se muestra interesado en venir a la jornada de inicio de curso o a la Escuela de Comunidad cuando le invito. Hace poco tiempo, me llamó una conocida mía de la que desde hace muchos meses no tenía noticia, porque tiene problemas en el colegio con su hijo. Es viuda, no sabía a quién dirigirse y me llamó a mí para que le ayudara. Le propuse que llevase a su hijo a las reuniones de bachilleres para que pudiese estar en un ambiente de amistad, pero, como ella no comprendía que eso pudiera beneficiar a su hijo, pensé que no valía la pena insistir. Entonces me vino a la cabeza este pensamiento: «¿por qué te obsesionas tanto por la conversión de aquel hombre y no tomas en serio la situación de esta mujer que te está pidiendo ayuda? Esta mujer, ¿no es tal vez la circunstancia no querida, no buscada, «factor esencial de mi vocación, de la misión a la que Dios me llama»? Tengo que responder a esto, tengo que responder ahora. Así pues, hablé con diferentes personas para tratar de ayudar a esta mujer y milagrosamente ella se mostró disponible incluso para acompañar a su hijo al grupo de bachilleres. Ella no es creyente, pero me buscó a mí y yo puedo responder a su necesidad, no soltándole un discurso abstracto, sino ayudándola concretamente en los problemas escolares de su hijo. Cuando alguien pedía a Jesús que le curase, El no hacía un discurso.
Paola, Fermo
El tiempo de la libertad
Hace dos años escuché el testimonio de dos chicas que habían estado “en misiones”con las hermanas de la madre Teresa de Calcuta quince días y me impresionó y fascinó profundamente lo que dijeron. Este año, junto con cuatro compañeras de la universidad, volvimos a pensar en esas palabras y nos dimos cuenta de que también a nosotras nos gustaría pasar nuestras vacaciones de verano de esa forma. Así pues, escribimos a la orden de la madre Teresa en la India y comenzamos a ahorrar dinero. Un día, después de una Escuela de Comunidad, hablamos con don Pino y con Pieralberto de este asunto. Y, desde aquel momento, lo que al principio era sólo una pequeña intuición se fue convirtiendo, con la ayuda de estos amigos, en una conciencia rica de razones. Mi deseo era el de vivir mi tiempo libre de forma que fuese evidentemente misión: cualquier gesto, como nos enseña don Gius, puede convertirse en misionero, desde el estudiar con el compañero de piso hasta llevar a misa a la abuela anciana. Es difícil de explicar: es como si en el único gesto de ir allí se ofreciera toda mi persona. Se concretó la posibilidad de “ir de misión” con el Avsi a Nigeria. En Lagos hay una casa con cuatro chicas de los Memores: Chiara, Annamaria, Ivana y Flavia, que nos hospedaron. Trabajé en una de sus dos clínicas haciendo todo lo que era necesario. Me había ido con la idea de que allí abajo haría de "médico de primera línea" y, sin embargo, fue precisamente Chiara quien me testimonió que allí hay necesidad, en primer lugar, de un abrazo de amor, del amor de Cristo que puede penetrar y hacer renacer todas las cosas. Y con este horizonte, curar una úlcera tropical tiene la misma dignidad que contar las pastillas en la farmacia. En Nigeria, actualmente, la situación es inhumana hasta tal punto que, o estás en la realidad de este modo, o estás obligado a apartarte porque todos los esfuerzos servirían verdaderamente de poco. Nos encontramos, además, con la comunidad de Lagos, en especial con los universitarios. Tampoco es fácil la vida para los chicos del movimiento y el dinero no es suficiente para poder comer todos los días: Francis me contaba que lo que le había impresionado más de sus primeras vacaciones del movimiento había sido ¡que se comía tres veces al día! Cuando ves gente como ellos, que no tienen nada, que no tienen siquiera jabón para lavarse, que viven en una habitación sin luz y sin agua, pero con El sentido religioso en la mano, se te llena el corazón de alegría, porque te das cuenta de que el deseo de felicidad que tenemos dentro es verdaderamente grande, es un deseo que grita, explota, supera cualquier barrera.
Giorgia
A la sombra de una acacia
Querido padre Giussani: hace un año no le conocía a usted ni a CL. Era simplemente un estudiante del segundo año de ingeniería. Simplemente, un cristiano cualquiera que intentaba combatir los propios límites y miserias, que intentaba ser mejor. Encontré el movimiento de la forma más extraña. Diría que por puro milagro. porque Dios es la única explicación que me viene a la cabeza cuando recuerdo el encuentro con aquellos amigos. Uno que no conocía directamente (teníamos una amiga en común) me había invitado a las vacaciones de los jóvenes trabajadores. Durante esas vacaciones encontré un grupo extraordinario de amigos. Entre ellos había una amistad sencilla, pero verdadera. Era evidente que ninguno se comportaba bien a la fuerza. Escuché y vi muchas cosas que no comprendí inmediatamente; por ejemplo, me preguntaba por qué durante aquella misa celebrada bajo la sombra de una acacia, en las Ngong Hills, tuve el deseo, como nunca antes lo había tenido, de recibir el Cuerpo de Cristo. Pero, de repente, tuve algo claro: aunque no lo entendía todo, reconocía una belleza y una verdad que atraían toda mi persona. Así empecé a seguir. Ahora, un año después, puedo decir que le conozco. Usted es nuestro amigo porque, por gracia de Dios, a través de usted, instrumento Suyo, he descubierto la grandeza de mi vida y Su potente presencia. Había oído hablar de Cristo. Este año pasado lo he encontrado. Ahora, a través de la Escuela de Comunidad que hemos comenzado en mi universidad. lentamente descubro que todos los fragmentos de mi vida están en relación y gritan para afirmarle a El. Es verdad que las fórmulas que he aprendido y utilizo cotidianamente me permiten hacer memoria de Él, que es la verdad última. Tengo algunos compañeros de clase con los que comparto esta nueva vida. Le estamos muy agradecidos porque usted la ha compartido con nosotros; y pedimos que «Cristo dé a todos los hombres el mismo gusto de vida nueva que Él nos ha dado a nosotros».
Gerard, Nairobi
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón