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Huellas N.04, Abril 1998

DOCUMENTOS

El toque genial de un poeta

Michael Shevack

El rabino de Pt. Pleasant, en Pensilvania, que ha leído The Religious Sense gracias al músico David Horowitz, cuenta cómo ha encontrado un amigo. Apuntes de su intervención durante una conversación en Pocono Manor

Intervengo como persona, antes incluso que como rabino, pues pienso que la persona está antes, y este libro considera precisamente a la persona.
En mi vida he tenido muchos encuentros, y todos me han ayudado. Pero, cuando descubrí el libro de Giussani, percibí la presencia de un amigo, probablemente el primer o el segundo amigo con el que me encuentro casualmente a través de un libro, después de mucho tiempo.
Comencé mi búsqueda religiosa - esta es una anotación personal previa a adentrarme en el análisis teológico - indagando y hojeando libros, y me gustaría haberme encontrado con éste cuando tenía diecisiete años. Me hubiera sido de gran ayuda, porque entonces comencé a plantearme preguntas y me encontraba perdido, completamente perdido. Pero el milagro fue que acepté mi extravío y no me opuse a él. Afortunadamente, tenía una educación científica que me llevaba a la humildad (que todos deberían tener, porque no está de moda admitir que se han alcanzado los límites del propio proceso racional, como dice Giussani), y me dije: o existe Dios, o no existe -es un aut aut-; quiero explorar en la vida las dos posibilidades asumiéndolas como hipótesis de método. Esto es lo único que puedo hacer, ya que, como diría Giussani, la vida se me presenta como “Otro".
Así verifiqué la hipótesis de la no- existencia de Dios, que se reveló como auto destructiva. De nada sirve descender a los detalles. Entonces traté de verificar la hipótesis de una síntesis abierta con respecto a la vida, en la que la razón no fuese reductiva, es decir, entendida como capacidad de combinar y dividir, como capacidad analítica, sino sintética y abierta a un horizonte infinito. Y funcionó. ¿Cómo funcionó? No me quedé atrapado. Mi mente no se plegó sobre sí misma. No creé una construcción racional que tuviese necesidad de morir para permitir el resurgir a un nuevo nivel en mi búsqueda de la verdad. Funcionó: la razón como instrumento a través del cual valorar el instante desconocido que me sale al encuentro como un particular del Incognoscible, que para un judío es Dios por definición...
Han hecho falta muchos años de búsqueda y muchos años de religiones diversas, diversas filosofías, hasta que, por un extraño milagro, en este proceso del que habla Giussani, me he encontrado siendo rabino. No me preguntéis cómo: ni siquiera yo lo sé, no sé explicarlo.
En El Sentido Religioso Giussani describe sucintamente un proceso que, como hombre, puedo decir que es real. Es lo más cercano a la verdad que me he encontrado en un libro desde hace mucho tiempo. Y funciona. Giussani es tremendamente cauto, porque está tratando de llegar a personas que están, perdonadme la expresión, muy “cerradas”, para hacerles comprender que la idea original que está detrás de la palabra “razón” no es aquello en lo que ésta ha derivado. No es su reducción a instrumento de cálculo dentro de un ámbito limitado. Es una búsqueda que tiene como perspectiva la búsqueda de un nuevo sistema de categorías, más allá de nuestros sistemas. Es un tipo de realidad que no tiene fin. Y sé que funciona sólo porque, cuando me encontré con el libro y con esta descripción, me dije: «Dios mío, ¿dónde estabas antes y dónde estaba todo esto?».
Pero este es sólo un aspecto personal, sobre el que se podría discutir mucho.
Pasando ahora a la teología, es muy interesante, más aún, sorprendente, la forma en que he encontrado la religión. Los hombres tienden a recrear una base de neopaganismo en la que no sentirse divididos. Nos encontramos así con un escenario ficticio, donde la materialidad se ha destruido casi por completo a sí misma. Dicho de otra forma, nos encontramos con la devastación ecológica del materialismo - en el sentido positivo - como Weltanschauung. Y ahora tenemos un maravilloso y claro estadio de paganismo, en el que podemos resurgir como religión. Y no comprendemos de qué forma, precisamente nosotros, hombres religiosos con nuestras religiones, hemos creado exactamente esa corriente dentro de la historia que ha llevado al materialismo - donde por materialismo se entiende un enunciado extremo que nos sitúa frente al hecho de que aquí hay una realidad, que no nos encontramos con un logos como abstracción de nuestra mente, sino que se trata de un logos real, una fuente de revelación en continuo desarrollo, que es lo que causa en nosotros este impulso que nos empuja a la búsqueda de la verdad.
Encuentro, por tanto, en lo que se ha dicho, un aspecto de moralismo que nos lleva lejos del punto clave de lo que dice Giussani y del contenido, permitid que lo diga así, terrible de este libro. Esta tentación moralista es la pretensión de una mirada sistemática. Y este no es un libro sistemático. Es un libro difícil de entender para un profano, aunque no sea sistemático.
El contenido terrible de este libro es la afirmación -afirmación que da miedo, dejadme que lo diga como judío- de que la moralidad es fundamentalmente una ontología, y que un sistema moral debe ser fundamentalmente ontológico en virtud de la experiencia de la realidad existencial de un individuo, como dice Giussani en el libro. Y esto es la moralidad: es lo que hacíamos antes de lanzar por los aires lo que Dios nos había dado. El autor no lo dice exactamente así, pero este es el significado.
La implicación teológica de este libro es que existe un sistema moral implícito dentro de la vida humana, al que debemos tender. Y que cuando entramos en este sistema no dividimos ya nuestro mundo entre Dios y lo que es material. Ya no lo hacemos. Todo permanece bien unido, integrado. No es un proceso fácil, porque nosotros mismos tenemos experiencia de nuestra totalidad sólo en el fragmento, pero ésta existe. Giussani dice que existe, y lo más hermoso de todo es que afirma la belleza. Porque si alguien hubiera logrado definir las categorías de la belleza, habría logrado definir las categorías del pensamiento. Pero, ¿quién puede decirnos cuáles son las categorías de la belleza, esta belleza que interpela a nuestra mente obligándola a comprender que no sabemos de qué estamos hablando, obligándola a comprender que si esta belleza o estética existen, y nosotros no somos capaces de reducirlas a categorías, existen gracias al Misterio al que, sea lo que sea, llamamos Dios? Pienso que la idea terrible es que para este libro existe un Dios real, y que existe un sentido religioso real que es una auténtica experiencia religiosa del continuo descubrimiento de niveles cada vez más altos de plenitud personal y colectiva. Este es un proceso envolvente de explicación natural proyectado hacia adelante, que posee un horizonte infinito, que conduce en última instancia al es chaton, de cualquier modo que se identifique.
Juzgando como judío, puedo decir que Giussani ha devuelto al catolicismo algo que para el judaísmo es una enseñanza esencial, aunque ya ni siquiera los judíos piensen en ello, pues ahora todo está confuso: la idea de historia entendida no como un volverse a mirar el pasado jugando a unir los puntos con un trazo, sino la idea de un desarrollo continuo de revelación de un futuro desconocido (y no, por el contrario, una vuelta a proponer lo ya conocido, que para mí es esencialmente una etologia).
Giussani ha completado la destrucción del mito del logos abstracto, del mito de la idea de logos. Ha destruido el ídolo de la convención religiosa y lo ha sustituido con un Dios activo, vivo, un Dios en movimiento. Alguien ha dicho que la verdad es relacional; yo diría más bien que para Giussani la verdad se nos ha revelado relacionalmente.
Ha realizado un trabajo espléndido, y su planteamiento noético se adapta tan bien a la lógica trinitaria, que te permite tratar el es chaton final y la existencia contingente y sistematizarlos partiendo directamente del tema en cuestión. Ha hecho algo grande: ha concebido la vida del individuo con una perspectiva auténticamente histórica, como un desplegarse hacia lo desconocido y, en este sentido, ha vuelto a dar dignidad al sentido religioso, a ese sentido espiritual intrínseco a la realidad misma. Y no temo perder la realidad, porque lo que el autor quiere mostrar es la realidad que está más allá de las apariencias, y esta es la verdadera realidad, o al menos la mejor que se puede alcanzar. Por esto me gustaría conocer a don Giussani. Me gustaría verdaderamente conocerle, porque es un amigo.
Creo que este libro puede tener la fuerza suficiente para dar forma al pensamiento espiritual en la Iglesia, que es una base para el diálogo interreligioso. Creo que nos lleva a todos a esta pregunta: ¿existe un orden espiritual funcional y vivo? ¿se puede experimentar? ¿existen parámetros científicos, en el sentido auténtico, original de la palabra ciencia, que podamos usar, con los que podamos guiar a una persona - aunque ésta no profese abiertamente una fe en la divinidad - para que tenga una experiencia directa de ella, dejando que la experiencia sea formulada libremente por la persona según su capacidad?
Pienso que la era en que vivimos, que es posmoderna, es una era en la que existe un sentido religioso en la ciencia y un cierto sentido religioso en la física atómica, y pienso que Giussani ha individuado exactamente los parámetros de la experiencia religioso-espiritual para cada persona, atea o no.
Dios bendiga este libro. Este hombre es un vencedor.
Creo que El sentido religioso provoca, sobre todo, a las personas que están buscando un fin en Dios. El aspecto más difícil es traducir esto en términos prácticos, para mostrar a la gente cómo llevarlo a la práctica. Tengo que deciros que verdaderamente es difícil comprender cómo actuar, es algo que hace sufrir. Este libro, seguido adecuadamente, puede hacer que ahorremos mucha fatiga. Es un toque genial, y su autor, un poeta: tiene dentro el corazón, y al mismo tiempo la lógica. No pierde en humanidad, no habla de conceptos abstractos. Nos encontramos con la abstracción creativa, como le decía yo a David Schindler en la conferencia de presentación de El Sentido Religioso en Naciones Unidas: «Yo soy... ¿qué soy yo? Cristo, según la carne. Yo soy sencillamente estas personas, personas de carne y hueso».
Mirad, si os sentáis en torno a una mesa y decís que la realidad es material, entonces el materialismo saldrá a la luz para probaros que la realidad y la materia han sido, también ellas, creadas por Dios, para que el hombre preste atención a la “realidad” de la realidad. En este punto, con otras palabras, se expresan implícitamente algunas correcciones a un ligero exceso de fijación sobre un precedente, el más antiguo estadio de desarrollo de la Cristología. Esta buena y sana corrección se da en el sentido de que si se renuncia a la carne - y yo no puedo ir contra la fe de nadie con respecto a esto -, entonces no se haría experimentable, no se podría encontrar. Y si permanecemos apegados a la estética, al sentimiento, al tacto, al olfato, al amor y a la inteligencia simultáneamente, no es verdad que estemos tomando la realidad de Dios y despedazándola, porque nosotros mismos estamos divididos. Dado que no podemos realizar nuestras emociones y nuestro intelecto, decidimos permanecer cercanos a la luz junto a la cual nos encontramos a nuestras anchas, que es nuestra mente, en vez de encaminar el proceso. Bien, ¿cuál es el mecanismo, de qué forma pueden las emociones y el intelecto obrar como una única criatura viendo a Aquél del cual provenimos?
Permitidme que lo diga: el autor se plantea las preguntas más difíciles del modo más bello y poético. Y yo pienso que es impresionante para quien haya vivido, respirado y haya muerto con el único deseo de encontrar algún sentido de plenitud. Por tanto, es para todos nosotros. Y esto es verdaderamente impresionante. Este libro es un don, un verdadero don.




 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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