"Canto llano” es el término aplicado tradicionalmente en España al canto gregoriano. Este estilo de canto monódico - esto es, a una sola voz - y a cappella -interpretado sin la intervención de instrumentos- acabó convirtiéndose en la música oficial de la Iglesia católica a partir del siglo X, tras la reforma impulsada por Carlomagno. Pero durante mucho tiempo convivió con otras formas de canto litúrgico propias de las distintas regiones de la Cristiandad, como el canto ambrosiano milanés o el franco y el galicano franceses. En España, los dos ritos autóctonos más importantes desde el punto de vista del canto eran el mozárabe y el visigodo. En el intercambio dentro de esta convivencia cada tradición particular aportó elementos musicales al estilo gregoriano, dejando así su impronta en el rostro definitivo de éste.
Canto llano en España
Los ejemplos más antiguos de canto llano con-servados en España son del siglo X y se trata de manuscritos italianos importados de Sicilia y Siracusa. Los primeros códices españoles provienen de los monasterios de San Millán de la Cogolla y San Pedro de Cardeña, y fueron recopilados y copiados en los siglos XI y XII. Este repertorio sigue al pie de la letra las características del estilo gregoriano: ritmo tranquilo y sosegado, que permite a quien canta seguir y comprender el sentido del texto; melodías sencillas, sin saltos, hechas para ser cantadas por todo el pueblo participante en la liturgia.
En la melodía del canto gregoriano, la decoración se ex¬presa en la relación entre texto y música por el número de notas que se aplican a una sílaba. Habitualmente, los textos de las oraciones sobre las que componían los maestros del gregoriano eran puestos en música dando una nota para cada silaba, como en la versión más conocida de la Salve Regina. En este estilo silábico no existe decoración. Cuando una palabra quena ser resaltada bastaba darle más de una nota a alguna o a todas las sílabas de esa palabra. A este procedimiento se le llamó melisma. (Ejemplo de me- lisma serían las tres oes del final de la Salve, o la mayoría de las versiones del Aleluya.) El efecto de la escritura me- lismática es una decoración muy ligera, muy sutil y dis¬creta, que no resta fluidez a la música, y que al mismo tiempo potencia la expresividad del texto en sus momentos esenciales. Pues bien, la decoración a través de melismas era muy empleada en el canto mozárabe, en que segura¬mente los largos pasajes melismáticos de más de cien notas eran improvisados. Los compositores españoles de me¬lodías gregorianas adoptaron naturalmente este tipo de es¬critura a la que estaban tan acostumbrados y la convirtieron en distintivo de su trabajo.
Un nuevo estilo
Hacia el año 1100, surge un estilo nuevo de composición, el organum melismático. Se trata de una escritura para dos voces - así pues, polifónica y ya no monódica. La voz más grave, que sustenta el edificio musical, es una melodía extraída del cantoral gregoriano, que se copia literalmente. Sobre esta base se construye una segunda melodía llena de largos melismas que se elevan hacia el agudo y bajan hasta el grave, moviéndose a gran velocidad. Ambas voces tienen el mismo texto, y coinciden en cada silaba. Para que esto sea posible, la voz grave debe avanzar muy lentamente, sosteniendo las notas de la melodía gregoriana original, mientras fluye alegremente la exuberante línea decorada de la voz aguda. La decoración se convierte en protagonista. Pero no como efecto puramente visual, sino como elemento que desarrolla y exalta el significado profundo del texto y la música, al apoyarse constantemente sobre el origen que es la melodía gregoriana. Lo decorativo se hace imprescindible para amplificar la belleza de lo estructural. Pero sin olvidar que el cimiento seguro y firme del edificio románico es lo que permite que se eleven los muros, las columnas, las bóvedas y las torres de la catedral, en su querer tocar el cielo.
No se sabe a ciencia cierta dónde nació este estilo de composición. Sí sabemos que su vía de transmisión fundamental fue la ruta jacobea. De hecho, el repertorio de organum melismático más rico y original de Europa se conserva en Santiago de Compostela. (Los otros ejemplos más importantes están en San Marcial de Limoges, nudo de la ruta jacobea a su paso por Francia). Hacia 1130, al tiempo que se levantaba la inmensa catedral románica, se recopiló un extenso cantoral de melodías gregorianas para ser utilizado en la liturgia del templo. A este manuscrito se le conoce hoy en día como Códice Calixtino. Como apéndice a este libro, se incluyeron composiciones polifónicas melismáticas de una belleza sencilla pero magnífica. Su efecto sonoro es sorprendente: la sonoridad de esta música recuerda a la de la gaita, con sus melodías siempre acompañadas por el insistente bordón. No es difícil imaginar la sorpresa de los peregrinos de toda Europa al escuchar este canto llenando con su potencia las inmensas naves de la catedral de Santiago. La sorpresa es la misma para quien hoy se acerca a esta música, que suena, casi novecientos años después, viva como entonces.
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